Este artículo se publicó hace 14 años.
El arte político toma la calle
Dosjotas denuncia los límites de una sociedad vigilada con intervenciones en edificios públicos
No muestra la cara. No porque quiera hacer como Banksy, artista británico de arte urbano casi más famoso por su anonimato que por sus obras. Simplemente porque necesita sentirse ilegal. Si se revelara su nombre y apellido, le caerían unas cuantas multas millonarias, claro está. Dos-jotas así se identifica el artista madrileño insiste en que "sin legalidad, no hay crítica que valga".
Sale de noche, cuando apenas queda gente en las calles. Una vez identificada su víctima, Dosjotas ataca: "La regla es hacerlo todo en un minuto, ni un segundo más". El artista aprovecha los pivotes de la acera para crear sombras de policía, los carteles públicos para transmitir mensajes políticos y/o alternativos. En parques de Madrid, Dosjotas pintó encima de los carteles No pisar y sustituyó esta orden de prohibición por No soñar, No crear, No errar o No luchar.
"Una negación es la mayor afirmación", precisa el artista. "Mi objetivo es despertar en cada uno de nosotros una pequeña reflexión. Mis mensajes son discretos, pero por eso funcionan mejor: quien lo descubre lo interpreta de manera más íntima", añade. Perfectamente asimiladas al paisaje urbano, sus obras apenas son visibles; hay que abrir bien los ojos. "No quiero añadir ruido al paisaje. Además, si los equipos de limpieza no las ven, no las borran". Algunas ya llevan más de dos años en las calles.
El ego de los grafiterosLicenciado en Bellas Artes, el artista Dosjotas trabaja de barrendero para pagar las facturas de fin de mes. "Estoy pensando en hacer un doctorado, aunque para mí lo más importante es mi libertad como artista", confiesa. Sin embargo, tiene claro que no quiere convertirse en un grafitero de moda o un Bansky en potencia: "El problema del grafiti es el ego. Sólo hay que demostrar que pintas más que los demás y ya está. ¡Yo no hago grafiti, sino intervenciones urbanas!". Y Banksy ya es demasiado conocido: "Se ha convertido en una marca. Mucha gente le respalda, le protege. Yo no sé dónde llegaré, pero no seré como él".
"El problema del grafiti es el ego. Sólo hay que pintar más que los demás"
El trabajo de Dosjotas se articula entre tres temáticas: sociedad de masas, seguridad y sociedad del miedo y ciudad logotipo. "Madrid lo reúne todo porque es una ciudad muy vigilada, con las cámaras y la presencia de policías en las calles. ¡Me parece que hay más que en Nueva York!", exclama el artista, quien también dejó unas de sus huellas artísticas en la Gran Manzana.
No soporta en lo que se ha convertido su ciudad: "Primero fue Barcelona, que ya es una marca exportable desde los Juegos Olímpicos de 1992. Madrid va por el mismo camino, con la remodelación de algunos barrios, como Lavapiés".
Dosjotas nació, creció y sigue viviendo en el barrio de Usera, aunque tiene un taller en Lavapiés: "Además de las cámaras de vídeo, han rodeado el barrio con grandes centros de cultura, como el Museo Reina Sofía y la Casa Encendida. El problema es que nos dicen hasta dónde tenemos que ir y qué tenemos que ver cuando queremos cultura". En las pancartas turísticas que indican los grandes instituciones, como el Reina Sofía, el Prado o la Fundación Thyssen, Dosjotas sustituyó el dibujo de un museo por una iglesia.
En solitarioSiempre actúa solo. Primero acude a los sitios que le interesan, saca fotos, da un paseo por la zona del delito. Una vez en su taller, fabrica plantillas de los mensajes que quiere pintar. "Nunca me han pillado, nunca tuve ningún problema", asegura. Cuando se fue a Nueva York y a San Francisco, se llevó pintura y plantillas en la maleta.
Sus salidas nocturnas son buenos recuerdos; la primera fue en 2007 y desde entonces no ha parado de "intervenir": "Es un hobby caro, me cuesta unos 100 euros al mes". Sólo se acuerda de una vez en que lo pasó mal: "Era una noche de invierno y hacía mucho frío. La pintura seca lentamente, así que decidí hacer tres intervenciones a la vez. Mientras secaba la pintura de fondo, iba a la otra y luego tenía que volver para escribir con la plantilla. ¡Agotador!".
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