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"Necesito temer a Dios para ser feliz"

Este bailaor sevillano, fanático del Betis, trae ahora al Festival de Otoño de Madrid el espectáculo 'El fin'

PAULA CORROTO

La coreógrafa Pina Bausch fue una de las primeras en alabar las condiciones revolucionarias del bailaor Israel Galván (Sevilla, 1973). En 2008 le invitó a su Tanzfestival junto a Eva La Yerbabuena, un acontecimiento del que Galván todavía recuerda cómo Bausch le cogió con sus manos para transmitirle el calor de la danza. 'Estar allí era como estar en un templo. Fue muy emocionante', cuenta.

Tras pasar por el Festival de Avignon, este sevillano fanático del Betis trae ahora al Festival de Otoño de Madrid el espectáculo El fin de este estado de las cosas. Redux, una revisión del bíblico apocalipsis mezclado con la película de Francis Ford Coppola, Apocalipsis Now. Construido a partir de jugar con la música flamenca y el heavy-metal, en él está todo su imaginario religioso, su visión de Dios y también del baile. La obra se puede ver en el Teatro Español desde este jueves hasta el sábado.

¿Por qué ha tratado con Dios en este espectáculo?
Me viene de familia. Cuando era pequeño leía bastante la Biblia. Leía por la mañana y por la tarde me iba a bailar. Era un tema que tenía muy dentro y que tenía muchas ganas de sacar. Para mí ha sido una liberación.

El Juicio Final abre tres caminos: el cielo, el infierno y el purgatorio. ¿A dónde va usted?
Es una cosa muy neutra. Me he inspirado en algunos versículos. Yo cruzo el apocalipsis. Paso por diferentes estados de forma. En realidad es un enfrentamiento a mis miedos.

¿Cuáles son?
Me da miedo la vejez, la muerte, la enfermedad, la fiesta salvaje, el diablo, Dios...

¿Qué es Dios para usted?
Para mí es una mezcla de padre, pero también de autoritarismo. Yo necesito ese miedo que me inspira para ser feliz.

A usted le tildan de arriesgado. ¿Hasta dónde llega el riesgo en el flamenco?
El flamenco es muy libre. De hecho, cada vez es más raro ver un espectáculo con un bailaor, un cantaor y un guitarrista. Yo creo que estamos en un momento en el que la tendencia la marca cada uno. Creo además que esa es la forma más pura de hacer algo. Está claro que los artistas que se está muriendo ya no van a volver y hacer otra vez lo que hacían ellos... Yo creo que cada individuo debe aplicar sus vivencias. Mi generación ya ha mamado de Camarón, de Paco de Lucía, de Morente... Por eso el flamenco es ahora más salvaje y musical.

¿Dónde está ahora la revolución en el flamenco?
Creo que donde más se está innovando es en el baile. También porque ahora hay más demanda. Ahora un bailaor tiene más posibilidades de montar un espectáculo que un guitarrista y un cantaor.

Usted montó un espectáculo basándose en La Metamorfosis de Kafka. ¿Le atraía el escritor?
Yo no sabía ni quién era Kafka. Compré el libro en un Vips y pensaba que era una novela de ciencia-ficción. Yo era un bailaor muy ortodoxo, pero me interesaba buscar mi propio lenguaje. Y cuando leí La Metamorfosis me di cuenta de que yo también me sentía un bicho raro dentro del baile. Incluso mis padres me decían que yo parecía un bicho raro.

¿Piensa en eso cuando baila?
No. Lo ideal es no pensar nada. Si piensas, bailas regular. La coreografía se va desarrollando de forma sistemática. Quizá, si algo pienso es en mi mismo, en mi interior.

Usted fue invitado por la compañía de Pina Bausch. Ella le consideraba uno de los grandes puntales del flamenco actual. ¿Es usted mitómano?
Sí, soy muy mitómano. Dentro del cine me encanta Kubrick y del flamenco, Enrique Morente. Y cuando trabajé con Vittorio Storaro me quedé alucinado de que fuera él quien me pusiera las pegatinas en los zapatos para marcar la luz.

¿Qué prepara ahora?
Ahora estoy viendo cosas. Quiero trabajar más lento. Creo que se trabaja demasiado rápido. Estoy preparando una performance en el Price para enero. Mezclaré el baile con el boxeo y la lucha libre.

Por cierto, ¿está notando la crisis?
Si no fuera por lo que hago en Francia sí. Trabajo más en Francia que en cualquier otro lado. Me puedo sentir satisfecho, pero veo que cada vez los empresarios piden espectáculos más baratos. Así que en realidad la crisis sí que afecta a los espectáculos.

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