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Terror, chucherías y sexo oral desde un banco de la A-66

Antonio Luque se lleva al banco trasero de su 'Folksbajen' dos litros de cerveza helada, que amenizan el viaje hasta la ciudad donde tenga el concierto

ANTONIO LUQUE

Es verano y estoy en el balcón, sentado sobre un taburete. Escribo por encargo. Me leeréis pronto en el periódico, luego (por tanto) iréis a los conciertos de Sr. Chinarro (es mucho suponer, lo sé, pero escribo, porque lo haré cómo y acerca de lo que me dé la gana: contar un viaje de un grupo en furgoneta, un viaje de placer o lo contrario, el viaje turístico, o, digo más, el viaje que con cierta cursilería podría afirmar que es la vida misma. No es más que una sucesión aburrida de anécdotas exageradas y neuróticamente entrelazadas en una búsqueda constante de un sentido que, señoras y señores, no está ni, por lo que a mí respecta, se le espera ya).

En los veranos de los ochenta pasé los mejores momentos de mi vida sentado en un banco de hierro fundido pintado de amarillo, oxidado en la soledad de cada invierno y decenas de veces primaveralmente repintado por el abominable y canoso portero de la urbanización gaditana de playa en la que tuve la suerte de ser exiliado de mi ciudad-horno: Sevilla.

Antonio Luque se lleva al banco trasero de su Folksbajen' dos litros de cerveza helada, que amenizan el viaje hasta la ciudad donde tenga el concierto

La pandilla del banco cambiaba: algunos tenían padres que preferían cambiar el color de la arena cada verano, otros alcanzaban la edad gloriosa del alcoholismo incipiente, otras, ellas, se echaban ligues en bloques cuyos portales quedaran fuera del alcance de los balcones de los padres y de nuestra conversación infinita, otros, los más débiles, se cansaban de ser el blanco de las tentativas de liderazgo del resto o de la medición permanente de nuestras fuerzas respectivas, y así quedamos unos pocos: el Paquito, el Grumete, el Benito, el Traime, el Luis... Me falla la memoria (gracias a Dios: me gusta pensar que este sinsentido es nuevo).

Nos dedicábamos con verdadera profesionalidad a:

- Hacer puntería con la farola.

- Burlar el don de la ubicuidad del portero abominable (sin éxito).

- Conseguir prórrogas en el horario determinado por las autoridades pertinentes (los padres).

- Investigación OVNI (la influencia televisiva era ya colosal).

- Rezar para que la criada del bajo A-4 del bloque tres, lozana ella, volviese a practicar visiblemente sexo oral en el salón con un macarra que aparecía en moto de vez en cuando.

- Contar historias de terror (tarea de Paquito, hoy funcionario de prisiones).

- Comprar chucherías (se picaban los dientes).

-No tiene sentido la nostalgia, ¡pero es una sensación tan pura! ¿Debería escribir 'sentimiento' en vez de 'sensación'? Bah, es mejor no pensar en los sentimientos cuando se está escribiendo a solas.

El 27 de agosto tocaremos en Gijón y el 8 de septiembre en Sant Boi de Llobregat, pero viajamos en avión. A Gijón iremos en furgoneta por la ruta de la plata. Qué nombre tan sugerente. Se pican los dientes. Ahora se llama A-66. ¿Por qué no 'Route 66'? Ya que las administraciones se emplean a fondo en cambiar carteles...

El verano no habrá acabado aún el día 27 de agosto. Mi hijo habrá vuelto con su madre y será ella quien le diga a él cuándo debe volver a casa. En cuanto salgamos del polígono industrial donde ensaya Maga y yo guardo mi amplificador, cuyo diseño me recuerda al de la máquina de escribir con el que mi padre hacía sus facturas aunque no tanto como el de Jordi, el guitarrista, que tiene además el mismo color: verde (su amplificador, no él mismo, él no es verde, aunque no le gusta nada ir a la playa), en cuanto pasemos por la gasolinera, bajaré a pagar y llevaré de vuelta al banco trasero de la Folks-bajen dos litros de cerveza helada. Como cualquiera puede comprender, ya no me satisfacen las cajas de Smint.

Por lo demás, apenas ha cambiado nada. Repasemos:

-Puntería en el mástil de las guitarritas.

-Burlas a radares y guardias.

-Regreso apresurado a casa (mi jaula no cuenta como tal).

-Investigación musical (canciones que no suenen a La Tierra, a Lo De Siempre, please).

-Rezos para que las mozas sigan practicando.

-Contar historias de humor (¿qué puede asustarnos? ¿La cárcel?)

-Comprar chucherías.

-Se pican, sí.

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