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DíA DAS LETRAS GALEGAS

Florencio Delgado, la identidad poética de la Galicia exiliada en México

La Real Academia Galega celebra el Día das Letras Galegas del 17 de mayo homenajeando al poeta valdeorrés que organizó el auxilio a los republicanos perseguidos por Franco y confinados en los campos de refugiados de Francia.

13/11/22 Florencio Delgado, en 1979.
Florencio Delgado, en 1979. Dolores Plá

Galicia dedica este martes su Día das Letras al poeta valdeorrés Florencio Delgado Gurriarán, miembro activo del Partido Galeguista de Castelao, puente entre los gallegos exiliados a México durante la Guerra Civil y la dictadura y defensor del gallego como parte esencial de la identidad nacional de Galicia.

Desde 1963, el Día das Letras Galegas homenajea cada 17 de mayo -el día en que se publicó hace 159 años Cantares galegos, de Rosalía de Castro- a las personalidades de las artes y las letras que hayan destacado en la defensa del idioma del país.

Con la elección de Delgado, autor de una breve pero recordada producción poética, la Real Academia Galega (RAG) también pretende homenajear a los republicanos gallegos exiliados en México, un "referente obligado de la historia contemporánea" de Galicia.

La RAG establece que el 17M sólo se puede dedicar a aquellas personas de cuyo fallecimiento hayan transcurrido al menos diez años. Delgado murió el 14 de mayo de 1987 en Fair Oaks, en California, a los 83 años de edad, después de haber pasado casi medio siglo exiliado en México.

Había nacido en 1903 en Córgomo, una aldea de la comarca de Valdeorras, en el interior de Ourense. Hijo un de un perito agrónomo propietario de una pequeña explotación agraria, vivió buena parte de su infancia y su juventud en Palencia y en Valladolid, a donde su padre fue destinado.

En esa última ciudad estudió Derecho, y allí, en Castilla y León, descubrió gracias a un ejemplar de A Nosa Terra, el boletín de las Irmandades da Fala, que había otros gallegos que amaban tanto su idioma como él.

13/5/22 Delgado, en el centro, con otros exiliados en el buque Ipanema en 1939
Delgado, en el centro, con otros exiliados en el buque Ipanema en 1939. RAG

"Yo no sabía que había más galleguistas que yo. Fue una revelación [saber] que había más gente que se preocupaba del gallego, aparte de los viejos, de los del siglo pasado, como Curros Enríquez y Rosalía", le aseguró en 1979 en una entrevista a la historiadora Dolores Plá.

Sus padres hablaban gallego, pero Delgado recordaba que aprendió primero a leer en castellano y que de niño fue un "autodidacta" de su lengua, que aprendió leyendo el único libro en gallego que sus padres tenían en casa: Aires da miña terra, de Curros Enríquez.

Su primer contacto informal con el galleguismo, sin embargo, tuvo forma de trifulca con el también poeta, intelectual, ensayista y juez republicano Santiago Martínez Risco, quien, paradójicamente, le sancionó por utilizar un lenguaje supuestamente ofensivo en uno de sus escritos.

De aquel episodio, pese a todo, surgió una íntima amistad, y fue precisamente Martínez Risco quien le impulsó a dejar de usar seudónimo y firmar con su nombre las colaboraciones que enviaba a El Heraldo de Ourense y El Heraldo de Galicia. El juez, que dejó su plaza terminada la guerra porque no quería trabajar para Franco, terminaría siendo presidente de la RAG hasta su muerte en 1977.

En 1933, Delgado se afilió al recién creado Partido Galeguista y fundó una célula en O Barco apenas un año antes de publicar Bebedeira, su primer poemario. "Defendíamos una amplia autonomía, un reconocimiento absoluto de la personalidad gallega como nación", recordaba.

El golpe de Estado de 1936 le sorprendió en su aldea, de la que huyó tras tener noticias de la sanguinaria represión que desataron los sublevados. Tras unos meses escondido en O Barco, en Ponferrada y en Valladolid, cruzó la frontera con Portugal y se refugió en Oporto, desde donde se embarcó de polizón en un barco noruego que lo llevó a Burdeos, en Francia.

Aunque en la citada entrevista aseguraba que no tenía entonces "ninguna confianza en la victoria del Ejército republicano", en enero de 1938 decidió viajar a Barcelona para organizar la salida de los republicanos gallegos que habían escapado de la represión y se escondían en los montes de Galicia.

13/5/22 Florencio Delgado
Florencio Delgado. RAG

La caída de Madrid le pilló en París, cuando preparaba un viaje a Portugal para socorrer a los perseguidos. "No he cometido ningún acto de heroísmo, ni puedo presumir de heroico. Tuve la voluntad de hacerlo, pero no pudo ser así", explicaba años después.

Lo cierto es que desde Francia siguió organizando el traslado a América de los republicanos confinados en los campos de ese país. Finalmente, él también tomaría el carguero Ipanema, uno de los tres fletados por México con ayuda de las Sociedades Hispanas Confederadas para auxiliar a los represaliados. Desembarcó el 6 de julio en Veracruz.

Durante su exilio, Delgado siguió promoviendo y participando en publicaciones y actividades galleguistas y libertarias. Fue el promotor y principal de la obra colegiada Cancioneiro da loita galega (1943) y organizó el Patronato da Cultura Galega en México.

También escribió la mayoría de poemas de su segundo poemario, Galicia infinda, que no se publicaría en España hasta 1963, y los versos de combate de O soño do guieiro, dedicado a Castelao, que no verían la luz hasta unos meses antes de su muerte.

En México trabajó como asesor agrícola, como agente para una empresa de laboratorios, fue comercial de aceite y viajante de zapatos. Gracias a este último empleo conoció a su esposa, Celia Teijeiro, hija de migrantes gallegos que trabajaba de dependienta en una zapatería.

Tuvieron cinco hijos tras casarse en 1944. En 1949, junto a Plácido Castro y Lois Tobío Fernández, ganó un concurso de traducciones al gallego de poetas franceses: Baudelaire, Verlaine, Valéry, Claudel, Mallárme...

En 1968 pudo regresar a Galicia por primera vez después de la guerra, usando un pasaporte mexicano y tras negarse a responder a los interrogatorios de la diplomacia franquista que, pese a la inexistencia de relaciones oficiales con México, supervisaba las visitas de exiliados. "Fueron 32 años de ausencia, pero vi que el pueblo seguía hablando gallego y que los escritores escribían en gallego", dijo de aquel viaje.

Aunque tras la muerte de Franco pudo instalarse en Galicia, no quiso hacerlo porque eso suponía alejarse de sus hijos y nietos, establecidos definitivamente en México y Estados Unidos. Pero nunca dejó de defender el idioma y el país en los que creía, tal y como le expresó a Plá en la entrevista de 1979: "Modestamente, yo soy un poeta gallego".

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