Este artículo se publicó hace 14 años.
El Espanyol canta, el Athletic ruge
Los vascos tiran de garra para remontar el gol de Osvaldo
Haciendo de la necesidad virtud, el Athletic se despojó en el descanso de todos complejos y miedos para, aferrado a su fútbol racial de toda la vida, regresar al césped con las garras afiladas, dispuesto a doblegar a un rebelde Espanyol. Los rojiblancos se remangaron, apretaron los dientes y, fieles a sí mismos, remontaron por la vía del carácter.
La diferencia entre el Athletic y el Espanyol es idéntica a la que existente entre un sobrio coche familiar del Este europeo y una coqueta berlina de fabricación japonesa. El primero te lleva sin más; el segundo convierte en confortable cualquier desplazamiento. Así, los bilbaínos se mostraron ayer renqueantes en defensa y cuadriculados en ataque. Los barceloneses, irregulares atrás y brillantes en la delantera.
A Caparrós, obseso del control absoluto y férreo de todo lo que se ventila sobre el césped, se le aprecia preocupado. O, al menos, incrédulo. Le cuesta comprender la flojera que lastra a sus defensas, especialmente a la pareja de centrales, en las últimas citas. San José y Amorebieta desmienten la tradicional solvencia de los zagueros formados en Lezama. Lentos, mal colocados y dubitativos, su tembleque propició el descaro espanyolista.
El grupo de Pochettino salió sin miedo y, con el paso de los minutos, se volvió descarado. Con un formidable Osvaldo generoso y hábil en la recepción de mil y un balones, sus compañeros Verdú, Callejón y Luis García se asociaron para fabricar veloces jugadas, muchas al primer toque, que asustaron al Athletic y, como consecuencia de ello, incomodaron a la grada con los suyos.
El gol del delantero argentino del Espanyol fue escaso premio a las ocasiones visitantes y, fundamentalmente, al fútbol vistoso y espectacular de los blanquiazules durante la primera parte. Un recital inconcluso que acabaron pagando.
Providencial OrbaizEn la caseta, Caparrós, de natural pragmático, prescindió del virtuoso Javie Martínez y tiró de Orbaiz, notable centrocampista y mucho más directo que el campeón del mundo. El cambio fue providencial, cuasi milagroso. El Athletic asumió con descaro el mando, por ganas y por la estrepitosa bajada de brazos de los catalanes, desconocidos durante toda la segunda parte.
Inspirado, el entrenador andaluz miró de nuevo hacia el banquillo y en sus profundidades encontró a David López, fino centrocampista que había pasado de favorito a segundón para Caparrós. El riojano, un tanto pusilánime en tardes tormentosas, se reivindicó ayer con el gol del triunfo, fruto de la ejecución de una falta con el estilo y precisión de los elegidos.
Entonces, con el 2-1 y San Mamés en ebullición,Pochettino despertó de su letargo y realizó dos cambios. Demasiado tarde. Empujado por la excitada afición, el pesado automóvil bilbaíno ya rodaba rotundo y a toda pastilla hacia una de esas victorias que tanto gustan en Bilbao.
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