Este artículo se publicó hace 4 años.
Las creadoras toman los museos
Las nuevas programaciones de la agenda museística conceden una mayor representación a las mujeres. Una deuda centenaria que, con paso lento pero decidido, parece que va camino de saldarse.
Madrid-
Casi medio siglo hace de esta pregunta: ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas? Se la formuló la historiadora del arte Linda Nochlin en un célebre ensayo, y no, no se había caído de un guindo. Ingenuidades las justas. La académica denunciaba un olvido imperdonable; uno que relegaba a la mujer a los recodos de una Historia del Arte muy selectiva. Berthe Morisot, Maruja Mallo, Hannah Höch, Lucy Schwob… Son sólo algunos ejemplos internacionales de ese museo universal hecho de omisiones.
Pero algo parece estar cambiando. Un somero vistazo a las programaciones de algunos de los principales centros de arte de nuestro país dibuja una tendencia, todavía en ciernes, que nos habla de una mayor representatividad de la mujer. Queda mucho, por descontado, pero todo indica que el canon del arte, hasta hace unos años apenas cuestionado, parece estar en disputa. Es pronto, habrá que saber si, como explicaba la investigadora Marián López Fernández-Cao, no estaremos ante un mero lavado de cara.
"Nos da la impresión de que muchos centros están optando por una especie de maquillaje, algo que se queda en una mera exposición o en un itinerario concreto, pero que no va más allá, que no hay una decisión real de incluir a la mitad de la ciudadanía", lamentaba en una reciente entrevista a Público la artista, docente e investigadora. Por lo pronto, el aumento de presencias femeninas es significativo, también es cierto que partíamos de muy abajo, no en vano y según el informe de Mujeres en las Artes Visuales de 2019, solo cuatro museos españoles cumplían el criterio de paridad en su programación.
Dentro de ese tardío despertar museístico, destacamos algunas presencias como la de Carmen Laffón (Sevilla, 1934), que reúne 37 obras de gran formato en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo realizadas por la artista en fechas recientes. Laffón, cuya trayectoria le sitúa entre las pintoras más importantes activas desde la segunda mitad del siglo pasado, vuelve a demostrar con esta exposición un interés por la observación del lugar, un ejercicio en el que la voluntad de narrar no está exenta de un fuerte contenido emocional.
Las obras recogidas en La sal, que es como se llama la exposición, ofrecen una mirada atenta a las salinas de Bonanza de Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, de ahí su título. También se centra en la zona de la desembocadura del Guadalquivir, entre Cádiz y Huelva, y con el Coto de Doñana. La muestra presenta, a su vez, un importante conjunto de bajorrelieves, que revelan de nuevo un interés por la línea del horizonte, un elemento inseparable de la experiencia contemplativa de toda una vida.
La propuesta de Regina Giménez (Barcelona, 1966), que se puede ver en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, pertenece al ámbito de la abstracción y es otra de las citas importantes del año. Giménez juega con el color y la geometría buscando sortear la distancia comunicativa −la ilegibilidad− que este tipo de abstracción genera. Apuesta, en cambio, por una geometría empática, una geometría cuya estética nos interpela sirviéndose de la ilustración infantil o de la utilización de materiales divulgativos más ligados a lo visual que a lo teórico.
Y luego está La Ribot (Madrid, 1962), cuyo Manual de uso −en el Centro Gallego de Arte Contemporáneo hasta febrero− nos brinda una suerte panóptico con la trayectoria de la artista madrileña los últimos veinte años. Con la danza y las artes visuales como punta de lanza, La Ribot investiga los límites espaciales y temporales del movimiento, dejando a un lado las fronteras entre público y artista.
Su dilatada carrera y lo sugerente de su propuesta, le convierten en una de nuestras artistas más internacionales, no en vano acaba de recibir el León de Oro en la Bienal de Venecia de Danza. Pero su obra transciende los límite del escenario, deambulando entre disciplinas como el vídeo, la instalación o la performance.
Desde el Reina Sofía recuperan a partir del 22 de octubre la obra de la artista noruega Anna-Eva Bergman (1909-1987), cuyo trabajo, vinculado a la abstracción pictórica, construye "un universo singular en torno a la línea y el ritmo". El paisaje se convirtió, a partir de la década de los 50, en la referencia esencial de su obra: motivos naturales, mitología escandinava −planetas, montañas, barcas, fiordos− o la luz nórdica. Las piedras son otro elemento recurrente en Bergman, que surgen a principios de la década de 1970 después de haber viajado por España y Portugal, como se muestra en su serie Pierres de Castille. En sus viajes, la artista realizó un gran número de fotografías que utilizaba como rastro, memoria o recuerdo, de este modo pintaba sus paisajes a partir de la distancia entre la pintura y lo percibido, transformado por el paso del tiempo.
Otro nombre propio femenino que configura la agenda museística es el de Isabel Baquedano (1929-2018). La exposición De la belleza y lo sagrado, coproducida en colaboración entre el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo de Navarra y el Museo Universidad de Navarra −y que ya se puede visitar en este último−, es la primera retrospectiva de la pintora navarra. Una artista singular cuya obra parte de una estética realista y aborda una temática diversa que va de lo social a lo simbólico, pasando por la historia sagrada.
Baquedano está considerada una de las pintoras más personales de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. Fue, además, una figura clave en su entorno a través de la docencia, siendo maestra de toda una generación de pintores navarros. Pese a su exiguo reconocimiento en vida, lo cierto es que su obra y su magisterio reverbera con fuerza e inspira la obra de muchos autores contemporáneos.
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