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Mágica noche de frustración

 

 

NOELIA ROMÁN

Cinco minutos de tensión, de ilusión contenida; de goles que pudieron ser y se frustraron. En el suspiro final. Con la parroquia azulgrana pegada al asiento, resistiendo, a la espera del milagro que nunca llegó. Faltó la magia del gol: el premio al incansable aliento de una afición, la del Barça, que abandonó el estadio resignada, con la cabeza y el ansia entre Madrid yStamford Brigde. Apareció entonces el coro inglés que, silenciado como había estado, recuperó la voz. No le faltaba razón. Había tardado el Camp Nou en coger color pero, cuando lo hizo, lució más radiante y ruidoso que nunca. Sometidos los tempraneros al martirio del animador, se explayaron y entraron al juego cuando se desplegó la escenografía de la Liga de Campeones.

Coldplay acompañó la primera aparición azulgrana sobre el césped; se oyó después el Barça, estic boig per tu (Barça,estoy loco por ti), pretendido himno alternativo, pero la gent blaugrana sólo se animó cuando sonó su himno de siempre. Una enorme pancarta se desplegó entonces en el Gol Sur del estadio y condensó los anhelos azulgrana: 'Todas las victorias nos llevan a Roma', rezaba la tela, adornada por una enorme Copa de Europa y un mapa continental grabado por los triunfos del Barça y, con Roma, escenario de la final europea,señalada en rojo.

Sonó después el himno de la Champions, un cántico que predispone para las grandes noches, y de nuevo el del Barça, que recibió a los contendientes. Un mosaico se dibujó en la gradería, frente al palco, y la Copa de las orejas vistió de nuevo de azulgrana. Y el sueño recurrente del Camp Nou, radiante con la segunda mejor entrada del curso, dio paso a una realidad futbolística menos ensoñadora de lo esperado.

Privada de buen juego por la racanería del Chelsea , la parroquia azulgrana vibró con el primer chut con peligro de Henry, se estremeció con el error de Márquez que habilitó a Drogba y ovacionó a Valdés, que enmendó al mexicano por dos veces. Generosa, tuvo un recuerdo para Belletti, héroe del Barça en París, en la conquista del segundo título europeo; se mosqueó con el árbitro y la dureza de los ingleses, y se temió lo peor cuando Márquez se retiró lesionado. Quedaba aún mucho partido, sin embargo, para celebrar. Bojan tuvo el gol en su cabeza, y Hleb, en los pies. Casi todos lo vieron. La afición resistió, agarrada a la esperanza de lo que nunca llegó.

 

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