Este artículo se publicó hace 2 años.
Moda y feminismo, las nuevas reglas y el poder del marketing
Analizamos con tres expertos el papel que juega la industria en la imagen de la mujer del siglo XXI. ¿Hemos superado viejos tópicos?, ¿es real el mensaje feminista de la industria que se hace llegar?, ¿somos libres para vestir como queramos sin ser juzgadas?
Maite Torrente
Madrid-Actualizado a
A lo largo de la historia, la moda ha acompañado a las mujeres en parte de su lucha por la igualdad convirtiéndose en una manera muy visual de transmitir el mensaje. Las sufragistas de mediados del siglo XIX utilizaban los colores del movimiento: morado, blanco y verde, en su ropa, además de en sus carteles y en sus banderas, para reivindicar sus derechos; los locos años 20 supusieron una auténtica revolución feminista con la irrupción de las flappers, que acabaron con la rigidez del corsé y acortaron sus faldas y su pelo, apuntándose al corte estilo garçon hasta entonces vetado para ellas. Los trajes masculinos de Marlene Dietrich o Katherine Hepburn, la llegada del bikini o la minifalda o la quema de sujetadores en los sesenta como símbolo de lucha contra la opresión de la mujer; todo ello ha marcado una simbiosis entre la moda y el feminismo que ha ido vistiendo la evolución de la mujer en la sociedad.
Actualmente, el empoderamiento femenino, su nuevo papel que busca alejarse de los cánones establecidos y no ser catalogada como un mero objeto decorativo, tiene un reflejo difuso en la industria. En ocasiones el mensaje se hace llegar de manera directa, perfectamente reconocible, como la colección de 2017 de Dior en la que la frase "We should all be feminist" (todos debemos ser feministas) estaba muy presente. María Grazia Chiuri, directora creativa de la maison, ha plasmado su lucha feminista en todas y cada una de sus colecciones reclamando el puesto de la mujer en el arte o salpicando sus desfiles con palabras como "patriarcado" o "consentimiento".
Otras acciones resultan más sutiles con diseños de alta costura que muestran a una mujer atrevida y sin tabúes, sin miedo a ser sexy. A esto hay que sumarle el movimiento body positive por una belleza real y la tendencia genderless, que aboga por prendas sin género, en una búsqueda de escenificar la igualdad. Para analizar la nueva situación de la moda con respecto al feminismo, Público ha hablado con dos diseñadores y una estilista que analizan el pasado y presente de la industria y también sus nuevas reglas.
La mujer como objeto
La primera cuestión que se pone sobre la mesa es si la moda sigue explotando la premisa de la mujer como objeto. Lorenzo Caprile se muestra contundente: "Eso no está superado, lo que pasa es que cambia el tipo de mujer y quizá se refleja de una manera menos evidente, menos agresiva que antes. Se intenta maquillar y suavizar, pero la imagen de esa mujer perfecta, aspiracional, que te hace soñar sigue ahí. Pero pasa igual con los hombres… Los cánones pueden haber cambiado, pero siempre se muestran personas espectaculares".
La irrupción de las llamadas modelos curvy en la moda para intentar reflejar diferentes tipos de cuerpos, le parece casi una broma al diseñador y jurado de Maestros de la costura, porque en la mayoría de los casos no se corresponde con la realidad. "Cuando me dicen modelos curvy, de verdad que me da risa. Para mujeres reales las que pasan por mi taller. La diversidad está ahí y eso está muy bien, pero sigue apareciendo de manera muy tímida", precisa. Quizá el mayor problema, como Caprile apunta, es que la industria "ya no nos pertenece a los creadores, a los couturiers, sino que está en manos de fondos de inversiones, que lo que buscan es vender, apuntándose al carro que sea necesario".
La diseñadora Paula de Andrés, creadora de la firma sostenible española POL Studio, que cuenta entre sus clientas a la mismísima reina Letizia, sí cree que hemos avanzado mucho y seguimos haciéndolo: "La moda está asumiendo un papel pionero, de ruptura de barreras de género, de vestir sin pensar lo que piensen los demás, que se ve muy bien en las generaciones más jóvenes y que están cambiando por fin. Hay muchas marcas usando modelos que no siguen el canon de siempre, sino que son mujeres reales en campañas y sesiones de fotos preciosas".
Lo que parece que no podemos obviar es que hay una cierta involución en este sentido, al menos eso es lo que observa la asesora de imagen personal y corporativa y personal shopper Piluka Echegaray. "Las mujeres adultas que hemos luchado contra viento y marea para conseguir un espacio reconocido, con una cierta igualdad, sí que huimos de que se nos vea como un objeto, sin necesidad de renunciar a nuestra feminidad. Pero hay un sector de los jóvenes que han dado un paso terrible hacia atrás, cosificando a la mujer y enfatizando su parte más sexual", asegura.
La industria y el mensaje
El hecho de que las grandes marcas den un paso al frente adoptando el mensaje feminista como bandera de manera explícita, como el caso de Dior que hemos citado anteriormente, podría interpretarse como un avance, aunque cabría preguntarse cuánto hay de verdad y cuánto de marketing.
Caprile no tiene reparos en verbalizar una cierta hipocresía: "La moda oficial es una industria muy tramposa y muy vampira, ahora lo que pita es el feminismo, entonces se usa como herramienta para vender. No sé si hay un convencimiento real o es solo una cuestión de marketing. Otra cosa es lo que visten las personas todos los días, que cada vez está más alejado de la moda oficial. En el siglo XXI nos vestimos cada vez más uniformados, es algo que se está produciendo de una manera natural. Ese elemento diferenciador que tenía antes la moda, de clases sociales y de género, se va perdiendo". Una opinión que comparte Echegaray, aunque para ella "todo suma, y mejor hacer una campaña de este tipo que de otro, aunque sabemos perfectamente que todas son para vender".
¿Sexy o sexualizada?
Cabe preguntarse cuáles son entonces las nuevas reglas feministas que imperan en el mundo de la moda actualmente. Paula de Andrés lo tiene muy claro: libertad y dejar de ser catalogadas por la imagen. "Las reglas son que no debería haber reglas, cualquier norma nos va a volver a meter en un segmento al que es imposible que pertenezca todo el mundo. Habremos ganado cuando todo esto nos de igual y dejemos de girarnos por la calle cuando un hombre lleve sombra de ojos o una mujer no quiera depilarse. Creo que el papel más importante en la moda en cuanto a feminismo ya no es tan evidente como quitar un corsé o poder enseñar más piel, sino el hecho de dejar de ser juzgadas por cómo vayamos vestidas. Que cuando una mujer con un puesto de poder (o no) decida ponerse una cosa u otra no afecte a lo seriamente que puedas ser tomada". Para la diseñadora el mayor feminismo es dejar de juzgar para alcanzar la igualdad.
En el mismo sentido se pronuncia Piluka Echegaray que añade un elemento importante, el hecho de no sexualizar a la mujer y no confundir los términos. "No me gusta hablar de empoderamiento, lo siento como un eslogan para vendernos algo. Ser feminista no es renunciar a ser femenina o sexy. Yo creo que la verdadera fuerza de cada una está en el permiso de sentirse libre de ser tal cuál es". En este sentido, la actriz Zoe Kravitz decía en una entrevista reciente: "Hay personas que creen que estar sexualizada es lo mismo que ser sexy, y no es así". La nueva bandera de la sensualidad como manera de reivindicarse está bien en la pasarela, pero la sociedad sigue inmersa en cierto puritanismo patriarcal que señala y cataloga a quien hace gala de ella.
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