Este artículo se publicó hace 13 años.
Las razones de los visitantes que regresan esta temporada
"El contraste entre el interior y la costa"
Jeremy Thorp, funcionario del Estado británico, y su esposa, Stela, traductora, han visitado España en cuatro ocasiones. La última, en 2006. Este septiembre volverán a tomar un vuelo de low cost para caminar por la provincia de Sevilla junto a un grupo de senderismo con el que ya han realizado rutas en Irlanda y Austria. "Nosotros no somos de mucha playa, aunque nos gusta alternar el interior con la costa, y para eso España va muy bien", comenta él. Para ella, "en España me siento cómoda, me gusta la variedad del paisaje, los alicientes culturales y la cocina, junto al clima". Stela recuerda con cariño unas vacaciones activas por las Alpujarras, junto a otras por la sendas del Pirineo aragonés.
"En los últimos años hemos viajado a Grecia y, por razones familiares, a Italia", explica Jeremy, que argumenta sus viajes a España en el "razonable precio del alojamiento y que la manutención es más barata y más buena que en Inglaterra". El precio de sus últimas vacaciones (una semana) en nuestro país no superó los 800 euros. La crisis, de momento, no les ha afectado, ni tampoco miran al norte de África como destino vacacional. "Querríamos ir a Egipto como visita arqueológica e histórica, un planteamiento distinto al de España, Italia o Grecia", comenta ella. Superados los 60 años de edad, Jeremy y Stela se plantean su jubilación como unas continuas vacaciones activas. // CONXA RODRÍGUEZ | LONDRES
Otro de los que probablemente volverá este verano es Jonathan Courtney. A sus 23 años, este irlandés y residente en Alemania desde hace cuatro, se declara un verdadero amante del país y, sobre todo, de la cultura española. Su primera vez fue en el año 2000, cuando su familia al completo hizo las maletas rumbo a las playas ibicencas. Desde entonces, este excéntrico licenciado en Producción de Medios de Comunicación que trabaja como diseñador gráfico en Berlín ha volado a España religiosamente casi cada año de forma rutinaria.
¿Por qué? "Muy sencillo, buen clima y playas estupendas son, junto con alcohol a precio de saldo, los ingredientes indispensables de las vacaciones de todo buen irlandés", apunta entre risas. Con este lema, Courtney recorrió desde la costa Brava hasta la Costa Blanca. Sin embargo, se llevó la mayor sorpresa el año pasado, cuando viajó con su novia una alemana que habla español a Tarragona a visitar a antiguos amigos. "Me encantó", declara.
Hasta entonces, sus vacaciones se habían reducido a playa y sol, mientras que en 2010 pudo conocer más a fondo la cultura española. "Ahora huyo de la costa este, pues está muy masificada", insiste. Lanza una crítica constructiva: "En España está todo tan orientado al turismo que, a no ser que uno se esfuerce o conozca a alguien de allí, cuando va como turista no vive nada de la cultura nacional". // PATRICIA BAELO | BERLÍN
"Sol, playas, tapas y hablar castellano"Noël Martin, y la familia que forma con su esposa y sus tres hijas, regresa a España este verano tras tres años de ausencia. Y no lo hace sólo por los orígenes españoles de los padres de este ejecutivo de France Telecom en Toulouse. "Nuestros criterios de selección para las vacaciones son: sol, playa, tapas y poder hablar algo en español con la gente", explica."A nosotros, ni siquiera se nos ocurre plantearnos irnos de vacaciones a un lugar que no esté cerca de la playa. Es más: yo diría que para nosotros lo importante es hasta vivir con los pies en el agua", señala de antemano. Este verano, la familia Martin ha alquilado, durante una quincena, un bungaló en el Port de la Selva, en cap de Creus. Será el regreso a España tras tres años de ausencia, durante los cuales habían preferido pasar las vacaciones en la isla francesa de Córcega. "Volvemos para poder hablar en lengua castellana. Además, podremos incluir en las salidas eso de ponerse en una terraza con una buena caña y unas tapas. Por último, a nosotros nos gustan los horarios ibéricos", explica Nöel.
De su última visita, en cabo Roig, cerca de Orihuela, los Martin guardan un mal recuerdo. "Hasta en las cabinas telefónicas no había carteles en castellano". // ANDRÉS PÉREZ |PARÍS
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