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Masona, atea, falangista y enamorada de Primo de Rivera

Gustavo Salmerón cuenta en ‘Muchos hijos, un mono y un castillo’ la historia de España en clave tragicómica y a través de la figura de su madre, Julita, una mujer que carece del mínimo pudor, sufre síndrome de Diógenes y cocina croquetas ‘Primo de Rivera’

La señora Julia, genia y figura

Gustavo Salmerón empezó esta película grabando a un cerdito que regalaron a su sobrina y que a los tres años pesaba ya 250 kilos. Era complicado tenerle en el castillo en el que vivían y su sobrina, que solo tenía ocho años, oía aterrorizada cómo su abuela voceaba por las galerías: “Vamos a hacer la matanza del cerdo”. Más espeluznante fue cuando se reunió toda la familia para la matanza de verdad, “fue una cosa muy trágica que llevó a mi madre a reflexionar sobre la muerte”. Al abrir al animal, se le veía una capa de tocino muy gruesa, “idéntica a la que el médico describió luego a mi madre, así que ella se sintió profundamente identificada con el cerdo”.

Todo aquello forma parte del germen de esta “reflexión absurda sobre la muerte” que ha tardado catorce años en grabarse y que se titula Muchos hijos, un mono y un castillo, película con la que debuta en la dirección de largometrajes Gustavo Salmerón y que reproduce exactamente los tres deseos que en un momento de su vida tuvo su madre, Julita. Más tarde, Salmerón se enteró de la existencia de una vértebra no enterrada de su bisabuela asesinada y perdida en el disparatado caos de un castillo incoherentemente desbordado por miles de objetos, producto de un gravísimo síndrome de Diógenes que afecta a toda la familia, y muy especialmente a Julita.

Mejor Película Documental en el Festival de Karlovy Vary y en el Hamptons International Film Festival, los espectadores en el Festival de Toronto aullaban de risa. Tras su paso por el Festival de San Sebastián, donde pocas veces se han oído tantas carcajadas, nadie puede afirmar con seguridad que Muchos hijos, un mono y un castillo sea lo que siempre hemos llamado cine documental, aunque lo sea... o no. La contradicción, sin embargo, encaja perfectamente con ese personaje que se autodeclara “masona, atea, falangista y para siempre enamorada de Primo Rivera”, que cocina croquetas con el nombre de este dictador y que ensaya emocionada el momento de su muerte tumbada y con un hábito de monja.

Han sido muchos ya los que han puesto el adjetivo de berlanguiana a la película…

Hay referencias a Buñuel, que es mi director favorito del cine mundial de todos los tiempos, y también a Berlanga y a Azcona. Pero toda la magia ha salido de mi madre, de sus vivencias. Toda la película se construyó siguiendo a mi madre, lo que quería hacer o a dónde quería ir.

¿Ve igual ahora a su madre que antes?

Este es el retrato de una mujer de un momento concreto de la historia de España y de una generación que pronto se va a perder. Una madre es algo muy fuerte, ¡te ha llevado dentro! Pero si grabas a tu madre durante catorce años, se convierte en algo demencial. Yo siento fascinación por ella y por su verdad.

Su madre se desnuda completamente en la película, ¿esto no le provoca a usted cierta desazón?

Mi madre no tiene pudor, es espectacular. Y ha estado al servicio de la historia. Todo en la película son contrastes, luces y sombras. Ella habla de su obesidad, de la enfermedad, de la dificultad para dar afecto a sus hijos… Y ha convertido la película en una tragicomedia de la vida. De ella he aprendido a quedarme con lo positivo y con la parte cómica. La vida es corta, no te puedes enganchar a lo negativo.

Bueno, a ella no le vence ni el síndrome de Diógenes…

Es disposofobia, una especie de Diógenes moderado, pero para ella no es un impedimento para su vida. Julita es una mujer que ha vivido la República, la guerra y la posguerra y los objetos tienen un valor diferente que para nosotros. En su corazón todavía siente la escasez. No sé, igual lo guarda por si viene otra guerra.

Usted también se ha expuesto bastante, ¿ha salido a su madre?

No sé. Pero me gustaba meterme con lo que es tabú, contar la ruina de la familia, el dinero perdido, el sexo de los ancianos, como en una comedia disparatada… Desde hace años veo un gran problema en el cine español y es que faltan risas, diversión, humor. Es necesario para dar valor a la tragedia. Nos ponemos muy intensos.

Me da la impresión de que, además de los premios que está ganando la película, esta ha sido un ejercicio terapéutico para toda la familia, ¿es así?

Una experiencia liberadora, curativa. Es videoterapia. Sí, se ha convertido en una catarsis familiar, en algo curativo. Si se deja dentro, se pudre.

El director Gustavo Salmerón grabando a su madre

El director Gustavo Salmerón grabando a su madre

¿La película es el retrato de su madre o su madre es el eje de otra historia?

La película es un intento de contar a través de esta mujer la historia de España. Durante el 15-M yo estaba muy activo y ella también. En las asambleas, cuando pedían cosas, sillas, mesas… yo siempre levantaba la mano porque, claro, teníamos de todo acumulado y queríamos vaciar la fábrica de mi padre donde habíamos llevado las cosas cuando perdimos el castillo. Era paradójico que esa mujer que habla del franquismo y de la monarquía terminara en el 15-M. Así que creo que sí, finalmente es la historia de España contada de una forma muy disparatada.

‘Mucho hijos, un mono y un castillo’ no es correcta ni delicada…

Estoy harto de victimismo, quise hacer la película desde el disparate y mi madre es muy payasa. Además, el arte tiene que ser políticamente incorrecto. ¡Benditos los 80’s! Ahora da miedo escribir un tuit, se te echan encima. La corrección excesiva que vivimos hoy no está en la película. La generación de mi madre es una referencia importante, son hijos de la guerra, da igual el bando. Ellos han tenido, a pesar de la vida que les ha tocado, la capacidad de disfrutar y de sobreponerse. Les criticamos que no fueran capaces de solucionar los problemas después de la guerra, pero la vergüenza es que nosotros no seamos capaces, que tengamos muertos en las fosas, que la derecha siga bloqueando el proceso…

¿Todo sirve de metáfora para España en la película?

La vertebra de una mujer asesinada en la guerra que no somos capaces de enterrar, gente que guarda cadáveres y que sería el paroxismo extremo del Diógenes… Creo que España acumula muertos. Hay una herida que debemos abrir, limpiar y volver a cerrar, si se deja como está, se gangrenará. Tenemos que parar y pensar cómo hacerlo. La ruina de España viene de ahí, no está nada superado. Yo creo que nos quedan por lo menos cincuenta años para dejar atrás todo el dolor del franquismo.

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