Este artículo se publicó hace 4 años.
Juan Solanas: "La clase médica argentina practica torturas y asesinatos con las mujeres que van a abortar"
'La ola verde (Que sea ley)' presenta la realidad de las mujeres argentinas, donde cada día muere una a causa de abortos clandestinos. Estrenada en Cannes y muy presente en San Sebastián, la cinta es un grito por conquistar este derecho fundamental.
Madrid-
El 4 de agosto de 2018, Liliana Herrera, una mujer de 22 años, madre de dos niñas, murió a causa de un aborto clandestino. Prefirió arriesgarse con las precarias condiciones en que se realizan estas intervenciones que acudir a un hospital público. "Estaba aterrorizada de ir al hospital". Su hermana había muerto tiempo antes por la misma causa. Cuatro días después, el Senado argentino rechazó el proyecto de ley para legalizar el aborto.
Cada día muere una mujer en Argentina por culpa de los inseguros abortos clandestinos. La opción de la Sanidad Pública no existe, al contrario, ésta es un túnel directo a los malos tratos, la tortura e incluso el asesinato. "La clase médica argentina practica torturas y asesinatos con las mujeres que van a abortar", afirma el cineasta Juan Solanas, autor de la película documental La ola verde (Que sea ley), estrenada en el Festival de Cannes y muy presente en el Festival de San Sebastián, y bandera del movimiento por la consecución de la ley en Argentina.
En 2018 se debatió un proyecto de ley de aborto legal que dividió al país. Tras una victoria en la Cámara de Diputados, pero antes del voto definitivo en el Senado, la película retrata la batalla final de las mujeres, con testimonios –valientes, impactantes, algunos sobrecogedores– de las víctimas y otros de las representantes del movimiento. El actual mandatario del país, Alberto Fernández prometió llevar de nuevo al Congreso el proyecto de ley probablemente este mismo mes de marzo.
Los datos son espeluznantes: en Argentina se calcula que se producen entre 350.000 y 500.000 abortos clandestinos al año: más de un aborto por cada dos nacimientos. Según datos oficiales, se llevan a cabo 354.627 abortos al año. En otras palabras: 29.000 al mes, 970 al día, 40 cada hora. Además, se estima que unas 50.000 hospitalizaciones en centros públicos se deben a complicaciones de abortos ilegales. 3.030 mujeres han muerto por abortos clandestinos desde la reinstauración de la democracia en el país.
En todo el mundo, un 11% de la mortalidad materna se debe al aborto. En Argentina, esta cifra se eleva al 20%. Más del 97% de las mujeres en edad fértil de América Latina y el Caribe viven en países con leyes restrictivas sobre el aborto. Uruguay ha logrado reducir la mortalidad materna a 0% legalizando el aborto.
Juan Solanas, director de La ola verde (Que sea ley) conversa con Público sobre la película y la situación del aborto en Argentina.
¿Va a ser ley?
Yo soy moderadamente optimista y creo que en este mandato será ley. El presidente Alberto Fernández se manifestó a favor de la despenalización y la legalización.
O sea, que le da el beneficio de la duda.
Bueno, no cuesta nada, pero hay que estar vigilante y exigir desde el movimiento ciudadano. Es verdad que en la campaña política nadie habla del tema, es alucinante, todos ponen la excusa de que divide a Argentina y de que ahora es el momento de juntarnos.
Lo más estremecedor de la película es la posición de los médicos, que llegan a torturar a las mujeres.
Eso me sorprendió muchísimo a mí también. Hay decenas de testimonios sobre ello y, además, es una constante, la clase médica practica torturas y asesinatos con las mujeres que van a abortar… Llegan con septicemia y las dejan esperar horas y eso, naturalmente, te mata. En Europa eso sería causa de asesinato. A raíz del Festival de Cannes, un amigo me dijo que en Francia en 1974 había situaciones y diálogos calcados a lo que pasa hoy en Argentina. Hay una especie de internacional médica… es un problema de la formación de los médicos. Desde luego hacen una muy mala interpretación del juramento hipocrático.
¿Cómo se cambió la situación en Francia?
