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Una guerra perdida contra el crimen

David Simon, creador de 'The Wire', pasó un año empotrado en el departamento de homicidios de la policía de Baltimore para escribir 'Homicidio', el libro, que se publica ahora y sirvió de base a la serie

CARLOS PRIETO

En 1988 murieron asesinadas en Baltimore 234 personas. El departamento de homicidios de la ciudad echaba chispas. Una de las principales válvulas de escape de los agentes era reírse de David Simon, un joven periodista del Baltimore Sun empotrado allí para escribir una crónica, Homicidio, que la editorial Principal de los Libros publica ahora en España. 'Cuando unos mandos confusos permitieron que Dave pasara un año con nosotros, mis colegas y yo sonreímos y jugamos con él como bebés a los que les hubieran puesto un juguete nuevo en la cuna. Para nuestro disfrute, Dave, un joven abstemio, se emborrachaba como una cuba con sólo unas pocas cervezas', confesaba el teniente de homicidios Terry McLarney en un epílogo a Homicidio escrito en 2006.

Bromas aparte, con el tiempo los agentes de la ley se fueron acostumbrado a la presencia de Simon ('era un periodista novato de dudosa habilidad que vestía camisetas, llevaba un pendiente de diamante en la oreja e iba a todas partes con su libretita', recordaba McLarney), y acabaron por abrirle las puertas de los escenarios de los crímenes y de las salas de interrogatorios. Los detectives se comportaban como si aquel tipo no estuviera allí. 'Se convirtió en la proverbial cucaracha en la pared, que absorbía cuanto sucedía mientras los demás andábamos demasiado ocupados lidiando con los asesinatos como para preocuparnos por cómo nos estábamos comportando en su presencia', decía McLarney.

'Compartí un año de discusiones de bar y humor de comisaría'

'Compartí con los inspectores un año entero de comida rápida, discusiones de bar y humor de comisaría', explica Simon en el libro. Un planazo que dio sus frutos. Homicidio es una antológica pieza de periodismo, un estudio de un grupo de machos alfa enfrentados a una guerra urbana de baja intensidad. Pero el concienzudo trabajo de campo de Simon no se quedó allí. Por si no hubiera tenido suficiente con convertirse en el mono de feria de un grupo de policías hormonados durante 12 meses, Simon se empotró después durante un año en una esquina de traficantes en Baltimore Oeste. El resultado del experimento se llamó La esquina (1997), escrito junto a Ed Burns, que Principal de los libros publicará en 2011. La fusión de estas dos experiencias, de esta intensa convivencia con policías y camellos, dio lugar a la serie The Wire (2002-2008), de la que ahora se edita en España la última temporada en DVD.

Muchos de los elementos que llaman la atención de The Wire están en Homicidio. Para empezar, una asombrosa falta de acción para tratarse de un relato policiaco. 'La televisión nos ha dado el mito de la caza frenética, de la persecución a toda velocidad, pero en realidad no existe nada así. Los policías encargados de los asesinatos siempre llegan allí después de que los cuerpos hayan caído, y cuando un inspector de homicidios sale de la oficina, tiene que esforzarse para no dejarse su pistola en el salón', escribe Simon en el libro.

Casi todos los casos se resuelven por la incompetencia de los asesinos

Pero sobre todo destaca una ausencia que provocó bastante desconcierto cuando la serie empezó a emitirse: la ausencia total de clímax dramático. Se trata de una decisión política ligada a un modo de representar la realidad. Una de las principales preocupaciones de Simon durante el proceso de documentación de Homicidio era que el libro no parecía tener 'clímax' y temía que 'su conclusión quedara abierta, vacía y fallida'. Esta sensación se agudizó cuando los agentes fueron incapaces de resolver el asesinato de la niña Latonya Wallace, uno de los casos que vertebran el libro.

