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Andrés Calamaro Los Rodríguez, la banda que tardó en conquistar España: "Ensayábamos de día y salíamos de noche"

'Público' habla con Andrés Calamaro y algunos críticos musicales sobre este afamado grupo, que cumple 30 años. Su éxito fue póstumo, ya que pese a conquistar todos los locales de España y darse un festín en Las Ventas en 1993, tuvo que esperar hasta su disolución para ser reconocida entre las bandas más grandes de su generación.

Los Rodríguez, siete años del mítico grupo en 'Sol y Sombra'
Andrés Calamaro, Ariel Rot, Julián Infante y Germán Vilella, miembros de Los Rodríguez.

"Tequila con otro cantante". Así se hablaba de Los Rodríguez hace justo 30 años, antes de su salto a la fama, antes de que sus canciones resonaran diariamente en la radio, antes de que una fiesta de pueblo no se concibiera sin Mucho Mejor  en la verbena e incluso antes del primer concierto de la banda, que tuvo lugar en la madrileña sala Siroco el 6 de diciembre de 1990.

Se cumplen tres décadas de que un Andrés Calamaro recién aterrizado en España, tras una trayectoria de éxito y trincheras al piano de Charly García y como miembro de Los Abuelos de la Nada, se mezclara en Madrid junto a Ariel Rot y Julián Infante, exmiembros de Tequila, y Germán Vilella, un batería que empezaba a consolidarse en la escena musical. Finalizaba septiembre en 1990 y nacía, aún sin nombre, una banda que como muchos artistas, obtuvo reconocimiento internacional cuando había dejado de respirar. La España de los noventa, con la mirada puesta en otros géneros y corrientes musicales, no acogió a Los Rodriguez con los brazos tan abiertos como se puede creer ahora, con el paso del tiempo para poner distancia y con Los Rodríguez ya encumbrados.

Una banda que compartió piso, que se recorrió el mapa nacional en busca de salas de concierto, que viajó a América y volvió endeudada, que actuó por placer y por necesidad, que salía del atolladero entre risas y componiendo nuevos himnos, que se ganó el respeto de sus compañeros de profesión y que ahora sirve de influencia para todo aquel que empuña una guitarra.

Andrés Calamaro: "Mi pesadilla recurrente es tener que madrugar"

El propio Calamaro, que responde a las preguntas de Público a través del correo electrónico, evoca el punto medio en que vivió la formación: "Pasamos años en los locales de ensayos de Tablada 25, viviendo casi en comunidad. Ensayando de día y saliendo de noche, por bares y clubes de Madrid. No tuvimos tanto éxito como para embarcarnos en compromisos de giras mundiales, ni tanto dinero como para vivir la vida frenética de los millonarios que se lo pueden pagar todo". 

Además, el cantante que reconoce que no mira atrás con demasiada nostalgia: "Todos los días es aniversario de algo, estoy grabando discos desde los 16 años, no recuerdo las fechas simbólicas ni importantes. Luego soy abstemio e insomne. Lo que vivo con vértigo es tener que despertarme antes del mediodía. No merezco el vértigo, no hago suficientes méritos. No soy cirujano ni obrero en la construcción. Todo lo que no sea cultivar la vagancia me genera vértigo en mayor o menos dosis. Mi pesadilla recurrente es tener que madrugar. Soy la misma persona que a los 17 años".

En la onda musical de los noventa, que no era la de Los Rodríguez, entró este cuarteto que en bolos se autodefinía como "2% de rumba, 98% de rock". Una España entre Jose María Aznar y Felipe González que encontraba un puñado de billetes en cada bolsillo del pantalón, puestos ahí por una especulación inmobiliaria que años después pasó una factura despiadada e impagable.

