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Mia Hansen-Løve consigue capturar el ritmo de la vida en 'Una bonita mañana'

La película nació por el deseo de atrapar el recuerdo de su padre, el filósofo Ole Hansen-Løve, fallecido en el inicio de la pandemia, pero va mucho más allá y retrata el ritmo de la vida, con los opuestos que la mueven.

Pascal Greggory y Léa Seydoux, padre e hija en la ficción.
Pascal Greggory y Léa Seydoux, padre e hija en la ficción. Elástica Films

La muerte de una persona a la que amamos es devastadora. Sin embargo, reducidos a cenizas un instante, al siguiente seguimos adelante buscando la posibilidad de la felicidad. La gravedad de la muerte narrada desde la levedad de la vida. Es el ritmo de la verdad y de la realidad capturado en la nueva película de Mia Hansen-Løve, Una bonita mañana. Mapa de los opuestos que moldean nuestra existencia, es una historia de amor y de muerte, de pérdida y de deseo, un relato triste y luminoso y conmovedoramente humano.

"Todo comenzó desde mi propia experiencia de vida", confiesa la cineasta, que quiso atrapar la memoria de su padre, el filósofo y traductor Ole Hansen-Løve, cuando éste murió. "Tuve en mi vida esa experiencia de sentimientos opuestos, vida y muerte. Sentía un movimiento hacia la vida y otro que tuvo que ver con el dolor y con la muerte. En la realidad a veces experimentas los dos al mismo tiempo, aunque en la mayoría de las películas siempre se trata de una cosa o de la otra. Disfruto mucho cuando tengo la sensación de que hay caminos en el cine que resultan de nuestra experiencia de vida, sobre todo porque el cine no está acostumbrado a eso".

Protagonizada por Léa Seydoux, nominada a mejor actriz del cine europeo por este trabajo, Pascal Greggory y Melvil Popupaud, la película acompaña a Sandra, una madre sola que mientras cuida a su padre, ahora con una enfermedad neurodegenerativa, y pelea para conseguir una plaza en una residencia de ancianos, se encuentra con un nuevo amor. El dolor y la excitación de la felicidad al mismo tiempo, pero también el cuidado de los mayores en la sociedad occidental, la situación de las residencias…

Una dimensión política que existe en la película en segundo plano, pero del que es perfectamente consciente la cineasta. Su padre murió en abril de 2020 de coronavirus, justo antes de que llegara la peor parte emocional de la pandemia. "Nunca hago mis películas para que la gente diga que es una película política, pero eso no significa que no lo sean. Era totalmente consciente de esa dimensión política. He pasado mucho tiempo en estos hogares de ancianos, así que sé cuáles son los problemas y a veces me he sentido muy molesta por la situación, por la falta de atención que se dio a estas personas y por las dificultades que tienen que atravesar las familias para encontrar un lugar adecuado. Creo que es un gran problema en nuestra sociedad moderna. Así que era consciente de ello y no quería esconderme de ello".

Un Gobierno en pánico

Justo después de que escribiera el guion de la película, comenzó la pandemia "y entonces la situación se volvió incluso peor. Y he visto realmente los peores lados de esto en Francia. Y cómo la falta de dignidad […] el gobierno estaba entrando en pánico tanto que se estaba olvidando de los fundamentos básicos, de la humanidad […] quitaron la posibilidad de visitar a las personas que se estaban muriendo", dice la cineasta, que reconoce que todo esto la enfadó  mucho más cuando ya había escrito la película.

Fue entonces cuando se preguntó si esa realidad debía influir más en su película. Convencida, sin embargo, de que no quería hacer "una más sobre la  covid", Mia Hansen-Løve mantuvo la historia tal y como la había creado. "Yo estaba pensando en las personas que amaba. Estaba pensando en mi padre y quería que eso fuera primero, el recuerdo de mi padre y su presencia. No quería que la situación política secuestrara eso".

Melvil Popupaud, la pequeña Camille Leban Martins y Léa Seydoux, en una escena de la película.
Melvil Popupaud, la pequeña Camille Leban Martins y Léa Seydoux, en una escena de la película. Elástica Films

Guardar los recuerdos 

"Para mí hacer películas siempre ha tenido que ver con guardar algunos recuerdos que no quería que desaparecieran, para salvarlos, defenderlos de la destrucción del tiempo", explica, antes de añadir que "también quiero que mis películas estén mirando hacia el futuro. Así que diría que en mi cine siempre hay una tensión entre estas dos cosas. Por un lado, el deseo de captar la presencia de alguien, en este caso de alguien que ya no está, y, por otro lado, transformar eso en algo que me relacione con el momento. Es el deseo o la necesidad de capturar la presencia de alguien a quien amaba".

La presencia de su padre, de su recuerdo, en Una bonita mañana, se reúne en la filmografía de esta directora con la de su madre, en El porvenir, con la que ganó el Oso de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Berlín. "Cuando hice aquella película no se trataba de dolor, pero sí de capturar unas presencias que me son queridas". Son cartas de amor escritas desde el cine, con las que Mia Hansen-Løve busca "atrapar la luz interior de la persona".

"Tuve la sensación cuando estaba escribiendo Una bonita mañana, de que era como la segunda parte de El porvenir. Lo que me entristeció cuando escribí esta película es que el padre que representé es un padre enfermo, que está perdiendo la cabeza, sus capacidades... me entristeció pensar que estaba dando esta imagen, que era él pero solo al final de su vida, porque en realidad era un hombre brillante, un intelectual. Creo que he escrito la película con la esperanza de que, a través de la enfermedad, realmente sintamos a la persona que fue antes".

La crueldad de la vida 

Es esa tristeza que convive con la alegría de la vida gracias a una especie de inocencia con la que aliviamos el egoísmo necesario para seguir adelante. "Creo que la película realmente trata sobre esa crueldad de la vida. Pero yo diría que es, en cierto modo, necesario, porque tenemos que seguir viviendo". Continuar con un día a día en el que cabe la felicidad del amor, los mejores momentos con los hijos y el sentimiento de culpa por pensar que hemos abandonado a un padre.

"Probablemente haya algo de egoísta en ello, pero también es vital. Tienes que hacerlo, tienes que vivir, tienes una vida por delante, tienes que abrazar la posibilidad de ser feliz. Y pienso en esta tensión entre el cuidado, el tiempo, el amor que quieres dar a alguien, y el deseo egoísta de preservar tu propia vida, tu propia posibilidad de felicidad, creo que esta tensión es muy universal. En esta película, creo que estoy tratando de mostrar esa tensión, porque tuve la sensación de que algo que sucedió en mi propia vida era algo que, probablemente, mucha gente había sentido y experimentado", concluye la cineasta.

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