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¿Ganar la Champions cambia la vida?

Los hinchas del Real Madrid y del Atlético, que ya están en Milán, lo valoran con realismo. “Al día siguiente, te das cuenta de que todo sigue igual. Pero queda el momento, lo inolvidable de estar ahí”, explican. La rivalidad aflora al máximo, más tras lo de Lisboa.

Andrés Requena, junto a su sobrina, y José Luis Jiménez, con su esposa en el Bernabéu.

MADRID.- Son miles de historias imposibles de explicar en un solo día como la de Pedro González Blanco. Es el hermano mayor de Raúl, el mítico ex futbolista del Madrid. Un hombre en apuros que vive en Tenerife y que hoy no podrá estar en Milán. Es más, ni siquiera sabe si podrá ver la final, “porque no sé el turno que me tocará en el trabajo. Ayer, precisamente, empecé a trabajar de mensajero en Seur después de estar dos meses en el paro”.

Andrés Requena, que acaba de cumplir 40 años, no tiene ese problema. Trabaja de controlador aéreo en Barcelona. Su turno terminó hoy a las 6.45 de la mañana y, si no hay retrasos, a mediodía llegará en avión a Milán para cumplir un sueño. “Una de las cosas por las que he venido a este mundo ha sido para ver campeón de Champions al Atlético y quiero pensar que hoy va a ser el día”.

Al margen de eso, imagina que en su vida no cambiará nada (“la euforia irá desapareciendo”) como constata Miguel López, agente comercial que todavía recuerda la primera vez que vio ganar al Atlético un título europeo al Fulham en Hamburgo. “Llamé a mi padre que se había quedado en casa y le dije: ‘papa, gracias por hacerme del Atlético’. Pero al día siguiente, cuando volví a la rutina, me di cuenta de que esa alegría no cambiaba nada en mi vida, de que son sólo sueños, ilusiones”.

José Luis Jiménez, hincha madridista, que regenta una panadería en Herrera Oria y que ayer salió junto a otras seis personas en una furgoneta ‘Mercedes Vito’ desde Madrid hasta Milán por carretera, lo interpreta de otra manera: “Tu vida no cambia nada, según como quieras verlo. Yo, por ejemplo, no tendré que aguantar en la tienda a los seguidores del Atlético. Eso es una ilusión tan grande que también puede mover el mundo”, ironiza.

"Sueño con el Atlético e, incluso, ya he reservado parte de mis vacaciones en noviembre pensando en que el Atlético va a jugar la Copa Intercontinental. Pero si se pierde no quiero dramatizar”

Hay que entender que esto es fútbol y nada más. “En el autobús, en el viaje de regreso desde Lisboa hace dos años, había gente que no hacía más que decir: ‘esto es lo peor que nos podía haber pasado’ tras el gol del minuto 93”, explica Andrés Requena, “y yo no lo entendía. Sueño con el Atlético e, incluso, ya he reservado parte de mis vacaciones en noviembre pensando en que el Atlético va a jugar la Copa Intercontinental. Pero si se pierde no quiero dramatizar”. Pedro, que habla a menudo con Raúl, “que ahora vive en Miami”, aprendió a relativizar el fútbol con los años. “De hecho, una vez que mi hermano se retiró, volví a hacerme del Atlético como había sido toda la vida. La familia siempre fuimos del Atlético y ahora, que mi hermano ya no está en el Madrid, ¿qué nos impide volver a los orígenes? Al menos, a mí, que lo tengo claro”.

"No es a vida o muerte"

Miguel López, de 41 años, lo entiende, porque “aquí nadie se juega la vida” y pone de ejemplo la noche de Lisboa. “El desenlace no pudo ser más cruel para nosotros, para el Atlético. Pero, para mí, fue uno de los fines de semana más divertidos de mi vida. Todavía me acuerdo que al terminar el partido varios de nosotros nos equivocamos de estación de Metro y nos bajamos en la que estaba reservada para la hinchada del Real Madrid. Pues bien allí nadie nos dijo nada. El respeto fue enorme, inolvidable”.

