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La pasión de Medea o la traición
que precede a otra tración

Ana Belén protagoniza la revisión del mito griego, dirigida por José Carlos Plaza y con dramaturgia de Vicente Molina Foix, y que inaugura el Festival de Teatro Clásico de Mérida

Un instante de la obra de 'Medea'
Imagen de la obra 'Medea'

YERAY CALVO

MÉRIDA.- Una mujer capaz de matar a sus hijos con tal de perpetrar su venganza tras una traición. Este acto terrible que bordea los límites de lo racional es el eje sobre el que pivota Medea, la obra que ha servido de apertura a la 61 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

La popular Ana Belén es la encargada de dar vida al personaje central de la obra. Un papel de enjundia que recoge el testigo de otras actrices como Blanca Portillo o Nuria Espert, entre otras, que en su día también personificaron a Medea, tratándose del papel más representado en la historia del festival -un personaje que curiosamente será reinterpretado dentro de esta misma edición del festival, de la mano de Aitana Sánchez-Gijón dirigido por Andrés Lima y a partir de la obra de Séneca.

La actriz y cantante lo llevó a cabo además en un escenario que no le es para nada extraño: la arena del imponente Teatro Romano de Mérida, culminando así una suerte de trilogía junto al director José Carlos Plaza: con Freda en 2007 y Electra en 2012, en la que además coincidieron buena parte del equipo artístico y de la actual producción.

La intención del texto, una adaptación del dramaturgo ilicitano Vicente Molina Foix a partir de textos de Eurípides, Séneca o el Apolonio de Rodas, es tratar de reflexionar en torno al mundo interior de la protagonista y llegar a entender, de algún modo, la monstruosa acción, fruto de una pasión desestabilizadora, al que el autor trata de aproximarse sin prejuicios.

El espectáculo, que sitúa sobre el escenario hasta nueve actores y diez figurantes, tuvo una buena acogida por parte del público en su estreno, en un graderío en el que se dejaron ver, entre otros, la pareja de Ana Belén, Víctor Manuel, Concha Velasco, o el también actor Gonzalo de Castro.

Los dilemas que presenta la obra siguen vigentes en la actualidad 


Especialmente aplaudida, por encima de sus compañeros de reparto, fue la actuación de Consuelo Trujillo, que da vida a Nodriza, un personaje sobre el que se respalda Medea, que protagonizó algunos de los momentos más brillantes y que monopolizó los momentos más divertidos de una obra en la que apenas quedan huecos para aquello que no destile drama. El resto de reparto, actuó con solvencia sin demasiadas sorpresas.

Medea

Medea y Jasón, en plena disputa

Dilemas vigentes

Conocedores de las posibilidades que ofrece el teatro, destacó el juego de luces que fue desarrollándose durante la obra, repartiendo juego entre los diferentes diálogos que se establecen durante la obra. Muy empastadas con las proyecciones que se servían de las piedras para ambientar las partes más esotéricas del guión.

Especialmente llamativa fue la escenografía, basada en una gran puerta central que separa los dos mundos de Medea, la dualidad en la que parece establecerse la protagonista, con su esencia de bruja, conectada a la naturaleza, equilibrada y en paz consigo misma, y el de las pasiones, fruto de su encuentro con el héroe Jasón, interpretado por Adolfo Fernández y que desata su locura.

Es precisamente el enamoramiento de Medea, rendida a brazos del guerrero, y la posterior traición de Jasón, la que origina la reacción de la hechicera y el dramático desenlace. Los dilemas que presenta la obra que, como reivindican sus autores, siguen vigentes en los conflictos modernos. Desde la traición que precede a otra traición, las esposas sin maridos, el miedo a lo desconocido, la erosión del tiempo, lo volátil de la vida y las terribles consecuencias a las que pueden llevar las más profundas de las pasiones.

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