Pero Simon se dio cuenta de que lo que parecía un defecto no era otra cosa que la metáfora perfecta del fracaso del sistema. 'El final ambiguo y vacío era el correcto' porque 'era real'. 'Es así como funciona el mundo. O como no funciona', espetó a su editor. 'No estaba frente a asesinatos que fueran a cambiar el curso de la actualidad política. Ni tampoco eran carne de obras teatrales perfectamente montadas que rezumaran moralidad. En verano, cuando el número de víctimas subió tanto como la temperatura de Baltimore, comprendí que estaba en realidad en una fábrica. Era investigación criminal en cadena, un sector en creciente expansión para el cinturón industrial de una América que había dejado de fabricarlo prácticamente todo, excepto corazones destrozados', cuenta Simon.

'La lucha contra las drogas ha dado paso a la lucha contra los pobres'

El oficial Terry Mclarney también hablaba en su texto de cómo ha cambiado su trabajo desde que Simon escribió el libro en 1988. 'El llamado efecto C.S.I ha elevado las expectativas de los jurados a niveles absolutamente irracionales', decía. Precisamente, el método de Simon está en las antípodas de los mundos fantásticos de C.S.I. Homicidio es una desmitificación sin contemplaciones de un trabajo que tiene poco que ver con la sofisticación tecnológica y mucho con las investigaciones chapuceras, los recortes fulminantes de presupuesto, las condiciones laborales draconianas, las resacas espantosas y los métodos brutales. Algunos casos de asesinatos se resuelven; otros mueren en callejones sin salida, y el resto se pierden en laberintos político-burocráticos o chocan contra el muro de la ineficacia, algo de lo que tampoco se libran los criminales.

'No hay momentos totalmente perfectos en los que un inspector, siendo un asombroso científico con sobrenaturales poderes de observación, se inclina para ver mejor un fragmento manchado de alfombra, saca de él una fibra característica de pelo cobrizo caucasiano, reúne a sus sospechosos en un salón exquisitamente amueblado para inmediatamente decirles que el caso está resuelto. Los mejores inspectores admitirían que en 90 de cada 100 casos lo que salva la investigación es la abrumadora predisposición del asesino a la incompetencia o, cuando menos, al error garrafal', escribe Simon en Homicidio.

Pero el problema de fondo no es que los agentes hagan bien o mal su trabajo, sino que flota en el ambiente la sensación de que la lucha contra el crimen es una batalla perdida. Que a un asesinato le seguirá otro asesinato... en la misma esquina de la ciudad. Simon escribe esto tras pasar por el escenario de un crimen: 'En media hora el muerto estará en la mesa del forense. Y los traficantes seguirán vendiendo cápsulas azules en este cruce, dejado de la mano de Dios. Nada de lo que se diga ahora va a cambiar eso'. Y resume así su visión sobre la guerra contra las drogas: 'La primera temporada de The Wire fue una denuncia seca, deliberada, de la prohibición de las drogas en EEUU, una Guerra de los Treinta Años que figura entre los fracasos más curiosos y globales que se registran en la historia de esta nación. Lo que empezó como una guerra contra el narcotráfico hace ya varias generaciones se ha convertido en una guerra contra las clases marginadas'.

Dice el novelista Richard Price en el prólogo del libro que la 'guerra' narrada por Simon se extiende 'desde las ruinosas casas de Batimore' hasta 'las salas del Parlamento estatal de Annapolis'. Homicidio va más allá del estudio costumbrista sobre el trabajo policial para analizar las intrincadas relaciones entre, por ejemplo, la detención de un sospechoso y los engranajes del poder municipal. 'Revela, con no poca ironía, cómo las tácticas de supervivencia en las calles son un reflejo de las tácticas de supervivencia en el ayuntamiento y cómo todos los implicados en la guerra de la droga viven y mueren por los números: kilos, onzas, gramos, píldoras y beneficios para los de un bando; delitos, arrestos, porcentaje de casos resueltos y recortes presupuestarios para los del otro. Es un examen desde el punto de vista de la realpolitik de un municipio inmerso en unos disturbios a cámara lenta', dice Price.

Simon, con su habitual agudeza, lo explicaba así: 'En esta América posmoderna, cualquier institución en la que sirvas o te sirvanun departamento de policía o un periódico, un partido político o una iglesia, Enron o Worldcom termina por traicionar y traicionarse'.

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