Con el calor excesivo pensamos peor
Un estudio de la Universidad de Pensilvania ha demostrado que el calor afecta al rendimiento académico: cuanto más calurosos fueron los días previos a los exámenes, peores fueron las calificaciones.
Estudios recientes, como el realizado en la Universidad de Adelaida, en Australia, advierten de mayor riesgo de trastornos mentales y de conducta cuando las temperaturas suben.

"Los periodos de altas temperaturas serán más comunes y más intensos. Como han demostrado las recientes olas de calor, las altas temperaturas son una amenaza para la salud y el bienestar y reducen la productividad económica", afirma el último informe del Comité para el Cambio Climático británico.
En este sentido, son muchas las investigaciones que documentan las consecuencias del calor excesivo en nuestras capacidades intelectuales. Para empezar, empeora la calidad del sueño, algo que tiene efectos directos en la productividad, al reducir la concentración y el estado de alerta. De hecho, algunos estudios apuntan que tener la casa demasiado caliente por la noche reduce en una o dos horas el tiempo de sueño.
Con ola de calor, nos referimos a que las temperaturas máximas y mínimas superan el promedio histórico para esa localidad y época del año, y se mantienen así durante, al menos, tres días seguidos. Por tanto, no existe una cifra exacta que se considere "calor extremo" -aunque algunos investigadores han tomado como referencia el umbral de 32 ºC-. Otro factor a tener en cuenta es la humedad ambiental, que hará que la sensación térmica varíe.
Nuestra relación con el tiempo
"El ser humano es una unidad psicofisiológica, en continua interacción entre mente, cuerpo y medio ambiente, donde se incluyen muchos factores, desde las relaciones interpersonales al tiempo atmosférico", señala a Público el psiquiatra Luis de Rivera, presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática.
En este sentido, "el calor excesivo impacta directamente en el rendimiento del cerebro. Para intentar enfriar el cuerpo, el cerebro ordena el desvío de una gran cantidad de sangre hacia la piel, desde otras partes del organismo, incluyendo el propio cerebro", explica por su parte a Público el doctor Luis Hernández Herrero, psicoterapeuta especializado en Medicina del trabajo.
"La zona más afectada por este trasvase de energía es el córtex prefrontal, centro de mando donde se toman las decisiones conscientes. Esto produce directamente una merma de las capacidades cognitivas básicas, como la capacidad de atención, la memoria a corto plazo o la capacidad de reacción", indica este especialista.
Bajo el estrés térmico, "el pensamiento se vuelve más lento, rígido y simplista, disminuyendo su capacidad de solucionar los problemas que se le presentan", advierte.
Es más, como recoge un informe de los Institutos de Salud estadounidenses, la exposición prolongada del calor extremo puede provocar daño celular, inflamación y estrés oxidativo en el cerebro, acelerando el deterioro cognitivo".
El estrés tiene la culpa
"Nuestra capacidad de respuesta ante las situaciones cotidianas que requieren atención se ve mermada cuando tenemos que lidiar con factores ambientales estresantes, que nos vuelven más vulnerables emocional y cognitivamente", apunta Luis de Rivera.
Entre esos factores externos que nos producen estrés están, por ejemplo, el calor excesivo y otras condiciones meteorológicas extremas, los ruidos continuados, la violencia o los conflictos sociales, nos explica. "Nuestro organismo se ve forzado a lidiar con estos elementos que considera una amenaza, pero al mismo tiempo no depende de nosotros cambiarlos", añade.
Es entonces cuando se pone a prueba la capacidad de adaptación fisiológica que, como observa Hernández Herrero, "si no funciona, puede derivar en estrés emocional y todo empeora, pues el estrés emocional supone mayor demanda para un cerebro con sus capacidades mermadas por el calor excesivo".
Aprendemos peor
¿Cómo afecta el calor al rendimiento académico? Un estudio de la Universidad de Pensilvania (EEUU) lo comprobó tomando como muestra a 10 millones de estudiantes en relación a sus notas en los exámenes PSAT en Estados Unidos -una prueba parecida a la selectividad española, que se realiza a final de secundaria o en primero de bachillerato-.