"El desenlace no pudo ser más cruel para nosotros, para el Atlético. Pero, para mí, fue uno de los fines de semana más divertidos de mi vida"

Algo que no le extraña a José Luis Jiménez, el panadero de Herrera Oria, ex futbolista profesional (Alicante, Melilla…), “porque estos viajes de fútbol no son a vida o muerte. Yo no los planteo siquiera como un sacrificio por muchas horas de viaje que tengamos por delante. Pero ¿y lo bien que lo voy a pasar al lado de tanta gente joven? Llevamos el coche lleno de comida y de Coca Colas”, añade él que esta vez fue uno de los afortunados en el sorteo de entradas que hizo el Madrid. “La vez anterior, en Lisboa, no me tocó y me llevé un disgusto enorme”.

Dos aficionados en la Piazza del Duomo, en Milán, donde este sábado se disputa la final de la Champions League entre el  Real Madrid y el Atletico Madrid. REUTERS / Stefan Wermuth Livepic

Dos aficionados en la Piazza del Duomo, en Milán, donde este sábado se disputa la final de la Champions League entre el Real Madrid y el Atletico Madrid. REUTERS / Stefan Wermuth 

Es la magia de la Champions, que anhela un corazón atlético como el de Andrés Requena, ingeniero de Telecomunicaciones que luego sacó la oposición a controlador aéreo. Pero antes es capaz de acordarse del día de su primera comunión ("no hacía más que pensar en el Atlético y estaba deseando volver a casa para ver el resumen en ‘Estudio Estadio’”) o de la camiseta rojiblanca que le ha regalado a su "sobrina de nueve años para que nunca deje de ser del Atlético".

Valores que comparte Miguel López, socio 2.553 del club e hijo del número 62. “El primer año en el que el Atlético bajó a Segunda hice 11 desplazamientos, a Santiago, a Badajoz, a Leganés….”. Hoy, sin embargo, ha llegado a Milán tras un viaje de avión parecido a una vuelta al mundo. “Hemos ido de Madrid a Copenhague y de Copenhague a Milán porque así salía a mitad de precio que si íbamos de Madrid a Milán directo. Hay que buscarse la vida”.

"Vivo solo con mi hija en Tenerife, me divorcié, nos quedó la custodia compartida y a veces no tengo quien me la cuidé"

Así es el fútbol, que le enseña a uno a administrarse. “Pero no te puedes engañar. Te vale para pasar un buen momento y nada más”, explica Pedro, el hermano de Raúl que tanto ha tenido que rebajar la trascendencia del fútbol. “Vivo solo con mi hija en Tenerife, me divorcié, nos quedó la custodia compartida y a veces no tengo quien me la cuidé”. Un problema al que por ahora es ajeno Andrés Requena, destinado en Barcelona, "aunque todos los fines de semana que puedo bajo al Calderón. No hay otra atmósfera igual".

Ahora, ha podido gastar “375 € en el avión y 160 por la entrada, porque yo no tengo familia y mi sueldo de controlador aéreo está bien”. Una cosa que demuestra que hay tantas vidas como corazones esta noche en el estadio de San Siro, de gentes maduras que saben que, pase lo que pase en el césped, sus vidas no van a cambiar. José Luis volverá a la panadería, Pedro tendrá que ganarse la renovación del contrato en Seur, Miguel a sus negocios o, sin ir más lejos, Mario Claramunt. Un mensajero del Real Madrid que comprendió el día que sacó la entrada por 400 euros en la taquilla del Bernabeu que él debia estar en Milán. "A las dos horas ya me estaban ofreciendo 2.000 euros y me podía haber llevado 1.600 limpios. Tuve alguna tentación, pero enseguida decidí que no. Comprendí que yo también merecía vivir algo así”.

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