Este artículo se publicó hace 14 años.
Diálogo entre rejas
La prisión de San Antón de Cartagena es una de las sedes más sustanciosas de la Bienal Manifesta que se celebra en Murcia hasta enero
Hasta hace poco era un centro de internamiento. Pero la historia de esta cárcel, que dejó de serlo en los noventa, se remonta a los años treinta, cuando la entonces directora de centros penitenciarios de la República, Victoria Kent, la inauguró bajo no pocas presiones. Desde el pasado viernes 8 de octubre la historia es otra. La prisión de San Antón de Cartagena (Murcia) es un nuevo centro de arte (al menos temporal) y una de las sedes principales de la Bienal europea de arte contemporáneo Manifesta, que se celebra entre Murcia y Cartagena hasta el próximo mes de enero.
"Nos gustaría que esta nueva vida que le estamos dando al edificio permanezca, que empiece una nueva historia para este espacio", apunta Khaled Ramadan, miembro del colectivo de comisarios Chamber of Public Secrets (CPS), que se ha encargado de programar las 16 instalaciones artísticas que han tomado celdas y pasillos.
Parte del empeño de CPS y de dos de los artistas seleccionados, el egipcio Khalef Hafed y el libanés Abed Anouti, pasa precisamente porque el nuevo rol de la prisión se transmita a los ciudadanos de Cartagena. Pero también su pasado. "El edificio estaba semiabandonado, pero sobre todo nos sorprendió que era un espacio del que no se sabía casi nada en la comunidad. No existía documentación histórica sobre él", explica uno de los comisarios.
Documentar para existirEl proyecto incluye acciones diversas como un documental en el que se intenta reconstruir la historia (o historias) del edificio ("un relato oscuro con torturas durante el franquismo", detalla Ramadan), visitas guiadas, así como programas de radio y debates. "Nos interesaba hacer hincapié en cómo se cuenta la historia. Hay sociedades que prefieren dialogar con su pasado, España no es una de ellas", asume el comisario.
Al fondo de la cárcel (un espacio que han ayudado a restaurar prisioneros voluntarios de otra prisión) y tras sobrepasar tres filas de rejas que funcionan como fronteras, se accede a un área de celdas que el colectivo madrileño Brumaria ha intervenido. "Nosotros hemos seguido al pie de la letra la propuesta de Manifesta, que era reflexionar sobre el diálogo entre Europa y África", dice uno de los miembros del equipo artístico, Darío Corbeira . "Nos hemos preguntado por esa relación y es una historia de violencia. Europa siempre ha entrado a usurpar y aniquilar a África", asume.
Para ilustrarlo, han creado dos espacios hostiles en sendas celdas: una con un microclima frío de unos 15 grados; otra en la que se alcanzan los 45 grados. En ambas un estruendoso montaje de audio acompaña a unas proyecciones de batallas violentas extraídas de los informativos que se imprimen sobre tres de las cuatro paredes de las celdas. La situación desagrada e inquieta. A la salida, unas pilas de libros editados por la propia Brumaria esperan al visitante. "Hemos seleccionado 101 textos sobre la violencia desde Homero a Slavoj Zizek pasando por Gandhi o Lacan. Creemos que la única manera de superar la violencia es a través del diálogo, y qué es la lectura si no", apunta.
Hablar con ÁfricaPrecisamente el diálogo con África es el punto de partida que ha planteado Manifesta para esta octava edición, que entre otras actividades ha generado la Incubadora para una Bienal Pan-africana Itinerante. Diálogo también el que se quiere fomentar entre la labor artística y la periodística: los comisarios de CPS han fomentado una serie de colaboraciones entre los artistas y periodistas locales. Además, un popular conductor de un programa de debates de Al Jazeera llegará en unas semanas a Murcia para realizar un programa especial sobre la relación de España con el mundo árabe.
En el mismo espacio de la prisión de San Antón, las propuestas dialogan unas con otras: la artista gallega María Ruido lo hace con su familia mediante un vídeo. Cruzando el patio, la artista portuguesa Filipa César, habitual de bienales a ambos lados del charco, filma un debate entre chavales árabes y judíos en el entorno de una clase de cine. Manifesta arranca. Empieza la conversación.
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