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Ángel Cano, de la cúpula del BBVA a entrenar con la élite maratoniana

Los milagros que puede obrar correr. Tras 20 años en la cúpula del BBVA, con 130.000 empleados, Ángel Cano ha encontrado el retiro dorado en el INEF de Madrid. Su entrenador es el mismo que el de atletas de élite y sus entrenos, severos. Una media de 100 kilómetros a la semana para bajar de 3 horas en Hamburgo.

Ángel Cano, el banquero atípico.- TWITTER ÁNGEL CANO

ALFREDO VARONA

MADRID.- Hoy, ya no es como ayer. Hoy, ya no es como hasta el año pasado cuando Ángel Cano, como consejero delegado del BBVA, encabezaba tantas noticias de la sección de economía. Pero hoy, en realidad, quizá haya algo que sí sea como entonces. Un banquero atípico, llamado a disfrutar de las emociones de la vida. Ahora, sus mañanas están en las pistas del INEF de Madrid, donde entrena con el grupo de atletas de elite que dirige el entrenador Antonio Serrano y habla de los maratonianos, Javi Guerra o Alessandra Aguilar, con una naturalidad extraordinaria.

Su próximo objetivo es el maratón de Hamburgo, donde sueña con bajar, por fin, de las tres horas. Ha hecho una media de 100 kilómetros a la semana. Ha perdido siete kilos y muestra el aspecto del hombre que come y duerme sano. Ayer hizo un entreno formidable, 14x600 metros, 17,5 kilómetros en total. Pero en cualquier conversación con él el banquero es inseparable del atleta unidos como uña y carne. Quizá porque fueron casi 20 años de su vida en la cúpula del BBVA, con 130.000 empleados, que le dejaron una poderosísima indemnización que hoy le permiten vivir lo que más ama: la vida. “No sé si volveré a trabajar. Pero, en todo caso, necesitaba un año sabático para volver con más hambre”, explica.

No hay nada más humano que hablar con un hombre a punto de desafiar al maratón.

¿Por qué?

¿No se siente más vulnerable?

Sí, claro, por mucho que no quieras ponerte nervioso te pones nervioso. Pero no ahora, sino desde el día en el que mi entrenador me pasó el plan para las últimas tres semanas. No sé cuantas veces lo habré leído ya y, sí, yo mismo sé que me he preparado, que he hecho los deberes, pero cada vez que se acerca la línea de salida…, pasa. Siempre me pasa.

"En la línea de salida de un maratón todos somos iguales; allí no hay política, no hay una competencia insana"

¿Qué diferencia al hombre del atleta?

No sé. Quizá haya demasiada diferencia. En la línea de salida de un maratón todos somos iguales; allí no hay política, no hay una competencia insana, todo el mundo nos hacemos las mismas preguntas, ‘¿a qué ritmo vas a ir?’, ‘¿qué tal te ves?’ porque, en definitiva, se trata de un ambiente muy respirable,difícil de explicar.

¿Y en el BBVA no era así?

Es una buena pregunta. Pero la respuesta es difícil, porque no sé si se trata de ambiente, de cultura e, incluso, de cultura corporativa en la que no es fácil incentivar a la gente a que tome decisiones sin miedo a fracasar o a que diga lo que piensa. Quizá el secreto fuese conseguir un ambiente muy de coleguitas. Pero tampoco es fácil, porque para eso hay que perder el miedo.

¿Y por qué no se pierde el miedo?

Porque la cultura corporativa manda y entonces tú, por muy líder que seas, no puedes saber lo que esa empresa necesita y, en definitiva, el cliente. Te encuentras entonces con un trabajo interminable, imposible de lograr, sin ir más lejos en mi mejor época en el BBVA. Se trataba de 130.000 personas que tienen que rotar, porque la vida laboral es así, y que a la vez te recordaban que es clave engrasar la cultura corporativa… Pero insisto en que eso es una cuestión que lleva tanta tiempo… Nunca va a haber leyes, por ejemplo, que obliguen a la gente a irse antes de las 18,00 horas, a no fijar reuniones después de una hora determinada, en definitiva a conciliar la vida familiar.

"A veces, sin grandes individualidades, se logran grandes equipos como pasa con el Atlético, capaz de lograr resultados inesperados"

Entonces es más fácil su vida de ahora, la de maratoniano.

Ahora sólo dependo de mí, sí, claro.

¿Y cómo lo lleva?

