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El grito de Javi Varas

El portero sevillista sostiene el empate (0-0) ante un Osasuna muy peleón

ALBERTO CABELLO

No hubiese hecho falta pedir día y hora a ningún quiromante para adivinar las intenciones de Osasuna desde el pitido inicial. El equipo de Mendilíbar hubiera deseado que este partido ante el Sevilla comenzara nada más terminar el partido de las ocho espinas en el Camp Nou. El mejor disolvente para una noche aciaga de fútbol es ponerse delante de otra con todo el ansia por hacer las cosas de otra manera.

Así que el silbato del árbitro fue para los jugadores rojillos, la corneta que daba la orden de asediar la portería de Javi Varas. Al guardameta sevillista casi que ni le dio tiempo a concluir su rutina de tocar los palos y ajustarse los guantes. Todavía en frío le tocó parar. Y lo hizo de manera fenomenal. Detrás de Palop se escondía un arquero enorme. Supo aguantar en silencio los mejores años del valenciano, pero fue valiente cuando se sintió que había llegado su hora. No tuvo pelos en la lengua para pedir el puesto en la pretemporada por delante del sacrosanto héroe del Pizjuán. Ayer ya resultó decisivo para que su equipo sumara un punto en Pamplona.

Los de Marcelino aparecieron en el Reyno a partir de la media hora

El Osasuna de toda la vida en su estadio buscó el gol para endulzar el paladar al primer trago. Lo hizo guiado por un buen futbolista. El belga Lamah es pura hiperactividad. Nada de lo que hace en el campo va a velocidad de paseo. Es puro vértigo.

Casualidad o no, Marcelino recuperó para la causa aquella alineación del partido de ida ante el Hannover en la previa de la Liga Europa. Esa noche quedó demostrado que ni Fazio ni Trochowski hacen buenas migas cuando se trata de sacar la escoba para barrer toda la presión del contrario. El entrenador asturiano repitió el experimento y otra vez la conclusión fue la misma. La única diferencia con el ensayo en Alemania es que la portería aguantó a cero, pero el centro del campo era puro bambú. Flexible y delicado, justo lo que necesitaba en un campo así y ante un equipo con los puntos recién puestos después de la llaga del Camp Nou.

Así que el Sevilla regaló la primera media hora. Salió decidido a aguantar la marea. Dócil al sometimiento. Podría haber defendido imponiendo su estilo, haciendo que Osasuna perdiera de vista la pelota, pero optó por lo más conservador.

Del Cerro no pitó penalti en una clara mano de Perotti dentro del área

Fue Jesús Navas el que dijo hasta aquí hemos llegado. Demasiado bostezo para un tipo que pide pelota con hambre para recuperar la forma de hace un año. Encontró, como siempre, a Negredo como su principal compinche. Esa sociedad procuró unos minutos de sosiego a Varas. El primer tiempo finalizó en una latitud mucho más cálida para el Sevilla. Sin engarzar mucho el juego, al menos había encontrado un camino para darle salida al balón por la banda derecha. Ni Armenteros, en la izquierda, ni el enganche de Manu firmaron el protocolo de los dos internacionales.

La segunda parte fue más colérica. Golpes de uno y otro equipo resueltos con sobresaliente por ambos porteros. Los sevillanos tuvieron algo más de jerarquía en el centro del campo y Osasuna aprovechó las contras para hacer mucho daño. Varas resultó definitivo en un disparo de Nino dentro del área.

Tuvo el Sevilla los dados en sus manos con otra aparición de la pareja Negredo-Navas. Andrés sacó bajo palos el remate de Manu del Moral. Del Cerro llevaba el partido sin problemas hasta que metió la pata en una mano evidente de Perotti dentro del área. Tampoco su asistente se dio por enterado, quizá ese fue el mayor error en la jugada.

Los navarros le echaron unos euros de gasolina más al depósito para los minutos finales. El acelerón siempre encontró el freno de mano de Javi Varas.

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