"Si tú ibas a Malasaña estabas atrapado en dos mundos: el rollo del indie, donde lo más alegre eran Los Planetas, y luego todo el rollo de la Malasaña auténtica, una especie de talibanes del rock, a los que les gustaba lo más underground y tenían un punto malrollero", recuerda Víctor Lenore, periodista cultural autor de Indies, hípsters y gafapastas y Espectros de la movida: por qué odiar los años 80.

Hubo tensión entre los miembros de la banda a raíz de un reparto desigual de los beneficios, medida impuesta por Calamaro

Su apogeo llegó en formato concierto, como era habitual en ellos, en Las Ventas. En 1993 y a propósito del disco Sin documentos, Los Rodríguez se coronaron en la plaza de toros de Madrid y granjearon un reconocimiento del que disfrutar durante el siguiente trienio que estuvieron unidos. Ya en 1995, tras la publicación de Palabras más, palabras menos se constataron hostilidades entre los músicos, fundamentalmente entre Calamaro y Vilella, a raíz de un reparto desigual de los beneficios de cada actuación donde el vocalista (y principal compositor) cobrara más que el resto de miembros, medida impuesta por el propio Calamaro, que la presentó como condición sine qua non para que él siguiera en la banda. Siempre con elegancia, el grupo se disolvió y nadie supo de estas trifulcas hasta que ellos mismos las han recordado en la biografía Sol y Sombra, escrita por Kike Babas y Kike Turrón (a la venta exclusiva en BAO Bilbao Ediciones).

Los Rodriguez en la posteridad

Entre 1990 y 1996, Los Rodríguez dieron cobijo a tres discos de estudio, uno en directo y otro recopilatorio, que puso el punto y final. La banda tenía previsto deshacerse tras la gira del disco Palabras más, palabras menos , pero pospuso el funeral para girar junto a Joaquín Sabina, que quería compartir escenario con ellos. Cosas del azar, la banda alcanzó su plenitud durante su proceso de disolución, energía que Calamaro pudo aprovechar para sus primeros discos en solitario, los ineludibles Alta suciedad y Honestidad Brutal

Calamaro: "Soy músico y argentino, siempre vivimos bajo alguna presión operativa o económica"

"Los Rodriguez fueron uno de esos imprescindibles para entender el rock en España, como pudo ser Miguel Ríos anteriormente. Un grupo que reintrodujo el rock en los hogares. Le gustaba al hermano pequeño y a la madre. Frecuentaron todas las plazas de los pueblos en fiestas. Es verdad que su grandeza llegó a posteriori; vivían mayormente de los ayuntamientos y algún concierto en Madrid", apunta Kike Turrón, coautor de la ya mencionada biografía Sol y Sombra.

Aunque es innegable que la popularidad de Los Rodríguez llegara una vez firmados los papeles del divorcio, pasar a la posteridad es tal vez una quimera, asegura Calamaro: "La posteridad solo le interesa a la posteridad, que son cincuenta años en el mejor de los casos. Para la posteridad seremos lo anónimo, es posible que se sigan escuchando algunas de nuestras canciones, que sobrevivan las melodías y los versos. Es un cálculo optimista". 

No alcanzar el éxito significaba también no alcanzar la estabilidad económica. La precariedad siempre acompañó a Los Rodríguez: "Soy músico y argentino, siempre vivimos bajo alguna presión operativa o económica. Los Rodriguez éramos exigentes en los ensayos y los directos porque intentábamos tocar bien o muy bien, y cantar. No éramos autores consumados de canciones, pero es rock", asegura Calamaro. 

Sobre la aspiración de cuadrar cuentas y no mirar con presión la cartera, el argentino reconoce un ciclo de altos y bajos en su vida: "El destino es caprichoso, cada diez años estoy empezando de nuevo y de cero. Cero literal y patatero. Por el motivo que sea, o una suma de motivos. Los años redondos. En 1990 empezamos de cero, sin ninguna clase de privilegios. El 2000 fue el fin del mundo en forma de calendarios de apocalipsis y sustancia. En el 2010 perdimos los privilegios ciudadanos, y este año redondo, como es de público conocimiento, es un escenario insólito de dominación y temores", arguye.