¿Quién no lo prefiere? Cuando estás en una empresa hay gente que comparte los objetivos, que sabe alinearse, no alienarse, pero hay otros que interpretan ser mandado como un ejecutor de instrucciones, y no debe ser así. Porque, en realidad, esto es como deporte colectivo. A veces, sin grandes individualidades, se logran grandes equipos como pasa con el Atlético, capaz de lograr resultados inesperados.

¿De qué le vale lo vivido para correr?

Correr me ha dado fortaleza mental: te desintoxicas, te oxigenas… Mire, yo sentía tanta presión cuando estaba en el banco que necesitaba evadirme. Necesitaba correr. Me acuerdo que les contaba a mis amigos que me iba a rodar a la calle 15 kilómetros y los 7 primeros sólo me dedicaba a pensar la próxima presentación en voz alta, a valorar lo que había pasado en la última reunión… Era increíble. No había remedio. Pero, eso sí, a la vuelta, me dedicaba a mí mismo, a vaciar el estrés, a encontrar la válvula de escape que necesitaba.

Ángel Cano, el banquero atípico

¿Y no echa de menos aquella época?

No, sinceramente no. Fueron 6 años como consejero delegado, 11 como director general, unos 17 en lo más alto…, en los que el desgaste fue enorme. Antes, además, fui director de RRHH. Y recuerdo todo eso cuando iba a cenar con amigos y casi nunca tardaba en escuchar esa frase, ‘Ángel ya ha desconectado’, y no era yo, era mi vida. Por eso a la vez me preparaba mentalmente para otras aficiones, para encontrar el modo de desconectar fuera corriendo, fuese en aquel viaje al Kilimanjaro que hicimos los cuatro miembros de la familia y los cuatro llegamos a la cima. A 5.900 metros de altitud te das más cuenta, si cabe, de lo que merece la pena.

Fue una lección de vida entonces.

Era mi vida, claro. Nunca quise que la desconexión fuese dramática y correr me ayudó a ello. Yo quería ponerme los zapatos de la gente con la que trabajaba y esto, por ejemplo, era posible en las carreras. De pronto, se te acercaba gente que trabajaba en el Banco y te hablaba con toda naturalidad con independencia de su puesto. Gente que se dirigía a mí sin ningún tipo de miedo, que anulaba las diferencias del día a día, porque en la línea de salida de un maratón todos somos iguales. No hay cosa más democrática que esa.

Al final, siempre volvemos al maratoniano.

La vida es muy larga, sí, claro, no se entiende sin paciencia, sin trabajar en equipo. Solo, en realidad, no vas a ningún sitio. Uno tiene que ser humano. Yo tenía una máxima. No estaba de acuerdo de que la forma más rápida fuese la línea recta, sino que defendía que el camino más corto es llegar y que si a veces hay que dar dos pasos atrás para llegar adelante se dan. No pasa nada. Siempre hay tiempo para recuperarlos.

Ahora, su oficina de trabajo está en el INEF, en la Casa de Campo.

"Nadie puede entender del nivel de estrés que yo he tenido. No se puede ni explicar"

Es una gozada al lado de chavales a los que saco 25 o 30 años y de los que no dejo de aprender. He aprendido que sufrir es su modo de vida Su vida depende de su sufrimiento. Por lo tanto, tienes que relativizar tus decepciones, ponerse sus zapatos. Al fin y al cabo, el hecho de que yo no logre un objetivo no es nada a comparación de que no lo logren ellos que se ganan la vida así. Mi gripe, mismamente, se cura en tres días, la de ellos en diez porque no pueden tomar ningún medicamento…, todo es tan distinto…

¿Llegó usted tarde al INEF?

No. De vez en cuando lo hablaba con mi mujer, le decía ‘me gustaría llegar a esta edad, hacer la vida que hago ahora, disfrutar de este privilegio, y sentirme bien. Y me siento bien. Por eso me encanta hacer entrenamientos duros en los que acabo exhausto, agotado, o que por la tarde me duelan las piernas. Por eso creo que he llegado en el momento justo, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.

Entonces el destino fue sabio.

Nadie puede entender del nivel de estrés que yo he tenido. No se puede ni explicar. En los peores momentos de la crisis cada semana había un equipo de diez personas que nos reuníamos tres o cuatro horas; desarrollamos un trabajo incomparable con todo lo anterior que yo había hecho. Aprendí a usar como nunca la palabra ‘equipo’, porque luchar frente a esa crisis… Fue terrible. La gente se quejaba de que los bancos no daban créditos, pero era porque no teníamos liquidez. No teníamos dinero de forma ilimitada; el único que lo tenía era el Banco Central Europeo.

"No tuvimos a nadie por delante. Para mí, eso no era cuestión de números sino de humanidad"

¿Eso le hace más humano a uno?

