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La rebelión contra Brown se crece por la debacle en Europa

El Gobierno laborista sufre una rotunda derrota en las urnas

DANIEL DEL PINO

Con los resultados de las elecciones europeas confirmados, el primer ministro británico, Gordon Brown, afronta el que posiblemente será el día más duro de su carrera política. Los laboristas, que habían estimado que cualquier resultado por debajo del 20% de los votos resultaría catastrófico para su imagen vieron cómo se confirmaba la debacle bien entrada la madrugada. Los conservadores de David Cameron se erigen claramente como la primera fuerza política recogiendo el 28,6% de los votos; los euroescépticos del UK Independence Party consiguieron el 17,4%; y lo que es peor, la extrema derecha encabezada por el líder del National British Party conseguía, con el 6,5% de los votos, sus dos primeros asientos en el Parlamento Europeo.

Los laboristas se quedaron muy lejos de ese 20% que marcaba el límite de crédito de Brown y descendieron a la tercera posición en las elecciones con un pobre 15,3% de los votos, el peor resultado del partido después de la II Guerra Mundial. Pero esa cifra no va a ser más que una anécdota que se utilice como excusa para avivar la conspiración contra Brown dentro de su propio partido.

Esta tarde los laboristas se reúnen en el Parlamento para discutir los resultados y de ahí saldrá reafirmado el movimiento anti Brown que puede acabar con la dimisión del primer ministro. Pero esto no es tan sencillo como parece a primera vista. Para que los laboristas den ese giro de 180 grados hay un único requerimiento: que haya al menos 50 diputados laboristas que firmen la sentencia de muerte. La reacción de Brown y sus declaraciones post cataclismo serán un buen termómetro para comprobar si los laboristas aún confían algo en su líder.

Brown, que se ha negado repetidamente a dimitir, ha conseguido acumular demasiados cadáveres en el armario en apenas un mes. Con las encuestas totalmente en contra desde hace un año, el ‘premier' ha visto primero como la opinión pública le ha acusado de no saber lidiar con el escándalo de las cuentas de gastos de los diputados destapado por el Daily Telegraph.

Como consecuencia de ello, seis ministros dimitieron la semana pasada obligando a Brown a remodelar el Gobierno antes de que se publicaran los resultados de las europeas y confirmando la pérdida de confianza de sus propios compañeros de partido; en tercer lugar está la rotunda victoria de los tories tanto en las elecciones locales de la semana pasada como en las votaciones al Parlamento Europeo; por último, Brown va a cargar con una consecuencia de la crisis política que reina en el país: el ascenso de la extrema derecha de Nick Griffin, algo de lo que se le responsabiliza como si fuera él el que hubiera estado pidiendo el voto para el BNP.

Independientemente de las consecuencias que tengan para Brown los resultados de estas elecciones, que no olvidemos tienen carácter nacional y que son una buena manera de medir el apoyo a los laboristas en el Reino Unido, preocupa también la corriente antieuropeísta que parece haberse instalado en las islas.

Empezando por los conservadores, que han decidido desmarcarse del Partido Popular Europeo por juzgarlo demasiado federalista. Cameron tiene trabajo por delante para decidir cuál será su posicionamiento en Bruselas. Con los resultados en la mano, 24 escaños, sólo le faltaría la presencia de seis políticos más de otros países para conformar su propio grupo parlamentario. Las normas de la Eurocámara les obligan a contar con al menos 25 eurodiputados de siete países distintos y ahí es donde tendrán que negociar.

tories

Siguiendo con los nacionalistas del UK Independence Party, cuya ascensión en lo que a elecciones europeas se refiere ha tomado cuerpo en 2009. Los del UKIP abogan por cortar la independencia del Parlamento Europeo y  cerrar las fronteras del Reino Unido a la llegada de trabajadores extranjeros.

En plena crisis económica, los partidos con el discurso más populista suelen sacar tajada. Y ahí es donde termina este trío antieuropeo del Reino Unido, con el BNP. La extrema derecha se benefició de la caída a los abismos de los laboristas consiguiendo no uno, como le daban las encuestas, sino dos escaños en el Parlamento, por primera vez en su historia, y para la vergüenza de los partidos moderados británicos. El discurso del BNP es el típico en partidos de esta clase: no a la inmigración, a los musulmanes y a los homosexuales; y trabajo para los británicos.

Para completar el portazo a Europa, si Gordon Brown es forzado a dimitir, el Reino Unido entrará en un proceso electoral que retrasará sin duda y una vez más la ratificación final del Tratado de Lisboa que está pendiente de su aprobación en la República Checa e Irlanda. Como los conservadores ganarían las elecciones generales, habría que ver cuál es su postura con respecto a Lisboa.

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