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Un pueblo sin autobús, condenado a envejecer

OLIVIA CARBALLAR

Es lunes. Dos de la tarde. Llueve a cántaros. Una señora mayor con bata de casa briega con un paraguas contra el viento. A su espalda, la parada de autobús está vacía. No hay nadie más en la calle. La mujer continúa avanzando, y ya con el paraguas casi vuelto, logra recluirse en su casa. El ejemplo retrata la situación que viven los apenas 125 habitantes de Morente, una pedanía de Bujalance (Córdoba), condenada a envejecer.

La falta de transporte público deja sin opciones a la población, con una media de edad superior a los 60 años. Muchos de sus vecinos son mujeres sin carné de conducir ni vehículo propio, un obstáculo que frena, entre otros aspectos, su acceso al mercado laboral.

María Dolores Rodríguez, una de las más jóvenes, tuvo que rechazar el pasado verano un trabajo en Córdoba porque no tenía cómo ir y volver todos los días. “Vivo sola con mi hija, y como no tengo carné, ni nadie que me pueda llevar, me quedé sin empleo y aquí estamos, sin nada”, cuenta alrededor de una mesa de camilla en el único bar del pueblo, sede de la asociación de vecinos.

En Morente, el único medio de tranporte público, un autobús municipal, pasa solamente dos días a la semana. “Nos lleva hasta Bujalance, que está a cinco kilómetros, pero luego no podemos combinar los horarios con el que va y viene a Córdoba, y quien lo sufre también son los mayores que tienen que ir al médico a la capital; ni que estuviéramos pidiendo algo imposible”, denuncia María Coca, presidenta de la Asociación de Mujeres La Graílla, que lleva más de un año reclamando a la Administración una línea regular.

Una tarea «imposible»

La representante del Ayuntamiento en la aldea, María Paz Roldán, lo considera una tarea imposible: “Nosotros estamos con ellos, con todos los vecinos, pero para la empresa de autobuses –Ureña–, aparte de que la carretera es muy estrecha, no es rentable; creemos que la mejor solución será un microbús, que hemos solicitado ya a la Delegación provincial de la Consejería de Obras Públicas y Transportes, aunque tienen todavía que estudiarlo”, afirma.

Fuentes de la consejería aseguran, por el contrario, que el problema es exclusivamente municipal, al tratarse de un núcleo urbano. “El servicio lo tiene que prestar el ayuntamiento, la pedanía es como si fuera una urbanización del pueblo”, explican.

Izquierda Unida considera, no obstante, que la responsabilidad es de la Junta de Andalucía, y ha presentado una proposición no de ley en el Parlamento autonómico en la que insta a Obras Públicas a ampliar la concesión a la empresa para garantizar una línea con la regularidad y los horarios adecuados a las necesidades básicas de sus habitantes. “La razón para que estas personas no tengan autobús no puede ser que genera pérdidas a la empresa; la Junta tiene que asumir esos costes y garantizar los servicios públicos a todos los ciudadanos, vivan donde vivan”, asevera el diputado de IU José Manuel Mariscal.

La accesibilidad

Morente, por su situación geográfica, no es un núcleo de población especialmente aislado. Está a sólo cinco kilómetros de Bujalance (un recorrido que no llevaría más de cinco minutos al autobús que conecta este pueblo con Córdoba) y a seis de Pedro Abad, otro municipio vecino. Las carreteras son estrechas y tienen bastantes curvas, pero la accesibilidad es mucho mejor que decenas de vías que conducen a pequeñas aldeas de montaña del norte de España por donde sí circulan autobuses.

“La falta de transporte está condicionando también negativamente el acceso de nuestros jóvenes a una educación permanente y de calidad”, añaden las mujeres, algo que contribuye aún más al envejecimiento de la población.

Según el Ayuntamiento, los “tres o cuatro niños” de la aldea sí disponen de autobús público. Cuando la educación deja de ser obligatoria, los padres “se tienen que buscar la vida”, reconoce la representante del consistorio. El resultado, según la asociación de mujeres, es que la mayoría deja de estudiar y se va fuera a buscar trabajo.

Según la Federación Nacional de la Mujer Rural, solamente el 20% de las mujeres que viven en estos núcleos tienen un empleo. La carencia de transporte público, además de la falta de autoestima que puede generar o la despoblación, son factores que contribuyen a una mayor desigualdad, concluye la federación.

En esta pedanía cordobesa, que viven del cultivo del olivo, no hay consultorio, ni farmacia, ni tienda de comestibles, ni cabina de teléfono. “Si necesitas que te manden inyecciones, el médico primero te pregunta si tienes quién te las ponga; si dices que no, entonces no te las receta, porque el ATS no viene a ponerlas, pero luego bien que pagamos los impuestos”, se queja María Josefa León, otra vecina.

“Y si se te ha olvidado algo para cocinar, unos huevos o lo que sea, échate a temblar”, añade otra. Mientras llega o no la solución, en el pueblo no pierden la fe. Tienen iglesia. Y el cura no falla ningún domingo.

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