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Un cáncer de mil demonios

La pobreza genética explica el contagio tumoral entre los diablos de Tasmania

JAVIER YANES

Desde hace más de diez años, una misteriosa enfermedad conocida como tumor facial del diablo (DFTD, por sus siglas en inglés) amenaza con precipitar al diablo de Tasmania hacia la extinción. Lo que a todas luces parece un cáncer contagioso ha desconcertado a los expertos, que han tratado sin éxito de encontrar un virus u otro factor responsable de la transmisión.

Científicos de la Universidad australiana de Sydney parecen haber dado con la clave que aclara, por fin, los aspectos más oscuros de este mal.

Según publican esta semana en la revista PNAS Katherine Belov y sus colaboradores, desde 1996 el DFTD ha reducido a la mitad la población del mayor carnívoro marsupial del mundo, confinado en estado salvaje a la isla de Tasmania.

Desde las comunidades aún no afectadas, como la del noroeste isleño, se han trasladado especímenes a Australia en un intento por preservar la especie de los estragos de la terrible enfermedad, que se manifiesta con lesiones en lacabeza y el cuello, y causa la muerte del animal entre tres y seis meses después.

El DFTD no es el primer caso de cáncer contagioso entre animales. El tumor venéreo transmisible canino se expande entre los perros por las relaciones sexuales, utilizando un mecanismo similar al que los cánceres suelen emplear para burlar el sistema inmunitario: neutralizar los antígenos de histocompatibilidad (MHC), un sello genético de cada individuo que actúa como barrera y que es responsable del rechazo a los trasplantes, además de impedir el contagio de los cánceres humanos.

Camuflaje inmunológico

En el caso del DFTD, los investigadores ya conocían que el tumor se transmite por mordeduras. Descartada la intervención de un virus, el pasado año la bióloga Anne-Maree Pearse publicó en Nature la confirmación de que se trata de un tumor contagioso, donde el parásito es la propia célula tumoral. Pero al contrario que en la dolencia canina, el DFTD no neutraliza el sistema MHC. Y, sin embargo, de algún modo logra suprimir la respuesta inmunológica.

Analizando los genes de los diablos de Tasmania y de los tumores, Belov ha dado con la solución al enigma. Como ocurre en otras especies geográficamente aisladas y sometidas a una intensa endogamia, los diablos han perdido diversidad genética, incluyendo la individualidad del MHC. El resultado es que el sistema inmune de un ejemplar cree que las células de otro son propias, lo que permite al tumor pasar desapercibido.

Para algunos científicos, estos cánceres monoclonales –derivados de una sola célula–, que actúan como parásitos, deberían considerarse nuevas especies. En sus 200 años de vida, el tumor canino ha prosperado como un parásito crónico y no mortal, una evolución que estaría sufriendo ahora, precisamente, el DFTD.

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