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Russian Red: Carne de estrella

El boca a oreja ha situado a esta joven
de 22 años en el ojo del huracán musical

JESÚS MIGUEL MARCOS

Cuando en el lapso de una semana tres personas distintas te hablan de unos tal Russian Red, es que algo pasa. Hace unos años, el siguiente paso hubiera consistido en pedir una cinta. Hoy en día el camino es Google: Russian Red. Bajo este nombre se esconde Lourdes Hernández, una joven madrileña de 22 años.

Su Myspace (myspace.com/russianready) es un polvorín. Ofrece datos que constatan la dimensión del fenómeno. Su disco lleva sólo unas semanas a la venta, pero son más de 200.000 las visitas a su página. Por hacer una comparación con una artista de su misma liga: el Myspace de Aroah, cantautora indie con varios discos en el mercado, suma 32.000 visitas.

Más datos: una apretadísima agenda de conciertos. Una decena entre el 10 y el 30 de mayo, de los que ocho son en Alemania y uno en el Primavera Sound de Barcelona. Volviendo a Google, decenas de blogueros le dedican entusiastas posts. No parecen amigos, ni conocidos, ni enteradillos.

El viernes 18 de abril, poco antes de las once de la noche, Russian Red terminan la prueba de sonido en la sala El Sol de Madrid. Una montonera de gente espera en el exterior, bloqueando la calzada de la calle de Jardines. "Cuando salimos de la prueba de sonido ya había una cola increíble de gente que no conocía absolutamente de nada", recuerda Lourdes días después, en una cafetería extrañamente in para estar en el barrio de Malasaña. "Habitualmente a mis conciertos venían mis amigos y conocidos, pero en El Sol no conocía a nadie. Estaban allí por nuestra música. Salimos casi corriendo para ir a cenar, todos me miraban y no hablé con nadie, me dio mucha vergüenza".

Voz extraterrestre
Ver y, sobre todo, escuchar a la diminuta Lourdes sobre el escenario de El Sol terminó por explicar el revuelo que se ha montado a su alrededor. La chica tiene una voz excepcional, sobresaliente, muy por encima de la media. "Estudié canto durante unos meses, pero lo dejé porque me daba la sensación de que no estaba aprendiendo nada. Las clases me las pagaba yo y me costaban una pasta. Luego, al cabo del tiempo, sí me he dado cuenta de que lo que aprendí allí me ha servido", cuenta.

Lourdes empezó a tocar la guitarra y a cantar a los 15 años. Su escuela: los discos de los Beatles de sus padres. Le costó su tiempo atreverse a subir a un escenario. Durante varios meses participó en las noches de micrófono abierto de Tres Tristes Trastes, actuando junto a otros aspirantes a cantantes en varios bares de Madrid. De esto no ha pasado ni año y medio.
Estas pequeñas pruebas le ayudaron a ganar confianza y, cuando en una fiesta conoce a Fernando Vacas, director del sello independiente Eureka, no tiene inconveniente en cantarle algunas de sus canciones. Meses después comienza la gestación de su primer disco.

I Love Your Glasses, como se llama el álbum, es pop acústico cantado en inglés. Contiene tres o cuatro canciones con capacidad de convertirse en hits inmediatos. Pese a algunos tramos hipnóticos y ásperos, el disco está más cerca de la banda sonora de Once que de los discursos melódicos más personales y desarrollados de las cantautoras indies anglosajonas. "Mi estilo tira más hacia lo alegre, no a lo denso. Lo que pasa es que Fernando [Vacas, también productor del álbum] estaba obsesionado con canciones, digamos, más hipnóticas. Pero claro, yo no estaba por la labor, porque no me voy a poner a componer canciones porque le pareciera a él que quedarían bien en el disco", explica.

Mejor en concierto
Sorprende en ella su capacidad de mirar su disco con distancia, siendo crítica y realistas con las canciones que están gustando a mucha más gente de lo que en principio esperaba. Así lo razona: "Mucha gente opina que el disco está muy por debajo de mis conciertos, y yo también lo pienso. El álbum es un trabajo de producción, hecho en Córdoba por Fernando. Yo ni siquiera conocí a muchos de los músicos. Se nota que no es un sonido real, el de una banda, por lo menos yo lo noto".

