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El playboy que amargó a Zapatero

Berlusconi eclipsa la bilateral con España con su show

ANA PARDO DE VERA

El propio Silvio Berlusconi no podía definirse mejor. El término playboy, además de llevar connotaciones tan rancias como los elogios caducos e irrespetuosos que dirigió a las ministras españolas y las mujeres en general, lo retrata a la perfección. 'Italia es la tierra de los playboys y de Casanova'. ¿Cómo el jefe del Ejecutivo italiano iba a criticar a 'la otra mitad del cielo', como llamó Il Cavaliere seudónimo inexplicable a las mujeres? El primer ministro se hizo esta pregunta cuando los periodistas españoles quisieron saber qué había dicho a las titulares de Defensa y Economía para explicar su crítica a un Gobierno 'demasiado rosa' .

José Luis Rodríguez Zapatero aguantó el torrente desatinado del italiano sobre el sexo femenino: 'Soy un gran amante de la otra mitad del cielo'; 'las mujeres son mejores en la escuela y en la universidad'; 'son más puntuales', o 'el regalo más bonito que Dios ha dado a los hombres'. Y llegados a este punto, 'el mejor presidente italiano', según él mismo, reclamó el aplauso de sus ministros, su prensa e, incluso, sus colaboradoras, que se lo dieron entusiasmados.

Lo que quiso decir el líder italiano con lo de un Gobierno 'demasiado rosa' era que 'Zapatero ya no debería rendir cuentas sólo a su esposa, sino a seis mujeres más', explicó. Zapatero empezaba a sudar y a mirar a Carmen Chacón de reojo buscando ánimos. Pero aún quedaba la pregunta sobre los escándalos de prostitución que implican a Berlusconi y que la prensa escrita airea a diario.

Entonces, Berlusconi no titubeó: 'La prensa sólo publica mentiras y calumnias'. Advirtió a 'esa prensa' lo que le ocurre entonces: hay menos lectores, bajan los ingresos por publicidad. Esa publicidad que, por cierto, tan bien controla él en Italia.

Por último, el líder italiano manifestó públicamente que las acusaciones que vertían sobre él eran 'mentira'. 'Jamás he pagado un euro ni una lira por favores sexuales. Soy un conquistador, amo conquistar y, si se paga, ¿qué satisfacción existe?'

Alguien dijo que Berlusconi no pagaba, porque 'otros lo hacían por él'. A esas alturas, Zapatero, el presidente de la igualdad y la paridad, se había dejado ya las uñas clavadas en el atril. O lo decía su cara. 'Y nos queda la comida', susurró un miembro del Gobierno.

 

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