Este artículo se publicó hace 3 años.
Octogenarias del siglo XXI: desinhibidas, seductoras y sin pelos en la lengua
La nueva película de Pamela Tola, 'Damas de hierro', se ha convertido en un fenómeno en Finlandia. Comedia negra protagonizada por tres hermanas de 75 años en adelante, se presenta como una brillante gamberrada, pero se despide como la memoria trágica de millones de mujeres.
Madrid-
"Las dos sabéis que si me dais una gota de alcohol me desinhibo", reprocha Raili a sus hermanas menores, Inkeri y Sylvi. Devastada por una resaca sideral, como hacía muchos años que no sufría, ha huido medio desnuda de la cama que ha compartido con un joven que conoció la noche anterior. La escena la hemos visto antes, pero nunca con un personaje femenino que ya no cumple los ochenta y que, de hecho, está mucho más cerca de los noventa.
A medio camino entre la gamberrada brillante y el cine de denuncia, Damas de hierro, segundo largometraje de la cineasta finlandesa Pamela Tola, se ha convertido en un inesperadísimo fenómeno en su país. Comedia de humor negro hilarante, esta historia es al mismo tiempo un retrato inteligente de la tragedia de envejecer en el mundo de hoy, una contundente denuncia de la dominación que sufren las mujeres por parte de los hombres y una llamada a la celebración de la vida.
Una acción reivindicativa
Leena Uotila, Saara Pakkasvirta y Seela Sella son las tres actrices protagonistas en esta ficción tres hermanas que huyen en coche hacia la casa de su infancia después de que la pequeña, Inkeri, 75 años, haya pegado con una sartén Fiskars de revestimiento fuerte a su marido en la cabeza y haya intentado enterrarlo en el jardín sin mucho éxito.
"Si hubiera sido tú, le hubiera matado antes. Te impidió estudiar, hacer la carrera de tus sueños", le dice la mediana, Sylvi, una abogada retirada, rica, fumadora pertinaz, infatigable ligona y especialmente deslenguada. "Todo el mundo quiere matar a sus maridos. Es absolutamente normal. Yo he matado a cinco maridos".
Road movie de crecimiento personal para Inkeri, de vuelta a la vida para Raili y de pura diversión para Sylvi, Damas de hierro es una acción reivindicativa en sí misma. A la cineasta Pamela Tola le ha costado nada menos que diez años levantar este proyecto, porque nadie quería financiar una película protagonizada por tres ancianas.
"No solo como abuelas"
"¿Por qué no los vemos representados como personas activas, no solo como algunas 'abuelas'?", se preguntaba Tola en una entrevista que concedió a la revista Variety tras el paso de la película por el Festival de Gotemburgo —el certamen cumplió el 50-50 de participación de mujeres y hombres en dirección—. "Son seres humanos, como todos nosotros. Propensos a los arrebatos de ira, la ingesta excesiva de alcohol y las relaciones al azar".
La realidad de que la sociedad occidental aparta a sus mayores como si fueran desechos, el desperdicio de experiencia y sabiduría que ello supone y la negativa a aceptarles como referencias clave para nuestro futuro están presentes en esta película, en la que, sin embargo, la cineasta pone el resto en denunciar un patriarcado nocivo que ha robado a muchas mujeres la vida que hubiera querido tener.
Empezar a vivir
"He vivido mi vida a la sombra de un alcohólico narcisista. Nunca he tenido nada para mí". Son las palabras de Inkeri después de superar el shock del sartenazo. Entusiasta y rebelde estudiante, en la universidad se la conocía como 'Chica Libre', seudónimo que empleaban en los panfletos feministas que escribía. Hoy es una mujer ahogada por la furia de su marido que ha dedicado su vida a la familia. Echando la vista atrás, ahora se da cuenta de la vida que hubiera querido tener y decide que todavía puede alcanzarla.
"La película habla de la vida, de las elecciones que hacemos y las circunstancias personales, de la evasión de responsabilidades, los sueños y el hecho de encontrarse a uno mismo. Es una película sobre la importancia de vivir en el momento adecuado y la idea de que nunca es demasiado tarde para empezar a vivir como verdaderamente deseas", escribe Pamela Tola en las notas de dirección de la película.
Pura sabiduría
"La idea de que la vida no acaba a los sesenta, ni siquiera a los ochenta, me resulta muy reconfortante y alentadora", añade la directora, que afea a esta sociedad que empuje a las personas mayores a una situación de soledad y desesperanzas totales. "Es horrible pensar que alguna gente simplemente espera la muerte".
Revestida de ese humor negro, brillante y eficacísimo, la historia de Inkeri, Sylvi y Raili es, en realidad, una memoria trágica de millones de mujeres en el mundo. La gamberrada que se intuye al comienzo empieza a coger peso poco a poco y finalmente se ha transformado en un relato inspirador cargado de sentido común. Llevadas al extremo de la comedia, las reflexiones de estas hermanas sobre el matrimonio, la maternidad –"Todas las madres son idiotas. Es su trabajo, por así decirlo" -, la juventud, la independencia, la vida… son pura sabiduría. La misma sabiduría que esta sociedad ignorante deslumbrada por la belleza y la juventud menosprecia.
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