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Norma, la editorial que apostó por el cómic social y la memoria histórica
Fundada por Rafael Martínez hace cuatro décadas, es la primera editorial de cómics que recibe el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural.
Madrid-Actualizado a
Era el hermano pequeño de una familia humilde de Badajoz, donde un tebeo era un tesoro. Pero el mediano, Juan, intercambiaba cómics usados y alguno le caía a Rafa de vez en cuando: así se aficionó a Hazañas bélicas en aquellos tiempos de El Jabato y Roberto Alcázar y Pedrín. Aquel crío nacido en 1950 no podía imaginarse que tres décadas después fundaría una de las editoriales de referencia en el género, Norma, que acaba de recibir el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2022.
Emigrado a Barcelona con los suyos, Rafael Martínez empezó a trabajar como niño de los recados en una farmacia y pronto dio el salto a la agencia de cómics Selecciones Ilustradas, donde empezó desde abajo hasta que se convirtió en el responsable de ventas internacionales. Para llegar hasta ahí, estudió por las noches, aprendió idiomas por su cuenta y empezó a traducir guiones antes de comenzar sus viajes por Europa.
Después de varios años bajo las órdenes de Josep Toutain, en 1977 se lo montó por su cuenta y montó la agencia de autores Norma Agency, germen de Norma Editorial, que el año pasado cumplió cuarenta años. El reconocimiento por parte del Ministerio de Cultura se suma al Premio Eisner 2018 a la mejor librería internacional, porque además de representar a autores e ilustradores en el extranjero y de publicar cómics, Martínez también había abierto en el Passeig de Sant Joan un local donde venderlos. En la actualidad, Norma Cómics es una red de tiendas franquiciadas que se extiende por todo el Estado.
"Incentivar la creación en el cómic"
Su esfuerzo "por incentivar la creación, en español y en catalán, dentro del segmento del cómic y de la novela gráfica" le ha valido el Premio Nacional, aunque el jurado también ha valorado su "importante trayectoria y presencia internacional", sobre todo en América Latina. Entre otros méritos, su "influencia cultural y social notable y prolongada en el tiempo", así como la "promoción de la lectura entre el público más joven".
Hoy esgrimen el imán del manga entre los chavales, pero el bagaje de Norma abarca revistas icónicas de los ochenta como Cimoc y Cairo, competencia de El Víbora y faro del cómic para adultos. A lo largo de su historia, ha publicado a autores españoles como Daniel Torres, Miguelanxo Prado o Segrelles; europeos como Enki Bilal, Milo Manara, Moebius o Hugo Pratt; y estadounidenses como Alan Moore, Mike Mignola, Frank Miller o William Eisner, quien precisamente da nombre al premio que se entrega cada año en la Convención Internacional de Cómics de San Diego.
Entre su catálogo también figuraron los superhéroes de DC y la revista ¡Dibus!, dirigida a un público infantil y juvenil que logró resistir tres lustros en los quioscos. Su apuesta en los noventa por los historietistas japoneses se vio recompensada con la llegada de nuevos lectores. Estos rejuvenecieron el público de la editorial, aunque el deseo del director de Norma siempre ha sido que la tropa de aficionados al manga —Tokyo Revengers, de Ken Waku, fue el superventas del año pasado— terminase enganchándose a las viñetas europeas y estadounidenses.
Cómic y memoria histórica
Estos son algunos de los méritos que la han llevado a ser la primera editorial especializada en cómic que recibe el Premio Nacional, pero sería injusto olvidar otra vía abierta por Rafael Martínez, en la que el lector puede transitar por los caminos de la historia y también por sus cunetas. Convencido de que había que plasmar la realidad actual y desempolvar la memoria histórica, el sello abrió su oferta al cómic social.
Algunas de esas novelas gráficas son un retrato de la guerra civil y de la posguerra, que nacen del relato oral familiar, o sea, de la experiencia de los padres o abuelos de los autores. Aunque también hay cabida para sucesos recientes o contemporáneos, caso de Guantánamo Kid. La historia verdadera de Mohammed El-Gorani, de Jérôme Tubiana y Alexandre Franc, sobre el reo más joven de la base estadounidense.
Más allá de los autores europeos y su denuncia de los horrores del nazismo, con títulos como El fotógrafo de Mauthausen y Jan Karski. El hombre que descubrió el Holocausto, nuestros creadores han encontrado en Norma un espacio para difundir El arte de volar (Premio Nacional de Cómic 2010) o El ala Rota, de Antonio Altarriba y Kim, quien en solitario escribe y dibuja Nieve en los bolsillos, sobre la emigración a Alemania.
Jaime Martín firma Jamás tendré 20 años y Las guerras silenciosas; Daniel Torres, Picasso en la guerra civil; y Teresa Valero, Contrapaso, que destapa una España silenciada por la dictadura donde caben niños robados y psiquiatras que consideran a las rojas unas débiles mentales. El catálogo seguirá nutriéndose con artistas como Clara de Frutos, ganadora de la beca El arte de volar con Las sinsombrero, una obra pendiente de publicación donde rescata a las mujeres olvidadas de la generación del 27.
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