Este artículo se publicó hace 17 años.
Botero: "Soy consciente de que estos cuadros no cambiarán nada"
Pintor y escultor. El colombiano expone en el IVAM de Valencia dos series de dibujos dedicadas, respectivamente, a las torturas en Abu Ghraib y al mundo del circo
Uno cree que Fernando Botero (1932, Medellín, Colombia) debe de ser redondo, como sus personajes. Pero más bien resulta sedoso, como su acento colombiano, que se desliza suavemente sobre las palabras mientras habla de su pintura. El IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno) inaugura una exposición de su obra más reciente. La prensa revolotea por las salas del museo. Botero es un artista mediático, de los pocos que casi todo el mundo conoce y de los que venden más cara su obra. Al fondo, unos cuadros representan las torturas de la prisión de Abu Grahib. ¿Se habrá vuelto este apacible señor de 76 años un activista político?
¿Por qué esta serie dedicada a las torturas sufridas por presos iraquíes en la prisión de Abu Grahib?
Estas obras son el resultado de la ira que me produjo la profunda injusticia de ver a un país que se presenta como modelo de compasión abusando de los derechos humanos. Cuanto más me informaba sobre el tema, más me envenenaba. En un avión, después de leer un artículo crítico publicado en el New Yorker, comencé a dibujar las torturas y durante 14 meses no dejé de hacerlo.
¿Es el suyo un arte comprometido?
No, eso era más durante los años treinta, una época en la que los pintores querían influir a la sociedad con su arte. Mi caso es distinto, yo sólo deseaba dejar testimonio de una situación inaceptable. Aunque soy consciente de que estos cuadros no cambiarán nada.
Prisioneros gruesos... ¿Es su compromiso mantener su estética?
En realidad, hay pequeños cambios. La piel de estos personajes es la misma, están pintados como pinto yo siempre, pero con colores más sordos. El placer de pintar ha sido distinto porque tenía siempre en mente los horrores de las escenas que estaba representando.
Hábleme del boterismo, esa visión desproporcionada de la realidad.
Me apasiona el volumen. Era un elemento prácticamente olvidado en el arte contemporáneo. Los abstractos habían apostado por la bidimensionalidad, pero yo me acogí a esa gran revolución que logró Giotto y que supuso dotar de magia a la pintura. Hasta el siglo XX, el gran arte se había interesado por el volumen y yo simplemente retomé ese interés.
Los cuadros de las torturas se exhiben junto a otros de temática circense. ¿Por qué esa asociación?
Fue idea mía, queríamos provocar un choque en el espectador uniendo dos polos opuestos: el lado más bajo del ser humano y algo tan poético como el circo. Unos meses después de los cuadros sobre Abu Ghraib, empecé con esta serie. Coincidí con un circo en un pueblecito de México y me obsesioné con el tema. Creo que necesitaba descargarme con algo más alegre.
¿A sus 76 años, se siente sin tapujos para criticar políticamente a los todopoderosos Estados Unidos?
Yo ya dije todo lo que tenía que decir sobre este tema. No me voy a dedicar a ser el cronista de las desgracias de la humanidad. El 99% de la historia de la pintura no fue sobre temas dramáticos y yo quiero transmitir cosas positivas de la vida. Seguiré pintando temas amables por convicción.
Bush está de gira por los países árabes. ¿Cree que tiene algo que aportarles?
La política de George Bush en Oriente Medio es un desastre, no ha logrado nada de lo que se propuso. Es el peor presidente que han tenido los EEUU, pero eso no hace falta que yo lo diga, es obvio.
¿Tendrán los norteamericanos oportunidad de ver estas obras?
Ya se han exhibido en Washington, Nueva York y California. De hecho, gran parte las obras las doné a la Universidad de Berkley. Ellos fueron quienes torturaron, pero también los primeros en denunciar públicamente las torturas. No todos los norteamericanos son malos.
Aunque Botero pueda parecer redondo, también tiene alguna arista. Algunos le comparan con Goya o con Picasso por sus temáticas sociales. Pero él prefiere ser identificado por sus temas amables, sus cuadros costumbristas con cierto humor en las formas... no obstante, la retina retiene y Abu Ghraib permanece en el recuerdo de todos.
Un paseo por la exposición
Un cartel advierte al entrar en la sala de que las imágenes "pueden herir la sensibilidad de algunos visitantes". Sangre, perros furiosos, orín, cuerdas, guantes, botas militares... Enormes personajes suspendidos en un tiempo aberrante, el de la tortura. Botero representa las vejaciones que algunos soldados estadounidenses practicaron a presos iraquíes en la primavera de 2004. Quien conoce ligeramente su trayectoria no puede evitar quedarse perplejo por la dureza de las imágenes y por la bondad de unas víctimas que luchan por mantener cierta dignidad. Pero Botero ya se había pasado al lado salvaje representando las masacres y secuestros que producía el narcotráfico en su país, Colombia, a finales de los noventa.
Entonces, ¿no era Botero el pintor de las señoras gordas y la Mona Lisa rellenita? El mismo que viste y calza. Y se calzó durante más de un año los pinceles hasta lograr el dramatismo y la crudeza que encierran estas torturas. Pero quizá lo más sorpresivo no sea el drama de las imágenes. El verdadero shock se produce al subir al piso superior de la sala, donde continúa la exposición con la serie El circo. Gruesos domadores de leones y contorsionistas estrábicos ofrecen un recorrido por el mundo del circo que resulta descorazonador. Después de ver las torturas, hasta los caballos parecen fieros. Si el efecto buscado era que el espectador liberara su mente con los colores vivos del espectáculo, lo que se consigue es todo lo contrario. Cuesta tragar estas imágenes circenses pretendidamente alegres, casi resultan inadecuadas.
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