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"En un ambiente de opresión, las víctimas se convierten en verdugo"

“Bernarda Alba somos todos, su casa es el mundo”, explica Carlota Ferrer que dirige y coreografía 'Esto no es La casa de Bernarda Alba', una versión libre del clásico de Lorca que indaga en un discurso feminista radical en boca de hombres.

Ensayo de 'Esta no es La Casa de Bernarda Alba'.- ALBA PUJOL

Se abre el telón. En un museo se exhibe la obra La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. Un conjunto de hombres artistas construyen una serie de instalaciones plásticas y escenas performativas a partir de la fábula que nos legó el poeta, encarnando los roles femeninos y desafiando así la norma establecida de que los personajes femeninos han de ser interpretados por mujeres.

"Bernarda es un arquetipo que representa el dictador, pero también la opresión del hombre"

“Apuesto porque no haya límites a la libertad creativa ni a la libertad social, el hecho de que un puñado de hombres representen a mujeres sobre el escenario es también una denuncia de la necesaria indefinición de géneros”, explica Carlota Ferrer, al frente Esto no es La casa de Bernarda Alba, una versión libre de José Manuel Mora del clásico de Lorca, que se podrá ver en los Teatros del Canal de Madrid desde este jueves y hasta el próximo 7 de enero de la mano de actores como Eusebio Poncela, Igor Yebra, Óscar de la Fuente o David Luque.

En Esto no es La Casa de Bernarda Alba nos hallamos ante la búsqueda de un discurso feminista radical, un mirada que ya va intrínseca en la obra de Lorca y que, como explica Ferrer, sigue ofreciendo claves para entender lo que nos duele como sociedad. “Federico es un hombre que da voz a las mujeres, un hombre que vive una época en la que también él está sometido al heteropatriarcado, dejando la libertad en manos de otro, que es Pepe el Romano”.

"Lorca es un hombre que vive también sometido al heteropatriarcado"

Es ahí donde Ferrer sitúa una de las vetas de la obra, en ese cuestionamiento constante de quién es la víctima y quién el verdugo. "Federico plantea que cuando se da un ambiente de opresión las víctimas tienen la capacidad de volverse verdugo y, en ese sentido, Bernarda es un arquetipo que representa el dictador, pero también la opresión del hombre". Una figura que, según confiesa la directora, se situará durante la obra en el patio de butacas con una intención clara: "Bernarda somos nosotros; la sociedad que ejerce también de verdugo y hace que con su silencio la barbarie siga existiendo".

"Ni pesadas, ni feminazis, queremos igualdad"

Cuenta Ferrer que percibe con desazón ciertos comentarios que tildan a las mujeres de "pesadas" o "feminazis" por el simple hecho de reivindicar la igualdad. "Tenemos que aprender a gestionar emocionalmente esta nueva situación en la que parece que vivimos un momento de cambio, que es muy lento pero al tiempo muy necesario", advierte la directora.

Una apuesta feminista que Ferrer ha llevado hasta sus últimas consecuencias y que plasma ya no sólo en el contenido, sino en el mismo proceso interno de la representación. "Existe todavía esa vieja visión de que el director tiene que ser un tirano que se sitúa contra los actores. En ese sentido, creo que algo muy interesante que hemos conseguido desde una óptica feminista es aprender a trabajar en colaboración, tanto el equipo técnico como el artístico".

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