La gente del Banco me decía ‘estamos apoyando a pymes’, ‘estamos generando empleo’…, y eso no lo sabe nadie, dimos subvenciones a fondo perdido, nos relacionamos con el problema de cada país, en la contabilidad salían miles y miles de familias a las que habíamos ayudado… En realidad, hacías balance y creo que era como para sentirse orgulloso del lugar en el que trabajabas. Fuimos declarados, incluso, como la mejor empresa del sector financiero para trabajar de todo el mundo. No tuvimos a nadie por delante. Para mí, eso no era cuestión de números sino de humanidad.

¿Qué es es el orgullo en su caso?

Siempre pensé que el orgullo es bueno y el exceso de orgullo es malo.

¿En el mundo de la banca no habitan vanidades insaciables?

He visto mucha gente así, sí, claro, pero esto pasa en todos los órdenes de la vida… También entrenar en exceso es malo. Yo prefiero el equilibrio. Me parece más inteligente. Y eso, por ejemplo, de cara al próximo maratón de Hamburgo se traduce en que si no bajo de 3 horas me voy a sentir tan orgulloso como si lo hubiese hecho. Porque haré todo lo posible para lograrlo. Se trata de no perder la razón.

El peligro es vivir sin ambiciones.

No puedes vivir en el pasado. Al fin y al cabo, todo pasa muy rápido. Por eso hay que ser inconformista, aunque no absolutamente inconformista. Insisto: todo exceso es malo y he visto muchos en mi vida.

"No puedes vivir en el pasado. Al fin y al cabo, todo pasa muy rápido. Por eso hay que ser inconformista, aunque no absolutamente inconformista"

¿Hizo usted tantos excesos?

No lo creo, yo no. Cada año me hacia mi prueba de esfuerzo, mis chequeos médicos. Trataba de combatir el riesgo. Pero sí es cierto que mi vida no era la más adecuada frente a tanto estrés. Había días en los que empezaba a entrenar en la cinta a las once de la noche, me acostaba a las dos de la mañana y me levantaba a las siete. Pero necesitaba mover el corazón. Necesitaba competir los domingos en carreras. Era mi cuerpo el que me pedía esas emociones….

De nuevo, entramos en el maratón, territorio claramente emotivo.

Porque es así. Mire, mi mujer quería correr el maratón de Hamburgo, pero ha decidido no hacerlo sólo para estar en la línea de meta cuando llegue yo y, cumpla no el objetivo, poderme dar ese beso, ese abrazo, vivirlo, emocionarse a mi lado… ¿Cómo vamos a renunciar a eso? ¿Cómo vamos a renunciar a volver a ver el abrazo entre Castillejo y Jesús España tras terminar el maratón de Sevilla? Eso es una lección de vida, ese vídeo ya es parte de mí y si encima sirve de ejemplo…

Uno está acostumbrado a competir.

Siempre, porque los desafíos te generan un enorme empuje emocional. No tienen precio. Te hacen ser feliz en ese momento. La vida sin desafíos es aburrida y a nadie nos gusta tener una vida aburrida. Por eso amo tanto esto de correr… Todavía me acuerdo de mi primera carrera, un 10.000 en 2008. Fue de las peores veces que acabé y de las que más sufrí. No era consciente ni del dolor. No podía imaginar que hoy todavía siguiese aquí. No sabía ni lo que era una serie…

Buscó, incluso, un entrenador de elite, Antonio Serrano.

A Antonio le conocí una noche de Reyes a través de un amigo común. Nos presentaron entonces y un día, cuando dejé el banco, fui a visitarle a su tienda: ‘¿a qué no hay que tener lo que se necesita para bajar de tres horas?’, me dijo. Me acuerdo que le contesté: ‘¿me vas a retar tú a mí?’ Y desde entonces ahí estoy y creo que lo puedo lograr, ya hice 3 horas, 3 minutos en Madrid y 3.04 en Nueva York. Pero, sobre todo, esta siendo la convivencia, la experiencia de entrenar con un maestro; tienes que hacerle caso, aunque no te guste.

Hamburgo, 2.59,59. ¿Se imagina entonces?

Pero lo maravilloso es estar ahí, vivir todo esto, haber encontrado lo que he encontrado en el INEF, poder llamar a Javi Guerra y que me cuente como le fue en la media de Praga o ver como entrena a Alessandra Aguilar, estar ahí para animarla después de lo que le ha pasado en Cardiff, estaba de maravilla y un virus, pero… Al fin y al cabo, lo más maravilloso es seguir luchando.

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