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La música y sus 'tempos': cómo son las canciones que nos ponen alegres

La pandemia, según un estudio de la BBC, parece haber disparado el consumo de canciones alegres de 'tempo' alto. 

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El músico y compositor británico Harry Styles, deglute sandía 'hostigado' por afables bañistas.

madrid,

Es pronto todavía para determinar cuál será el legado musical de la pandemia. Intuimos que la procesión va por dentro y que los creadores del mañana, sensibles y atribulados, sublimarán en medios tiempos afectados la nueva era que se abre ante nosotros. Mientras llegan esas tonadas pospandémicas, no nos queda otra que hacer balance de lo que tenemos, melodías que amenizaron nuestro encierro y que, contra todo pronóstico, no son tristes ni desasosegantes, sino que poseen un tempo enérgico.

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Así se desprende de un estudio publicado por la BBC, que ha analizado los hits del momento. En concreto se centra en las 20 canciones de mayor éxito en lo que va de 2020, un corpus de análisis (algo exiguo) que les permite arrojar un dato que, en comparación con años pretéritos, llama la atención por su carácter insólito. Según este informe, la velocidad media de las canciones analizadas ronda los 122 beats por minuto, cifra sin precedentes desde el año 2009. Hablamos de canciones como Physical de Dua Lipa, Say so de Doja Cat, Watermelon sugar de Harry Styles o Stupid Love de Lady Gaga.

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Todas ellas comparten un tempo alto, velocidad propia de tonadas que apuestan por cierto dinamismo, algo que los analistas más intrépidos han tenido a bien relacionar con los comprensibles anhelos escapistas de la audiencia. Sin embargo, esta supuesta correlación consistente en vincular un tempo alto con una canción alegre y proclive a la evasión, no está del todo clara. "Decir que un pulso de allegro equivale a una canción alegre es, cuando menos, burdo", apunta Cristina Marín Oller, música profesional y doctora en psicología. 

Según Marín, no todas las canciones con pulso rápido son alegres, "una canción puede tener una velocidad elevada pero estar escrita en una modalidad menor, lo que le convertiría en enérgica y triste, algo parecido a la rabia". Este razonamiento se podría hacer extensivo a melodías como las de un himno nacional o un pasodoble, cuyos pentagramas pueden superar los 120 pulsos por minuto y no por ello causar ningún tipo de aflicción en el oyente. 

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Es más complejo de lo que parece. Intervienen matices dispares, algunos intrínsecos a la pieza musical de marras, como la letra, la escala que utiliza o la instrumentación, y otros que lindan con lo puramente musical. Isabel Ferrer Senabre es musicóloga y desde su visión culturalista prefiere hablar de "tradición de escucha" para entender qué es lo que se mueve por dentro del oyente cuando suena una determinada melodía. "Un tempo rápido de por sí no tiene por qué ser indicativo de alegre, es alegre en la medida que tú tienes interiorizado que eso es música alegre". 

Una aproximación, la de Ferrer Senabre, que se decanta por lo aprendido e incorporado antes que por lo innato. "Esa tradición de escucha hace que relacionemos ciertas melodías con ciertas sensaciones, no en vano la música por tradición lleva mucha carga encima, un pasodoble, por ejemplo, tiene unas connotaciones ideológicas muy determinadas; no es la música en sí, sino todo lo que construimos alrededor de ella", agrega la docente. Quizá por ello, por esa capacidad de la música para construir comunidad, siempre necesitaremos de canciones, ya sean tristes, alegres, frívolas o cursis.

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"A través de la música −prosigue Senabre− vehiculamos sentimientos y emociones, es unas de las formas más potentes de construir comunidad, todas las músicas son susceptibles de ser portadoras de ese vínculo entre iguales". Esto explica, en parte, el fenómeno Sobreviviré, que nos acompañó de forma insistente (hasta lo inmoral) durante los peores días del confinamiento o, por ejemplo, la capacidad movilizadora del Bella ciao

La banda sonora de nuestro tiempo

Si obviamos el criterio arbitrario de atender exclusivamente a un determinado estilo de música y a una única plataforma de música por streaming, la tesis de la BBC podría responder a un patrón determinado. Así lo afirma la investigadora de la Universitat Oberta de Catalunya Lucía Leandro, para quien la correlación 'crisis económica /  depresión social / mayor consumo de música alegre' no es algo azaroso ni descabellado. "Sucedió en los años 20 y 30 con el swing, una música que fomentaba la evasión en tiempos de mucha necesidad", apunta Leandro. 

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Caos y orden. Alegría y tristeza. Contención e ímpetu. La Historia de la Música es una historia de contrastes entre la psicología del momento y sus pentagramas de cabecera. Es pronto todavía para saber cuál será la banda sonora de nuestro tiempo, un tiempo incierto carente de asideros morales, un tiempo que, como augura Lucía Leandro, "quizá opte por la evasión, no sería la primera vez que ocurre". Sea como fuere, conviene cerrar los ojos y dejarse llevar por la melodía, sea del tempo que sea.

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