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Bobby Fischer, un peón en manos de Nixon

Tobey Maguire interpreta al genial ajedrecista americano en ‘El caso Fischer’, película de Edward Zwick que muestra cómo EEUU y la URSS convirtieron el Campeonato del Mundo de Ajedrez de 1972 en el tablero de juego de la Guerra Fría

Fotograma de la película 'El caso Fischer'.

BEGOÑA PIÑA

@begonapina

MADRID.- “El peón es el más importante instrumento de la victoria”, sentenció Wilhelm Steinitz, primer campeón del mundo de ajedrez. No sabía entonces el austriaco hasta qué punto sus palabras se iban a convertir en una ácida realidad casi un siglo después cuando Bobby Fischer y Boris Spassky lucharan por el título en Reikiavik, en 1972, en plena Guerra Fría.

El caso Fischer, la nueva película de Edward Zwick, muestra cómo los EEUU presididos por Nixon convirtieron al genio de Brooklyn en su peón particular contra los soviéticos.

Con Tobey Maguire en el papel del ajedrecista americano y Liev Schreiber, en el del jugador soviético, la película retrata la manera en que aquellos dos genios del tablero se convirtieron en las piezas de una guerra que se jugaba en una mesa mucho mayor.

“En el sistema soviético una persona era propiedad del Estado, un eslabón más de la cadena que ellos convertían en lo que querían”, reconoció el año pasado el mismísimo Spassky en una entrevista concedida a Chess24, donde dijo: “En su tiempo el ajedrez sirvió a la política y ésta la empequeñeció”.

La partida del siglo

Con guion del británico Stephen Knight (Promesas del Este), la película sigue los pasos de Fischer desde la infancia hasta el duelo islandés, que se conoció en el mundo entero como “la partida del siglo”.

El campeonato se convirtió en un (auténtico y metafórico) campo de batalla. El propio ajedrecista diría en algún momento que “el ajedrez es una guerra sobre un tablero y el objetivo es aplastar la mente del adversario”. En aquel torneo, el chico estrafalario de Brooklyn abatió al gran oso soviético.

Con una gran interpretación de Tobey Maguire, la película juega con la rivalidad internacional y las estrategias políticas del más alto nivel, pero al mismo tiempo retrata la personalidad de un genio que vivió en el límite de la locura.

Bobby Fischer, que se hizo famosísimo aquel año porque, como le dijo su mánager y abogado, “usted es el único americano capaz de plantar cara a los soviéticos”, era un tipo obsesionado por el trabajo, un solitario que andaba raro, emocionalmente inestable y paranoico, e hijo de una mujer comunista que le puso en el punto de mira del FBI.

Veinte años de aislamiento

Extremadamente arrogante, desafió tranquilamente las leyes americanas. Vivió veinte años en un aislamiento voluntario que rompió solo para volver a enfrentarse a Spassky en 1992, en Yugoslavia, en un campeonato no oficial de la Federación Internacional de Ajedrez. EEUU mantenía un bloqueo contra aquel país, circunstancia que Fischer obvió despectivamente. Tras 15 partidas, volvió a vencer a su antiguo rival, pero el gobierno de su país le demandó. A lo que él respondió denunciando a los EEUU y a Israel, también a la KGB, a los medios de comunicación y a la industria de defensa. Después llegó la orden de busca y captura contra él.

Terminó exiliado viviendo en Islandia, único país que le acogió, desde donde lanzó las escandalosas declaraciones antisemitas: “Los judíos son un pueblo criminal que controla completamente a los Estados Unidos y lo usan como vehículo para gobernar el mundo... Son unos subhumanos y la escoria de la tierra”.

Fotograma de la película 'El caso Fischer'.

Fotograma de la película 'El caso Fischer'.

El caso Fischer no utiliza todas estas piezas de la biografía del ajedrecista, un jugador que siempre demostró su genialidad ante el tablero y que llegó a reunir una inmensa legión de seguidores y también de detractores.

Joshua Waitzkin, un niño prodigio con un don extraordinario para el ajedrez fue uno de los últimos, un chico que peleó tenazmente para que su severo instructor, Bruce Pandolfini, no le impusiera el estilo de Fischer en su forma de jugar. El padre del chico escribió un libro contando esta historia, que terminó en el cine, En busca de Bobby Fischer (Steven Zaillian, 1993).

En el cine desde los años veinte

No es, por supuesto, la única película que se ha rodado sobre el ajedrez. El poder metafórico de ésta es muy sabroso para cualquier contador de historias. Así, este ¿deporte? ha estado en el cine desde los años veinte, con títulos como Jaque a la reina (1927), de Raymond Bernard, donde un autómata que jugaba al ajedrez se enfrentaba a la mismísima zarina Catalina II de Rusia, o Chess Fever (1925), una curiosa comedia de Pudovkin y Shpikovsky en la que un ajedrecista olvidaba su propia boda por su obsesión por el ajedrez. Le sacaba del apuro nada menos que el campeón del mundo José Raúl Capablanca.

A la lista hay muchos títulos que sumar, documentales y obras de ficción: Bobby Fischer contra el mundo (Liz Garbus, 2011), La defensa Luzhin (Marleen Gorris), adaptación de la novela de Nabokov, con John Turturro en el papel principal; La diagonal del loco (Richard Dembo, 1984), que ganó el Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa; Fresh, el sorprendente debut de Boaz Yakin, que ganó el Premio de los Cineastas de Sundance en 1994, y que contaba la vida de un niño que trafica con crack para los camellos de Brooklyn y que viaja a escondidas para jugar al ajedrez con su padre.

Imagen de 'El séptimo sello'.

Imagen de 'El séptimo sello'.

También están Juego de reyes (1980), de Gerd Oswald, adaptación de Novela de ajedrez, de Stefan Zweig; El jugador de ajedrez, de Wolfgang Petersen (1978), protagonizada por Bruno Ganz; el documental Game Over: Kasparov and the Machine (Vikram Jayanti, 2003); el corto de animación que hizo Pixar, El maestro de ajedrez en 1997 y que ganó el Oscar al Mejor Corto de Animación; la sorprendente historia real de Brooklyn Castle (2012), dirigida por Katie Dellamaggiore… y algunas curiosidades como la película que dirigieron Hans Richter y Jean Cocteau en 1957 8 X 8: A Chess Sonata in 8 Movements, en la que contaron con personalidades como Paul Bowles, los escultores Jean Arp y Alexander Calder, el propio Cocteau, Marcel Duchamp…

Ninguna de ellas, ni las mejores ni las de mayor éxito en la taquilla se acercan, sin embargo, a la absoluta obra maestra de Ingmar Bergman El séptimo sello (1957), en la que el caballero Antonius Blovk (imponente Max von Sydow) vuelve de las Cruzadas y se topa con la Muerte (Bengt Ekerot). Para ganar tiempo, reta a esta a una partida de ajedrez buscando el acto que de sentido a su vida antes de morir.

-Blovk: Hoy ha venido a buscarme la muerte. Estamos jugando una partida de ajedrez. Es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante (…) quiero emplear esa prórroga en una acción única que me de la paz.
-Muerte: Por eso juegas al ajedrez con la muerte.

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