Simbología española y repertorio olvidado

Calamaro: "Tengo suficientes canciones como para armar veinte repertorios diferentes"

Una parte del rechazo inicial a Los Rodríguez desde la España noventera vino dado por no incluirse dentro de las corrientes de moda de aquel entonces. Otro elemento fue su abrazo a los elementos clásicos españoles, esos más propios de una casa de pueblo que del centro de Madrid, fueron insertados dentro de sus melodías y sus versos. "Empiezan a incorporar símbolos emblemáticos de la cultura española. Solo Gabinete Caligari lo había hecho y había tenido un éxito brutal en los ochenta. Se ponen a hablar de los carajillos, de los toros, de la cultura popular española, que desde el indie se veía con distancia y en los grupos de rock auténticos también. Arrasan en cuanto les dan la oportunidad. En el mundo de la cultura ese rollo español se veía cutre y creó una distancia. Crearon iconos con la España cotidiana", analiza Lenore. 

En una escena musical nada politizada, Los Rodríguez se desenvolvieron sin alterar el ambiente: "Son el típico grupo socialdemócrata, en el sentido de que es una sociedad que no tiene muchas preocupaciones más que divertirte", apunta el crítico musical.

Tres décadas después, Calamaro sigue escuchando cómo el graderío pide Mi Enfermedad y Sin Documentos, dos de los grandes éxitos de Los Rodríguez: "Algunas canciones no las canto y no hay problema, tengo más canciones para elegir. Es verdad que algunas son inevitables en un concierto; es el caso de Paloma y Crímenes Perfectos [canciones de su discografía en solitario]. Confío en la proporción positiva de cantidad y calidad, tengo suficientes canciones como para armar veinte repertorios diferentes. No pienso escuchar mis discos más antiguos pero los conciertos los ensayamos para disfrutarlos. Si me embola [hastía] cantar Mi Enfermedad, preparamos un repertorio sin Mi Enfermedad. Creo que la única canción no negociable es Paloma. Luego, sí, es imposible cantar todo lo que el público reclama porque tenemos un repertorio ensayado y no son doscientas canciones", sostiene el cantante.

Un final amargo y una reconciliación

Para Kike Babas, el otro coautor de la biografía de Los Rodríguez, la ruptura de la banda cortó la posibilidad de que ascendieran en la escala social y se colocaran entre los imprescindibles del momento: "Se separaron en el momento en el que el éxito multitudinario estaba llamando a las puertas de su creación. Estaban a punto de recoger los frutos. La razón de que luego se hayan hecho imprescindibles responde a varios factores, uno de ellos ha sido la extraordinaria carrera en solitario de Andrés Calamaro". 

Los duelos y quebrantos internos fagocitaron el futuro de la banda, dañada además por el positivo en VIH de Julián Infante, que moriría pocos años después. Germán Villena se convirtió en batería a sueldo de otros artistas importantes y Ariel Rot inició una carrera en solitario que le ha servido para consolidarse como uno de los músicos más respetados de habla hispana, aunque tras sus dos grandes bandas nunca logró volver a revalidar el éxito comercial.

El trío superviviente reconoce un hilo invisible entre ellos, que les ha hecho reencontrarse con amor y cordialidad años después, que tuvo su cristalización en la participación en un disco homenaje a Joaquín Sabina. Como si el círculo se cerrase, versionaron Princesa, canción con la que ensayaban en su local de Tablada 25 cuando aún se buscaban la vida sin éxito pero con alegría. Ahora comparten un grupo de Whatsapp donde los recuerdos y la memoria fluye. Cerrada la herida y reencontrados los actores de esta película, es cuestión de tiempo que la pregunta que todo artista odia se les vuelva a aparecer hasta en sueños: ¿Cuándo volverán Los Rodríguez?

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