Este artículo se publicó hace 4 años.
La pandemia destapa las miserias del patrimonio cultural español
El preocupante escenario postcovid, todavía en ciernes, así como la omisión por parte del Ministerio de Cultura en materia de ayudas al sector, condenan la viabilidad del denso tejido de museos y sitos patrimoniales de España.
Madrid-
Tras el confinamiento y la posterior desescalada, se abre un escenario plagado de incertezas en lo que respecta a la gestión del patrimonio. El previsible desplome del turismo podría agravar aún más la ya de por sí precaria situación en la que se encuentran muchos de nuestros monumentos. La caída de los ingresos procedentes de taquilla supone una merma importante de un capital con el que hacer frente a contingencias y mantenimientos varios.
A la sombra de nuestros grandes reclamos turísticos, visita obligada para hordas de visitantes de todo el mundo, nos encontramos con un conjunto de ermitas, murallas y restos arqueológicos cuyo progresivo deterioro parece haber quedado fuera de la agenda de la Administración. "La presente crisis sólo va a agravar la que ya arrastramos desde 2008, cuando se redujeron entre un 60 y un 70% las inversiones públicas en conservación de patrimonio", explica Víctor Álvarez, director del Área de Turismo y Cultura de la Fundación Santa María la Real.
"Volvemos a los 80 en el ámbito de la conservación y puesta en valor del patrimonio"
El preocupante escenario postcovid, todavía en ciernes, así como la omisión por parte del Ministerio de Cultura en materia de ayudas, condenan la viabilidad del denso tejido de museos y sitos patrimoniales de España. "Las inversiones en la última década apenas se han movido, de modo que nos enfrentamos a una nueva crisis cuyas consecuencias todavía es pronto para determinar con los mismos recursos que hace diez años; va a ser muy complicado", remacha Álvarez.
En esa misma línea, Gabriel Morate, coordinador de Patrimonio de Fundación Montemadrid, tiene a bien calibrar, grosso modo, las dimensiones de la recesión que está por venir: "Va a suponer volver a los años 80 en el ámbito de la conservación y puesta en valor del patrimonio". Una deriva a la que se ha llegado fruto de una inercia política que no ha tenido demasiado en cuenta las necesidad y la importancia del sector. "El modelo es y ha sido considerar el patrimonio como una maría, como una de esas asignaturas que a nuestros políticos les importa un bledo".
La solución pasa, según Morate, por hacer una política cultural que vaya más allá del mero enunciado, una política que abandone el eslogan y los guiños electoralistas y aborde en profundidad el problema. "Nunca se ha querido hacer una política cultural eficaz y orientada a hacer del turismo cultural uno de los ejes de la actividad económica de España, y si en algún momento se ha dicho siempre ha sido de boquilla". Sólo así se explica que en España, en 2020, nuestras principales catedrales no cuenten con un sistema de medición de la temperatura y la humedad en su interior.
"El modo de restauración en España −prosigue Morate− ha sido tradicionalmente el de Sísifo; restauramos los monumentos cada 15 o 20 años haciendo las mismas intervenciones pero cada vez más caras, por falta de mantenimiento continuado y por no incorporar proyectos de gestión sostenible y eficaz".
La tiranía de la taquilla
Y si el olvido o la invisibilidad es lo que más afecta a nuestro pequeño y mediano patrimonio, los grandes reclamos viven sometidos a la dictadura de la taquilla. Instituciones como la Alhambra y la Mezquita de Córdoba dependen en más de un 90% de la taquilla, también es el caso del Consorcio Ciudad Monumental de Mérida, que gestiona y preserva el patrimonio arqueológico de la ciudad extremeña de origen romano. Su director, Felix Palma, cifra en unos 2 millones de euros las pérdidas acumuladas en los últimos cuatro meses.
"Quizá sea el momento de probar indicadores como la rentabilidad cultural o la responsabilidad social"
"Esa cantidad no sólo afecta a las nóminas del centenar de trabajadores del consorcio, sino también en la inversión y conservación del patrimonio emeritense; es muy grave", apunta Palma. Con todo, desde el Consorcio llaman a la tranquilidad y optan por mirar el vaso medio lleno: "Tenemos una pequeña hucha que esperemos nos permita capear esta incertidumbre, también contamos con el valor añadido de que Mérida es una ciudad pequeña y saludable, y que nuestros enclaves y monumentos son bastante amplios".
Pero no siempre es así. La Mezquita de Córdoba, sin ir más lejos, dedica casi 5,3 millones de euros en conservar el edificio y sus tesoros, según la memoria anual del Obispado de Córdoba. Sin visitantes o con una taquilla muy mermada ante la ausencia del turismo internacional, es obvio pensar que el patrimonio se resentirá de forma notable.
Urge un cambio de paradigma, un nuevo modelo que, como apunta Paloma Acuña-Fernández, presidenta del Patronato Real Fundación de Toledo, no identifique el éxito del museo o del monumento únicamente en función del número de visitantes y la cifra de ingresos. "Ahora que no pueden evaluar su rentabilidad en términos exclusivamente económicos, quizá sea el momento de que prueben con otros indicadores como la rentabilidad cultural o la responsabilidad social".
En efecto, corren buenos tiempos para repensar el modelo de turismo cultural que queremos. Una transición patrocinada por una pandemia global que obliga, en aras de la supervivencia, a buscar otros horizontes. "Se tiende a pensar que es el turismo el que le da vida al museo y al monumento, pero no es así, también puede ser el entorno, también se pueden crear otros circuitos alternativos que vayan más allá de los centros de referencia", apunta Acuña-Fernández.
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