Este artículo se publicó hace 2 años.
Sr. Chinarro: "A los niños se los sigue obligando a tocar la flauta para que le cojan asco a la música"
Antonio Luque publica 'Reality show', un disco "enérgico y con rabia".
Madrid-Actualizado a
Antonio Luque (Sevilla, 1970) puede componer la canción del verano a partir de un alegato contra la explotación laboral y el neoliberalismo montaraz. También sonar luminoso y esperanzador cuando habla del paso del tiempo, que no es otra cosa que la pérdida de nosotros mismos. El invierno asoma y él se baja a la playa, posa en bermudas y le canta al Sexo, mar y sol, envoltorios de un amor conservado en salazón.
Quizás nada sea lo que parezca en Sr. Chinarro, alter ego del artista sevillano, quien un día abrió puertas y ventanas para que se hiciese la luz en su cuarto oscuro. Desde ese momento, el hasta entonces músico de culto adquirió la categoría de sumo letrista del pop español. Siempre con el refranero a mano, elevó la cotidianidad a la categoría de arte, porque sabía que lo universal estaba en los usos y costumbres de la gente de a pie.
Cuando se dio cuenta, había pasado treinta años sobre un escenario, publicado dieciocho discos, alumbrado un hijo y asistido a una metamorfosis digital que, entre otros (d)efectos, ha parido una sociedad que aparenta lo que quiere ser, pero que tal vez no sea. "Lo cotidiano ahora es estar todo el santo día con el móvil", afirma Luque, quien se ha amoldado a los nuevos tiempos como cualquier mortal, sin prescindir de su costumbrismo de raíz surrealista.
"Ya no nos desplazamos en barco de vela, aunque seguimos haciendo viajes. Las cosas cambian; lo esencial es siempre lo mismo". El amor, por ejemplo, a pesar de que palpite al compás de un algoritmo y parezca un álbum de cromos desechables. "Me descargué Tinder para ver cómo era y escribir la letra de una canción. Me di cuenta de que puede ser positivo para una persona tímida que busca hacer amistades", explica.
El músico sevillano deja claro que no es un nostálgico, pese a que siga prefiriendo conocer a la gente en los bares. "Como cualquier otra red social, realmente solo sirve para perder el tiempo. No solo Tinder: todas las aplicaciones nos han convertido en productos y, de paso, les regalamos nuestra vida entera", añade Antonio Luque, quien publica este viernes su nuevo álbum, Reality show (Mushroom Pillow).
"Ha tocado de nuevo explicarse y dejarlo todo más claro", comenta un artista que dejó atrás su etapa más críptica. "Dadas las circunstancias actuales, hay rabia tanto en las letras como en la música. Más que un disco animado, es enérgico", apunta. "Espero que la gente lo escuche y no se quede en Una llamada a la acción y en Del montón, las canciones que siempre ofrece el modo aleatorio de las plataformas".
Lo presentará en directo con una nueva banda: Dani Vega a la guitarra, Miquel Sospedra al bajo y Xavi Molero a la batería. Músicos catalanes con los que trató cuando vivía en Cornellá, adonde se fue, claro, por amor. Unos vaivenes a los que está acostumbrado: "Los autores tenemos más ingresos, pero un músico tiene que tocar con varios grupos. Cuando mi mánager fija la fecha de un concierto, inmediatamente se lo digo a ellos. Esto funciona como en el tenis: el primero que reserva se queda con la pista".
En los conciertos, ¿hay renovación por la base?
Es difícil ver a chavales de veinte años, pero a mí también me pasaba a esa edad. Si yo no tenía dinero, ahora la juventud está incluso peor de pasta. Me parece normal que se dediquen a hacer batallas de gallos en un parque, fumando porros e insultándose unos a otros. En realidad, están preparándose para la guerra.
Iba a sacarle a colación el trap, aunque casi mejor dejarlo.
El trap también es fruto de la falta de formación musical. A los niños se los sigue obligando a tocar la flauta para que le cojan asco a la música. Cuando mi hijo era pequeño, se intentaron organizar clases extraescolares. Sin embargo, para la de música no había el número suficiente de niños. Antes los ponen a hacer ganchillo o a aprender trepanación. Lógicamente, luego se limitan a decir: "Es-toy en el par-que / con mis co-le-gas. / Me fu-mo un po-rro. / Me fo-llo a mi pu-ta". No pueden hacer otra cosa, porque no tienen más formación.
