Este artículo se publicó hace 14 años.
La cumbre de las puñaladas
Hoy es la segunda ocasión, tras la primera subida en 1910, con final de etapa en la cima
Todo empezó con una mentira. Una puñalada a la verdad de otro luxemburgués, Alphonse Steinés. El tipo que llegó a la falda del Tourmalet sin escrúpulos ni fatiga. En un coche con chófer y un encargo de Henri Desgrange, el organizador de la prehistórica Grande Boucle. Explorar los límites del ciclismo en aquel Tour de 1910. En la misión, sin embargo, a Steinés se le fue la mano. La nieve hizo encallar su vehículo a cuatro kilómetros de la cumbre, peregrinando hasta la cima a pie. Apareció muchas horas después, casi congelado, en la localidad de Bareges. "Muy buena carretera, perfectamente practicable", escribió en un telegrama a Desgrange, quien decidió estrenar la cordillera pirenaica aquel año con el ascenso al Tourmalet.
"No me extraña que Lapize soltara aquel insulto cuando lo coronó. En mi época era inhumano", recuerda Bahamontes. "Sois unos asesinos", gritó Octave Lapize, el rizitos, el ciclista de la gran caja torácica y la enorme sordera que le recluía del mundo, al coronar el Tourmalet aquel 21 de julio de 1910. De la épica sobreviven imágenes amarillentas de espectros con los tubulares cruzados por los hombros y un diario en el que Lapize relata cómo llegó a la habitación de su hotel con los pies ensangrentados.
"Aquello no era ciclismo, era salir a sobrevivir", explica Perico Delgado. Porque en vez de asfalto había piedras, barro, árboles caídos, postales sin civilizar de una ascensión que no tiene las veintiún curvas de Alpe D'Huez, pero que se hace interminable, fatigosa y sempiterna. "La primera vez que lo subí ahonda Bahamontes iba escapado y todos los rivales iban desperdigados por el puerto. Era imposible controlar la carrera, así que me dije: Federico, dale a las piernas'". Sucedió en 1954, una década antes de volver a atravesar la montaña del mal retorno escapado con Julio Jiménez. "Es un puerto largo, pero no demasiado duro. Lo que pasa es que con el calor y los puertos que subes anteriormente se te puede hacer interminable", señala Jiménez.
El puerto arquetipoUn puerto que no es ni el más bonito ni el más duro, pero es sinónimo de ciclismo, y en especial del Tour. En estos cien años de ascensión a los Pirineos, el Tourmalet ha asestado 73 puñaladas, la cumbre de la cadena fronteriza por la que más ha transitado la ronda gala. Muchos pasos pero sólo un final de etapa en su cima. La victoria del francés Danguillaume, en 1974. Nadie más ha levantado los brazos por su cima si no ha sido para pedir agua o auxilio. Porque el Tourmalet es el Tour. De hecho, el 80% de sus visitas han servido para definir la carrera.
"La llegada al Tourmalet es de lo que todo el mundo habla", asegura Contador. Hasta junio, el de Pinto conocía sus rampas de oídas. En boca de otros, como Pedro Delgado, quien consiguió su primera victoria en una etapa del Tour la de Luz Ardiden en 1985 con un ataque a cuatro kilómetros de la cima del Tourmalet que apagó a Bernard Hinault. Fue una de esas jornadas de heroísmo. "Recuerdo que había una niebla increíble en la meta relata el segoviano. Hubo momentos en que nadie sabía dónde andaba cada uno".
Hoy no sucederá lo mismo. Hasta el intercambio de golpes, Contador y Andy Schleck serán dos ciclistas con la misma sombra. Una vez iniciada la trisca, las puñaladas en el Tourmalet, el sufrimiento recolocará a cada uno. "Estoy preparado para la batalla. Va a ser una etapa espectacular", advierte el de Pinto, ante el ultimátum del luxemburgués. "No hay otra opción que atacar en el Tourmalet. Si hago algún movimiento antes no tendré opciones. No puedo esperar un mal día de Alberto Contador. Sólo me queda una posibilidad, y es mañana (por hoy)", se sincera Schleck, a 8 segundos del amarillo. "Si puedo zanjar la carrera en el Tourmalet, lo haré, así tendría más margen de tiempo y tranquilidad para la contrarreloj", contrarréplica el de Pinto.
Hay más razones para la madre de todas las etapas. Samu Sánchez y Menchov se van a jugar, en principio, la tercera plaza del podio en los 18,6 kilómetros de ascenso al Tourmalet, si es que la carrera no revienta antes en el Marie Blanque o el Soulor. El asturiano sólo aventaja a su rival directo en 13 segundos. "Aquel que aguante cerca con Contador y Schleck tendrá mucho ganado", asevera el asturiano del Euskaltel. Él sufrirá las puñaladas de Menchov, como Schleck las de Contador y viceversa. "Posiblemente el que gane en el Tourmalet gana el Tour", incita Andy Schleck. Tan verdad como mentira ante la crono de 52 kilómetros del sábado de por medio.
La cima de Jiménez y BahamontesEn el historial del Tourmalet, los españoles han tenido un protagonismo continuo. De hecho, once ciclistas han conquistado la cima de los 2.115 metros. Entre todos ellos destacan Federico Martín Bahamontes, que la coronó en cabeza en 1954, 62, 63 y 64, éste último año en compañía de Julio Jiménez. Los españoles empezaron a escribir su historia en 1933, año en el que se instaura el Premio de la Montaña. En aquella fecha, Vicente Trueba, la pulga de Torrelavega, es quien pasa en cabeza en el Tourmalet, en una jornada entre Tarbes-Pau, de 185 kilómetros.
Entre los escaladores ilustres del pelotón español se coló, sin embargo, un esprinter: Miguel Poblet. El catalán coronó, en 1955, en cabeza el techo del Tour en compañía de Gaul, Bobet y Jesús Loroño. Otros ganadores españoles en los Pirineos, con su majestad de testigo fueron Luis Ocaña, el Tarangu Fuente, Gonzalo Aja, Peio Ruiz Cabestany o Lale Cubino. El último ciclista nacional en pasar en cabeza por el Tourmalet es David de la Fuente, actualmente en el Astana. El cántabro lo hizo en 2006, año en el que conquistó la combatividad.
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