Los resultados demostraron que, cuanto más calurosos fueron los días previos a los exámenes, peores fueron las calificaciones, "algo especialmente notorio en días de calor extremo", señalan los autores. Por otra parte, comprobaron que las instalaciones de aire acondicionado en escuelas e institutos mitigaban este efecto negativo en el estudio.
Según sus cálculos, sin sistemas de climatización en los centros educativos, "un aumento de 0,5 ºC en la temperatura media anual se traduce en una disminución del 1% en el aprendizaje". Por esta razón, "el calor afecta de forma desproporcionada a los estudiantes de barrios pobres y marginales, que no tienen acceso a estas infraestructuras en sus lugares de estudio", observan los autores.
A la misma conclusión ha llegado otro trabajo publicado este año, que observa la relación entre la exposición al calor extremo y las capacidades cognitivas en 10.000 niños de nueve y 10 años.
"Son necesarias políticas que mejoren el acceso a infraestructuras con temperaturas adecuadas, mayores zonas verdes y priorizar a poblaciones de riesgo", advierte Shervin Assari, del departamento de Medicina Interna de la Universidad Drew de Medicina y Ciencia de Los Ángeles, autor principal del estudio.
Consecuencias en el trabajo
Los adultos tampoco se salvan. Cuando un equipo del Instituto para la Investigación Social de la Universidad de Michigan midió el rendimiento cognitivo de 30.000 personas mayores de 45 años expuestos a cortos periodos de calor o frío extremo, observó que este decaía. Incluso, señala una correlación con el deterioro cognitivo en los más mayores.
La disminución en la efectividad y la calidad del trabajo se acompaña en estos casos de un aumento de los accidentes laborales y riesgos para la salud (deshidratación, golpe de calor).
Si, encima, el trabajador sufre un estrés crónico de fondo -como ocurre en el caso del burnout o en situaciones de acoso laboral-, el calor excesivo constituye una fuente más de estrés que se suma a las anteriores y puede ser especialmente dañino, alerta Hernández Herrero.
Por otra parte, este experto nos recuerda los síntomas precoces de "alarma de estrés térmico": sed intensa, fatiga, calambres, sudoración excesiva, niebla mental, dificultad para concentrarse o irritabilidad inusual. "Deben ser tenidos en cuenta para tomar medidas de inmediato", recalca.
Más irritables e impulsivos
"Irritabilidad y agresividad o, en la otra cara de la moneda, profunda apatía" son algunas de las conductas exacerbadas por el calor, según el psiquiatra Luis de Rivera. "Somos más proclives a los arrebatos violentos en épocas de más calor. Por algo decimos eso de me está calentando cuando algo nos está poniendo furiosos", reflexiona.
Esto ocurre, según este experto, porque el factor estresante activa la respuesta fisiológica de lucha o huida, con la producción de hormonas del estrés (cortisol) y la inhibición del pensamiento racional y analítico.
En estas situaciones, prima nuestro cerebro instintivo, nos volvemos más impulsivos y tendemos a reaccionar sin pensar en las consecuencias. Además, funciona peor nuestra capacidad de atención y planificación, la lógica y la memoria.
"Cuando estamos bajo un calor insoportable, podemos pensar en poco más que en descansar a la sombra o en refugiarnos en un lugar climatizado. Pero, si además de eso estamos obligados a hacer otra cosa -la comida de los niños, el informe para el jefe, etc-, el equilibrio se vuelve inestable... y es entonces cuando saltamos".
Riesgos para la salud mental
Pero no es solo que pensemos peor. También tenemos más dificultad para controlar impulsos o para mantener a raya patrones de pensamiento poco adaptativos. De hecho, estudios recientes, como el realizado en la Universidad de Adelaida, en Australia, advierten de mayor riesgo de trastornos mentales y de conducta cuando las temperaturas suben.
"Los elementos climáticos -como la temperatura, la humedad, la presión y el viento- pueden tener un impacto directo en la salud mental. En concreto, durante las olas de calor, hay más ingresos en urgencias psiquiátricas por cuadros de depresión, ansiedad, trastornos del sueño o psicosis", confirma por su parte Luis de Rivera.



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