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Xavier Díez: "Garcia Oliver resulta incómodo para las clases dominantes"
Entre las figuras más silenciadas por la historiografía oficial destaca Joan Garcia Oliver, quien fue ministro de la CNT durante la Guerra Civil. Con 'Nosaltres, els sense nom' (La Campana), el escritor Xavier Díez actualiza las memorias de este sindicalista de base que, gracias a su influencia y capacidad de acción, tuvo un papel primordial en la revuelta libertaria del 36.
Àlex Romaguera
Barcelona-
Pocos personajes como Joan Garcia Oliver (1902-1980) son tan importantes como para entender la etapa más convulsa de la Catalunya contemporánea. Así lo ponen de manifiesto sus memorias, recogidas en el libro El eco de los pasos (Ruedo Ibérico), de las que Xavier Díez ha condensado lo más relevante en una antología que nos acerca a un hombre clave en el devenir de la sociedad catalana del primer tercio del siglo XX.
Remezclada bajo el título Nosaltres, els sense nom. L'anarquista oblidat: de pistoler a ministre (La Campana), la obra se convierte en un acto de justicia respecto a un activista que, a diferencia de Frederica Montseny, Salvador Seguí, Joan Peiró u otros prohombres del movimiento libertario, "ha sido silenciado de forma deliberada" . Así se refiere Xavier Díez, para quien el ostracismo que ha sufrido Garcia Oliver revela la forma en la que se ha conformado la memoria oficial en la Catalunya moderna, dominada por los sectores acomodados y los teóricos de tradición marxista que, en el contexto de la Transición, engrosaron las filas del PSUC.
Reescribiendo la historia
"La figura de Garcia Oliver resulta incómoda para las clases dominantes catalanas, que quedaron atemorizadas por la revolución libertaria del 36, y por el discurso de los historiadores comunistas provenientes de las clases medias que acapararon el mundo académico entre las décadas de los años 70 y 90". Según Díez, a Garcia Oliver no sólo se le ha desterrado por los ideales que pregonaba; también porque sus acciones armadas contrastan con la idea inventada por el historiador y escritor Jaume Vicenç Vives en los años 50, según la cual la sociedad catalana siempre se ha caracterizado por su pacifismo y talante dialogante.
"La figura de Garcia Oliver resulta incómoda para las clases dominantes catalanas"
Díez explica que las tesis de Vives, formuladas en una etapa en la que la burguesía participaba de los resortes del franquismo, no responden a la realidad, puesto que la violencia en la Catalunya del primer tercio del siglo XX era similar la registrada en cualquier otro país de Europa. Para edulcorar aquella realidad, el historiador gerundense recuerda que, todavía hoy, se habla del Pistolerismo para calificar los hechos ocurridos entre 1919 y 1923, cuando por el número de muertes equivaldría a una guerra civil tan o más violenta que la protagonizada en Irlanda; o de la Semana Trágica, en referencia a la insurrección anarquista que en 1909 dejó un centenar de muertes, lo que demuestra que "quien controla el relato, contra la terminología".
En este sentido, Díez considera a Garcia Oliver uno de los exponentes más claros de esta tradición combativa del movimiento anarquista. "Era capaz de plantarse con una pistola ante los patrones para exigirles que pusieran fin a los abusos laborales y, cuando llegó la guerra, proveyó de armas al frente hasta diseñar una revolución libertaria".
De hecho, añade Díez, "Garcia Oliver forma parte de la generación marcada por las injusticias de la época, donde la violencia institucional y la patronal aniquilaban y dejaban sin esperanza a la clase trabajadora". Para el historiador gerundense, también haber sido torturado y vejado lo moldearon como una persona con cierta sed de venganza que, sin abandonar nunca sus planteamientos teóricos, buscó en todo momento los instrumentos más efectivos para sacar adelante la revuelta.
De las armas al exilio
Nosaltres, els sense nom, que ya va por la tercera edición, presenta a un personaje que, a través de los atentados y la extorsión, logró atraer a varios grupos de afinidad partidarios de utilizar la violencia para alcanzar sus objetivos. Es el caso de Nosotros o los Solidarios, sus antecesores, quienes se reflejaron en fenómenos revolucionarios más profesionales que, como la revolución bolchevique de 1917, dieron la vuelta al orden de las cosas. "Aunque aquella revolución no lo sedujo en términos ideológicos, Garcia Oliver sí encontró un referente a la hora de persistir en su lucha contra la oligarquía y el poder establecido".
"Garcia Oliver sí encontró un referente a la hora de persistir en su lucha contra la oligarquía y el poder establecido"
Esta apuesta por la actividad armada es, en gran medida, el motivo que le acaba alejando del resto de líderes libertarios. "No ve clara la estrategia de Salvador Seguí de construir la revolución desde la base, ni comulga con las tesis de Frederica Montseny, ni tampoco se entusiasma con el decreto de colectivizaciones que Joan Pau Fàbregas, conseller de Economía de la Generalitat republicana, aprobó el año 36", comenta Díez. "Más bien está convencido de que, a través de estos cambios legislativos, difícilmente se despojará a la burguesía del poder".
Las discrepancias con la vía institucional y el cierto prejuicio de clase hacia algunos dirigentes cenetistas, sin embargo, no impidieron a Garcia Oliver ser ministro de Justicia del gobierno de Largo Caballero durante la Guerra Civil y organizar la columna Los Aguiluchos. Según Díez, nada era incompatible si creía que, con su paso por la política, podía contribuir a la revolución, que al fin y al cabo era su obsesión. "Al margen de que, pese a su carácter hermético, estaba fascinado por las intimidades de poder y se lo pasaba en grande rodeando de gente que ocupaba otros espacios ideológicos". Es conocida, por ejemplo, su amistad con Francesc Macià.
Después de este período, y una vez constató su desencuentro con la CNT, Garcia Oliver tomó el camino del exilio. Sin embargo, y como recuerda Díez, nunca dejó de intervenir para rehacer el gobierno español de la República. Pasó por Polonia, Noruega, el Estado francés, e incluso urdió un intento de atentado contra el general Franco.
Un legado práctico y difuso
A lo largo de 400 páginas, las renovadas memorias de Garcia Oliver nos ayudan a entender la ruptura entre el anarquismo de entonces con el que emergió a partir de los años 70. Xavier Díez considera que en esta fractura intervienen muchos elementos, entre los cuales que "mientras buena parte de los anarquistas afincados en Europa continúan en el proletariado, los de América Latina adoptan una militancia de cuello blanco y se hacen ricos gracias a las empresas que crean".
Esta disparidad de trayectorias entre los exiliados, y la emergencia de una Europa capitalista y hedonista, hace ver a Garcia Oliver que el discurso y los referentes han cambiado de arriba abajo y que no existe motivo de esperanza para asaltar el poder. "Si la CNT del primer tercio del siglo XX representó un paraestado que pretendía organizar a las clases populares, él observa que a partir de la Transición se configura un anarquismo cada vez más difuso e individualista, muy lejos de convertirse en una alternativa institucional".
Sin embargo, Xavier Díez reivindica el imaginario que el movimiento han dejado en la sociedad catalana. "La propia ANC tiene un punto de anarquismo, al igual que los CDR, el movimiento vecinal, el asociacionismo o el cooperativismo", señala el historiador, para quien "seguramente Garcia Oliver se habría adaptado a los nuevos tiempos, pero conservando aquel pragmatismo de ponerlo todo al servicio de la revolución".
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