Habla rápido, gesticula mucho, duda más, se entrecorta, ríe. Tiene 22 años, un puñado de bellas canciones y mucho por aprender. De momento, ya ha conseguido lo que más quería: una banda. "Ya tengo ganas de grabar algo nuevo con la banda y reconocerlo como más mío, llegar a sonar como quiero sonar", dice Lourdes Hernández, Russian Red.

ANÁLISIS | La teoría del mono 49

Por Remate

Mi amigo Laszlo Kovacs, parte germinal de mi lobby desde la R de Remate, me contó una historia que se convirtió inmediatamente en nuestro particular ideario. Intentaré resumirlo: La Teoría del Mono 49 de Ken Keyes habla de una comunidad de monos de Japón que empezó a limpiar la fruta antes de consumirla.

El cientifismo ilustrado razonó que cuando el descubrimiento alcanzaba al mono 49, automáticamente, en otra comunidad de monos sin relación con la pionera, se instauraba progresivamente la limpieza de la fruta antes de engullirla. Y así sucesivamente.

Qué quiero decir con esto, ¿que es conveniente lavar la fruta?... no exactamente. Sino que al ser nosotros, a saber: Russian Red, yo mismo... originarios de España, donde la música pop parece que siempre viene retardada, bien o mal traída de Anglosajonia, se nos explica con respecto a otra comunidad de monos anterior, cuando hasta podría tratarse de un suceso misterioso relacionado con la máquina del tiempo. Mi caso fue imantado al weird folk, con quienes sí puedo tener coincidencias, pero ante todo quedas expuesto al capricho de una tendencia.

Afortunadamente, el tiempo será siempre el verdadero rasero. Russian Red corre el mismo peligro sólo que asociado a las penúltimas cantantes indies, aniñadas, fotogénicas. Yo me quedo con su debut, vehemente, bonito, deudor de sus ídolos pero donde deja entrever
un mañana, un futuro, que no es poco.


ANÁLISIS | El pop es una tómbola tom, tom tómbola

Por Víctor Lenore

Durante mucho tiempo se especuló sobre el potencial de Astrud para triunfar en las listas de venta españolas. Uno de los jefes de la revista
Rockdelux le puso el disco a una secretaria que conocía y le preguntó su opinión: “No me gusta. No puedo trabajar mientras lo escucho. Hay que estar demasiado atento a las letras”. Me parece una de las pocas reglas sólidas que he encontrado en este campo: una canción que exige máxima concentración lo tiene crudo para llegar a disco de oro.

La cantante M.I.A, siempre tan chula, aportaba esto en 2005: “Sé cuáles son los cinco ingredientes de la canción de éxito, pero no estoy interesada en aplicar fórmulas. Eso me pondría al mismo nivel de Crazy frog, la rana de los politonos”. Puedes intentar un Chiki Chiki y que te salga, pero firmar una gran canción y sacarle partido económico es algo que nadie te puede asegurar. En el planeta pop manda más el azar que en una novela de Paul Auster. ¿Cuántos artistas jóvenes arrasan por una campaña de Movistar? ¿Cuántos mayores multiplican su público colándose en la banda sonora de una peli de Almodóvar o Tarantino? Unos abuelos cubanos toman el sol en un banco y al año siguiente Buena Vista Social Club (Wim Wenders) convierte sus viejas canciones en superventas globales.

El trabajo y el talento compran cartones, pero sólo unos pocos cantan bingo. El jurado de Operación Triunfo habla de “hacer artistas” como si fuera montar muebles de Ikea. Tras cinco ediciones, sólo han lanzado una verdadera estrella. Cada año son menos eficaces. Volviendo al mundo real, la semana pasada entrevisté a Eef Barzelay (Clem Snide), un maestro pop que toca en salas para 100 personas. Le pregunté si es posible presagiar un éxito. “Si miras las listas de ventas, te das cuenta de que hoy triunfar tiene más que ver con los productores que con los compositores”. Si alguien sabe más que el resto son alquimistas del sonido como Timbaland (colaborador de Madonna) o RickRubin (capaz de resucitar a Johnny Cash). Cuando el resto de los mortales decimos “este artista va a arrasar” somos tan fiables como Nostradamus. La única jugada ganadora para un músico es que componer y tocar sea ya una recompensa.

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