Este artículo se publicó hace 13 años.
Un yogur español contra la hipertensión
Un ingrediente elaborado por el CSIC contra esta enfermedad, que afecta a diez millones de españoles, llegará en marzo
Aunque la mayor parte no lo sabe, unos diez millones de españoles sufren hipertensión arterial, una enfermedad que mata a 45.000 personas cada año, según la Sociedad Española de Hipertensión. Hay un inmenso arsenal de medicamentos contra esta dolencia, pero en los casos menos graves basta con una buena dieta, combinada con ejercicio físico, para alejar el riesgo cardiovascular, la probabilidad de sufrir un infarto, una hemorragia cerebral o un fallo renal.
Una investigación del CSIC presenta ahora una nueva alternativa para este grupo de hipertensos moderados: un yogur. Los científicos, dirigidos por Isidra Recio, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación, en Madrid, han dado con un "nuevo ingrediente alimentario con propiedades antihipertensivas demostradas", según el propio organismo.
En plena polémica por las hipérboles de algunos alimentos funcionales Danone tendrá que pagar 21 millones de dólares en EEUU por exagerar los beneficios para la salud de sus bebidas Activia y Actimel, Recio asegura que es el primer ingrediente de este tipo 100% español y que funciona. Será comercializado por una gran cadena de supermercados a partir de marzo de este año.
El ingrediente, bautizado Lowpept, está compuesto por dos fragmentos concretos (dos péptidos) de las proteínas de la leche de vaca. Es como una especie de queso en polvo que se puede añadir a varios productos lácteos. El gran problema, bromea Recio, es que el ingrediente, sin más, "sabe muy amargo, como un queso del tipo de la torta del Casar de Extremadura". Y ahí entra el programa CENIT del Ministerio de Industria, que puso dinero para fomentar la colaboración entre el CSIC y una empresa biotecnológica privada, la pontevedresa Innaves. El objetivo: lograr un buen sabor y llevar los péptidos desde el laboratorio a los frigoríficos de los consumidores.
Sabor a frutasEl proceso ha sido laborioso y ha costado un millón de euros, el 40% procedente de las ayudas del ministerio. El CSIC tardó cuatro años en lograr el ingrediente e Innaves ha empleado otros cuatro años en conseguir un yogur "que sabe a frutas y reduce la hipertensión", según comenta el catedrático de la Universidad de A Coruña y gerente de Innaves, Francisco Gómez.
Lowpept es un alimento, no un fármaco, ya que para elaborarlo se sigue el mismo proceso que con algunos quesos. Sin embargo, se ha probado su efecto en humanos. Durante seis semanas, 34 voluntarios hipertensos tomaron uno de estos yogures cada día en el hospital Ramón y Cajal de Madrid. Su presión arterial sistólica media disminuyó de 154 milímetros de mercurio hasta los 139, perdiendo la etiqueta de hipertensos, fijada a partir de 140. El grupo de hipertensos que tomó yogur con placebo no experimentó mejoría. Y un tercer grupo, con tensión normal, tampoco registró ningún cambio tras tomar un yogur con Low-pept al día durante seis semanas. "A los hipertensos les baja la tensión y a las personas con tensión normal no les hace nada. Un niño se puede tomar cinco de estos yogures si le gustan", explica Gómez.
La empresa biotecnológica gallega trabaja ahora en la producción del yogur con el gigante francés Senoble, desconocido para el público pese a ser uno de los principales fabricantes de productos lácteos de marca blanca de Europa. Sus fábricas, una de ellas en Noblejas (Toledo), requieren cada año 650 millones de litros de leche.
El presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, el médico Javier Aranceta, cree que el nuevo yogur "es una buena noticia". Para Aranceta, que no ha tenido nada que ver con el desarrollo o la comercialización del ingrediente del CSIC, el producto "puede ayudar a las personas con hipertensión leve a no tener que recurrir al consumo de fármacos, que tienen efectos colaterales". Además, subraya, "la patente es española". Otros péptidos similares presentes en el mercado, uno japonés y otro finlandés, son "menos efectivos", según la investigadora del CSIC.
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