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Tatuajes Presos, pandilleros y gente de mal vivir: el tatuaje antes de que se pusiese de moda

Tatuadores clásicos y contemporáneos muestran sus diseños en la exposición 'Tatto. Arte bajo la piel', un viaje por la historia de los tatuajes que puede verse hasta el 17 de abril en CaixaForum Madrid.

Tatuajes que pueden verse en la exposición ‘Tatto. Arte bajo la piel’, en CaixaForum Madrid.
Tatuajes que pueden verse en la exposición ‘Tatto. Arte bajo la piel’, en CaixaForum Madrid. Fundación "la Caixa" / CEDIDA

Hubo un tiempo en que los presos y los marineros lucían tatuajes con orgullo, mientras que el resto de la sociedad los consideraba un rasgo marginal. Desde el carcelario Amor de madre hasta el inocuo Be happy de nuestros días, no median tantos años, en los que los grabados en la piel se han popularizado, perdido cierto simbolismo y ganado otros significados. "Actualmente es un fenómeno global y a nivel estético se ha convertido en una moda", explica Elena Mansergas, coordinadora de la muestra Tatto. Arte bajo la piel, que puede verse hasta el 17 de abril en CaixaForum Madrid.

Los museos y salas de exposiciones hoy exhiben los tatuajes como si fuesen obras de arte. La Fundación "la Caixa" recoge el guante del Musée du Quai Branly – Jaques Chirac de París y emprende un recorrido por la historia de la piel entintada, que comienza hace más de 5.000 años, como se encarga de recordarnos la momia Ötzi. Vetado en Europa por el cristianismo, pervivió allende los mares como elemento ritual y de asimilación en las sociedades tradicionales. Hasta que a partir del siglo XV los exploradores volvieron a encontrárselos en culturas lejanas y los marineros los trajeron de vuelta al Viejo Continente.

Mientras que en los territorios de ultramar la práctica era reprimida, en Europa se extendía por las calles. Si antes, en Roma o en China, era la marca del esclavo, del delincuente o del proscrito, ahora era el código de la soldadesca, de los bajos fondos y de territorios fronterizos como los espectáculos de feria, un sello rebelde, desafiante y contestatario. "Y también suponían un castigo, pues en los gulags rusos era el currículo de un criminal, de modo que los tatuaban según los crímenes que habían cometido para que quedaran marcados de por vida", añade Mansergas. En la otra cara de la moneda, hasta los aristócratas llegaron a pasear sus dibujos por palacio.

Fotografía de Masato Sudo incluida en la exposición ‘Tatto. Arte bajo la piel’.
Fotografía de Masato Sudo incluida en la exposición 'Tatto. Arte bajo la piel'. Fundación "la Caixa" / CEDIDA

En Japón se tatúan todo el cuerpo, aunque luego se prohíbe tal práctica y queda circunscrita a la yakuza, la temida mafia local. El tatuaje viaja, como también lo hacían los tatuadores, hasta que Samuel O’Reilly favorece su difusión cuando en 1891 inventa la máquina de tatuar eléctrica. En Estados Unidos cobra fuerza y evoluciona por su cuenta, mientras que en este lado del charco Sutherland MacDonald se presenta como "artista tatuador", del mismo modo que ahora CaixaForum acoge a profesionales que han alcanzado tal consideración, como Horiyoshi III, Filip Leu, Mark Kopua, Kari Barba, Jee Sayalero o Laura Juan, quienes han dejado su sello en cuerpos de silicona.

"Buscamos realzar el tatuaje como técnica artística y dar a conocer a quienes están detrás de su evolución, pero lo abordamos desde un punto de vista antropológico, es decir, del uso que se ha hecho de él a nivel social", afirma la coordinadora de Tatto. Arte bajo la piel, quien recuerda que a lo largo de la historia ha servido para estigmatizar a alguien o para diferenciarse dentro del grupo, hasta que hoy su uso es mayoritario y convencional. "Hay quien sigue siendo fiel a una técnica o a una iconografía, aunque en general el tatuaje ya es mainstream".

Nueva Zelanda, Samoa, Polinesia, Malasia, Indonesia, Filipinas, Tailandia, China, Taiwán… La exposición recorre medio mundo rastreando la tinta bajo la piel del ser humano y se detiene, claro, en las cárceles californianas y en los pandilleros chicanos y latinos. Más de 240 fotografías, objetos y obras de artistas que van de la centenaria filipina Whang-od Oggay a los nuevos tatuadores, quienes reinterpretan a los clásicos o desafían a los maestros al adentrarse en territorios más abstractos. "Hemos llegado al punto de que el Musée du Quai Branly – Jaques Chirac se plantee adquirir tatuajes para su colección", concluye Mansergas. "Porque hoy se estudia, se trata y se muestra como una obra de arte".

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