Este artículo se publicó hace 12 años.
Sánchez-Albornoz asegura que "los países no maduran políticamente si olvidan su pasado"
El historiador Nicolás Sánchez-Albornoz, que acaba de publicar un libro de memorias sobre su experiencia en las cárceles franquistas y en el exilio, ha dicho hoy que los países no pueden madurar políticamente si olvidan su pasado.
Tras señalar que "los países no pueden madurar políticamente si no saben lo que sucedió en el pasado", ha advertido de que "siempre hay intereses para que no se sepa ese pasado, porque una cosa es recordar y otra, que es lo que temen, pedir cuentas".
Al respecto, el historiador madrileño considera que cuando el juez Baltasar Garzón inició un proceso contra el franquismo "no se proponía que los culpables rindieran cuentas porque los causantes ya estaban muertos, pero sí que se desenmascarara el origen".
Califica de insuficiente la ley de la memoria histórica, aprobada por el gobierno anterior, que "estaba bien en su objetivo, pero tropezó con un intento de hacer borrar la información de los archivos, tachando el nombre de los implicados en la represión, por lo que el resultado es que la ley se ha quedado corta".
En el libro, "Cárceles y exilios" (Anagrama), Sánchez-Albornoz relata en secuencia cronológica sus andanzas en las cuatro décadas del franquismo, en un libro que "combina sus recuerdos con documentos consultados en los archivos militares y en el de Asuntos Exteriores", que le acerca más a su trabajo como historiador.
También pretende ser "un libro de tesis" que se interroga sobre la utilidad que tuvo para los españoles "haber vivido 40 años de Franco", justo el tiempo que duró su exilio, desde el estallido de la Guerra Civil con el asalto del Cuartel de la Montaña en Madrid, hasta 1976 con la muerte del dictador.
Piensa Sánchez-Albornoz que "España hubiera vivido mejor y llegado más lejos si no hubiéramos tenido que sufrir esos 40 años".
El libro recoge el paso del historiador por tres cárceles franquistas: Alcalá, Carabanchel y Cuelgamuros; su primer exilio infantil, acompañando a su padre, el ministro de la República Claudio Sánchez-Albornoz; y el segundo exilio en Francia, ya adulto.
Su paso por las cárceles se sitúa entre "las prisiones espantosas de después de la guerra, que no conocí -ha dicho-, o las de los últimos años del franquismo, con una represión menos furibunda".
En uno de los capítulos, el autor se detiene en la sonada fuga que protagonizó en 1948 del Destacamento Penal de Cuelgamuros, donde cumplía condena en la construcción del mausoleo del dictador, el denominado Valle de los Caídos.
"Cárceles y exilios" prosigue con su exilio a Argentina, donde el golpe militar interrumpió su carrera universitaria en 1968, que le lanzaría a un tercer exilio, en Nueva York.
Recuerda, no sin cierta ironía, la anécdota de que ha podido constatar con documentos que hubo en 1948 un intento diplomático desde Perú, a instancias de su padre, para que fuera indultado, aunque Franco denegó esta posibilidad.
"Es divertido pensar que si me hubieran indultado me habrían frustrado los posteriores exilios", indica socarrón.
Aunque al cabo de 8 meses el expediente se cerró exculpando a los funcionarios de la fuga, "a los pocos días de instalarme en Nueva York, el consulado español me comunicó que se había reactivado el expediente de fuga de hacía veinte años, que denota una obsesión".
Sin negar la crueldad del régimen penitenciario, admite que "en Cuelgamuros estabas en plena naturaleza y el preso se mantenía activo, en mi destacamento con trabajos de albañilería, pero hay que preguntarse por la perversidad del sistema que permitía al Estado hacer negocios alquilando a los presos a empresas privadas.".
En relación al futuro del Valle de los Caídos, Sánchez-Albornoz plantea que se eliminen los "simbolismos negativos" que tiene el monumento, es decir, que se entreguen a las familias los restos de Franco y José Antonio, porque "no hay en Europa ningún monumento dedicado a un ser maligno como Franco".
Jose Oliva
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