Uno de los futbolistas que entrenará Luis Aragonés en el Fenerbahçe será Kazim Kazim (Londres, 1986). No es un futbolista cualquiera. Hay cosas suyas que recuerdan al primer Etoo. Juega de extremo por la derecha. Desde ahí pasa, regatea y tira a gol, como hacían los extremos del pasado. Apareció tarde en la Eurocopa, en la semifinal frente a Alemania en medio de la liquidación por derribo que azotaba a Turquía. Pero dejó signos magníficos. Como dice Roberto Carlos, compañero suyo en el Fenerbahçe, “con un futbolista así se puede ir al fin del mundo”.

Kazim Kazim, efectivamente, se sale de lo corriente. Juega para Turquía y apenas domina el idioma. Ni siquiera ha nacido allí. Él es natural de Londres, del distrito de East End. Ahí lo conocían como Colin Kazim-Richards, hijo de un caribeño y una turca que vivían con lo justo. Pero el año pasado, el Fenerbahçe, en su idea de reagrupar a futbolistas de origen turco, le fichó. Aprovechó el lazo materno y se lo llevó sin más sobresalto. Hasta entonces, Kazim sólo había jugado en equipos de medio pelo. Brighton o Sheffield. Sin grandes noticias, además.

Hoy, en Inglaterra no entienden lo que provocó tanta indiferencia. Kazim ha pasado como un bólido por la Eurocopa. Ante Alemania realizó jugadas para recordar por la rapidez e inteligencia con la que se deshizo del balón. Luis Aragonés ya lo ha visto. Ahora debe motivarle como Faith Terim (“no deja que agachemos la cabeza”). Porque el chico quiere volver a la Premier, a la infancia que no se olvida.