En 1974 se negoció la doble objeción de conciencia. Los médicos tenían el derecho a ser objetores o lo contrario y no decirlo, un director de hospital no sabía la posición de su plantilla médica.
Esto es, sin duda, un grave ataque a los derechos humanos, ¿la mujer, como diana?
Sí, y uno de los temas más fáciles contra la mujer es el aborto. Pero estamos asistiendo a la cuarta ola feminista y a muchos logros en estos últimos años. Por supuesto, hay una respuesta muy reaccionaria a esos avances. Aquí, en España, se liberó la palabra con Vox. Tras la proyección de la película en Cannes, el presidente de la Asociación de ginecólogos franceses dijo que el aborto era un crimen. En España se está intentando lo mismo. Trump, que estaba a favor del aborto, luego pactó con los evangelistas e incluyó la prohibición de prohibir. En tres estados de EE.UU. votaron leyes para prohibir el aborto. Y ahora se va a liberar esa posibilidad en otros estados.
¿Frenar el avance feminista forma parte del mundo reaccionario de hoy, entonces?
Claro, vivimos una época rara. Desde hace tiempo ya sabemos que vamos a dejar a nuestros hijos un mundo peor que el nuestro y la gente en el mundo está con bronca, está enojada. Pero tenemos unas cuantas personas muy peligrosas y nada formadas, como Bolsonaro o como Trump. Pero luego ellos son los primeros que llevan a sus hijas a abortar. Hay muchos médicos de los hospitales públicos que son objetores de conciencia, pero hay muchos abortistas en lo privado.
¿Qué podría conseguir una película como ‘La ola verde’?
Por lo menos que se tenga conciencia de la realidad. Porque hoy hemos interiorizado ciertas injusticias y no hay que anestesiarse. La película muestra cuánta desinformación hay, y tenemos que desintoxicarnos. Hay dos sacerdotes en la película a favor del aborto, se puede ser católico y feminista. La película habla con sentido común, para que se pueda tener conocimiento de causa.
Pero la gente en contra del aborto ¿va a ir a ver su película?
No está hecha solo para la militancia, pero obviamente el Opus Dei no la va a ver. Hay gente que ya compró el eslogan “Estoy por la vida” y “Matar bebés”. Es parte del funcionamiento de esa gente. A mí incluso me han criticado que me hice violenta contra los pro-vida.
¿Y usted se lanzó a hacer la película por militancia feminista?
No soy un militante agudo del feminismo, milito por la igualdad en la vida. Pero la película sí es militante, aunque no es panfletaria. La vida me ha dado este regalo de poder participar en un proyecto así, el movimiento feminista es transversal, apolítico, todas las mujeres juntas por un mismo combate.
¿Qué significa que la película haya estado en festivales como Cannes y San Sebastián?
Son festivales que representan el progresismo y programas película de autores que plantean los problemas de este mundo. En Cannes incluso nos dejaron estar en la alfombra roja aunque no teníamos derecho por la sección en la que estábamos. Fue un paripé que hicieron para darnos visibilidad. Cannes es el evento más mediatizado del mundo, nos dijeron que fuéramos y fueron cuarenta mujeres, era la única película argentina en Oficial.
Al final de la película usted muestra el discurso que hizo su padre, Pino Solanas, en el Senado… Muy emotivo.
Es un discurso potente, no hay que ceder a la cultura de la derrota. Yo estaba rodando en la calle y no escuché el discurso, pero lo vi al día siguiente. Su discurso marcó al feminismo. Estuvo muy bien.
Hay testimonios impresionantes en ‘La ola verde’, ¿fueron muy difíciles de conseguir?
Sí, tarde meses. Hay personas que incluso lloran ante la cámara. Yo soy hombre y ese es un detalle importante para establecer la confianza. Me ayudaron mucho los grupos de las socorristas y su línea telefónica. Están en una zona gris de la ley, seas quien seas, te llaman Simona. Ellas te ayudan a abortar. De ahí empezaron a surgir testimonios. Con todos ellos yo quería ser lo menos intervencionista posible, ser justo con la realidad. No busqué un tipo de testimonio concreto nunca, pero siempre supe lo que iba a filmar. Lo que hay en la película es la realidad.
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