En 2017 se publicaron sus primeros singles en formato digital: Balones fuera. ¿Ya no vale la pena editar un recopilatorio en formato físico?
Fue una decisión del mánager y del sello. Pese a que algunas canciones podrían considerarse comerciales, hay un gran público al que Chinarro nunca va a llegar. Y yo sé perfectamente por qué: habría que invertir mucho dinero en promoción, algo solo al alcance de las grandes compañías. Yo nunca he pedido que se acometiese ese gasto, aunque en realidad hace falta.
MediaMarkt no está todo el rato anunciando Yo no soy tonto porque le guste dar por culo, sino porque quiere vender más lavadoras. Podríamos pensar que todo el mundo ya conoce la empresa; en cambio, necesita estar machacando constantemente con publicidad para aumentar sus ventas.
Nadie ha invertido en Sr. Chinarro el dinero que las multinacionales han destinado a promocionar a Izal, Vetusta Morla, Love of Lesbian o León Benavente.
Usted escribió Exitus (El Aleph), sobre un estudiante de clase obrera que vive con sus padres hasta que todo explota. ¿Mejor el formato corto de la canción que el largo de la novela? ¿Alguna a la vista?
Llevo diez años pensando en escribir mi segunda novela, pero supone muchísimo esfuerzo. Es una experiencia enloquecedora y alienante, porque uno tiene que vivir la vida de gente que no existe. Podría contar mil millones de historias, aunque tampoco estoy por la labor de la literatura del yo. A lo mejor en invierno escribo algo… menos largo. Quizás el secreto sea la brevedad.
Caso de Maldito azar verdiblanco (Libros del K.O.): corto y al palo. Por cierto, buenos tiempos para su equipo.
El Betis nos está dando un pequeño momento de alegría que no durará mucho, como nunca dura la alegría en la casa del pobre. Una pena no poder estar disfrutándolo en el Benito Villamarín, porque a Pellegrini se lo van a llevar ya mismo. Con los entrenadores pasa como con los grupos: hay muchos, aunque pocos famosos. Y algunos son como Míchel: nunca han ganado, pero siempre suenan.
¿Ser padre lo ha cambiado musical o personalmente? ¿Es menos cínico o mordaz?
Ser padre me dio y me sigue dando más ganas de trabajar. Entre otras cosas, porque tengo que pasarle una buena pensión a la madre.
A modo de epílogo
La conversación discurre por los meandros de la música y, al final, se muerde la cola.
El pasado olvidado: "Nadie quiere escuchar ninguna canción anterior a El fuego amigo".
La madurez musical: "Dieciocho discos, he alcanzado la mayoría de edad".
La coherencia creativa: "El artista tiene que hacer lo que le dé la gana".
El proceso compositivo: "Si un músico te cambia algo, debe mejorar el original, por eso es importante que sea bueno y no un inútil".
El reverso del beticismo: "Ruiz de Lopera no era un santo, aunque tampoco tan malo como lo acabaron pintando. En el fondo, uno aspira a ser presidente de un equipo de fútbol para hacer trampas con las finanzas, o sea, cosas malas".
Las filias: "Cass McCombs y Bill Callahan están en mi top ten".
Y las fobias: "Cualquier día cojo el teléfono, se lo doy al niño y hago como César Alierta: usar un móvil solo para llamar".
Hace tres años, durante una conferencia, el expresidente de Telefónica mostró su celular —un viejo artefacto de la galaxia Nokia donde el auditorio no halló vida inteligente— y sentenció que "uno de los mayores problemas del mundo" era que "las personas han perdido su libertad". Sin ningún empacho, añadió: "El único que soy libre soy yo, porque tengo este teléfono y ni Google, ni Apple ni Facebook saben mi vida". Quizás la riqueza no da la felicidad, pero ayuda a liberarse de algunos grilletes.
"A mí, en cambio, el desenganche me va a costar, porque crea adicción", se lamenta, corrosivo y sarcástico, Antonio Luque. "Porque yo no soy tan raro. Simplemente, soy uno más".
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