Cuenta la ilustradora Ilu Ros (Murcia, 1985) que en la Selectividad (ahora EBAU) tuvo que elegir entre Lorca y Azorín y no se lo pensó dos veces; optó por el granaíno. "Lorca es luz y alegría", confiesa. Algunos años después, recién instalada en Madrid después de su periplo londinense, Ilu comenzó a pergeñar el germen de Federico (Lumen), una biografía ilustrada que nos acerca al poeta como nunca antes, un Lorca tan íntimo como universal.

La mirada de Ilu nos devuelve la palabra lorquiana, lo hace a través de su particular tamiz creativo capaz de sublimar, a través del color y el trazo, el sentir de Federico. Una sensibilidad hecha de historias y vidas que el poeta fue recopilando desde su más tierna infancia. "El Lorca niño influyó mucho en la obra del Lorca adulto, él veía en los demás cosas que al resto nos cuesta ver, veía en sus niñeras y en las criadas personajes de teatro", explica la autora a Público.

De ese talento, nacido de la pura empatía, el de Fuente Vaqueros fue tejiendo una obra que trascendió fronteras y puso en el mapa la cultura de un país convulso. "Lorca te remueve por dentro porque podía mirarte por dentro, sabía convertir en algo universal los anhelos ajenos, era capaz de reconocer la pena que había a su alrededor, un dolor que hacía suyo y que plasmó en cartas, versos y obras dramáticas".

La pena y la dicha. Porque el Federico de Ilu se embriaga de vida en cada página. Tal es así que la autora despacha su trágico final en los primeros compases del libro, como queriendo librarse cuanto antes de lo inefable: "No quería que la gente estuviera pasando páginas esperando que ocurra lo que todos sabemos que ocurre, el desenlace casi todo el mundo lo conoce, el final es un poeta que muere, un acto cruel que debería avergonzarnos". 

Y el resto, que es toda una vida, es pura poesía. Un diálogo generacional a través de la obra lorquiana, de sus cartas y de los testimonios de quienes tuvieron la fortuna de conocerlo. Material sensible con el que Ilu arma un viaje que rezuma sensibilidad y respeto. Un tributo a un autor cuya obra todavía hoy reverbera y que, de forma inevitable, nos remite al horror de la guerra pero también a una de las épocas más brillantes de nuestra cultura.

Horas y horas en silencio silueteando las andanzas del poeta, coloreando los paisajes que nutrieron sus versos, bosquejando los lamentos que imaginó en boca de sus personajes. Se podría decir que Ilu Ros ha habitado durante meses los mundos que ideó y vivió Lorca, una experiencia que, en palabras de la ilustradora, le han servido para entender desde dónde creaba el poeta, ese lugar mágico que Lorca invocaba a través de lo popular. 

"Ahondar en su obra permite entender mejor cómo somos, entender las miserias y las grandezas del ser humano", apunta Ilu. Un legado, el de Lorca, que nos invita a escrutar el presente con compasión y firmeza, sin dar un paso atrás y sin perder de vista todos eso mundos posibles que alberga la imaginación. 

En Federico, la biografía ilustrada que acaba de publicar Lumen, se narran tiempos de agitación e impunidad. Tiempos en los que el auge del fascismo obligó a muchos a tomar partido. Lorca es, en ese sentido, un símbolo para los españoles: de su cultura, de sus luces y de sus sombras. Quizá las mismas sombras que hoy, en plena vorágine ultra, nos interpelan desde el pasado.

"Lorca vivió cosas muy parecidas a las que nos ha tocado vivir, sufrió en su juventud una pandemia, la de la llamada gripe española de 1918, y vivió la crueldad del fascismo en los años 30, él nunca se puso de perfil y no lo habría hecho en la actualidad, estaría asustado y triste, de eso no hay duda, pero con ganas de cambiar las cosas", zanja Ros.