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Ricardo Gallego, retrato del
canterano que ya no volverá

Los jóvenes del Real Madrid ya no se parecen a Gallego, que se crió futbolísticamente a la intemperie, en la Casa de Campo; nunca pidió más dinero al club y no fue buen relaciones públicas. Pero aun así jugó más de 400 partidos de blanco. “Los partidos frente al Barça de Maradona eran tan excitantes como los de ahora”, recuerda.

Ricardo Gallego posando en el estadio olímpico de Pekín.

MADRID.- Hoy retrocedemos 30 años atrás, a Ricardo Gallego (Madrid, 1959), a uno de esos viejos futbolistas del Real Madrid. Hoy, sería casi una especie en extinción, reflejo de una época que no volverá. Se crió en el Paseo de Extremadura. Aprendió a jugar en la Casa de Campo, donde los partidos de fútbol entre niños ya casi han desaparecido.

El césped artificial ha reemplazado al pasado de futbolistas como Gallego, que aprendió a tomar decisiones con la pelota en la calle. Luego, fichó por el Madrid, donde siempre aceptó lo que le dieron. “Nunca pedí más dinero”. Incluso, recuerda que participó en un Mundial, el de España 82, “con contrato de jugador del Castilla”.

En realidad, un futbolista como Gallego hoy tendría todas las papeletas para proceder del extranjero en un equipo como el Madrid. Pero en la década de los ochenta él jugó en el Madrid de Boskov, capaz de llegar a una final de la Copa de Europa en París o de plantar cara al Barcelona de Maradona. Gallego jugó nueve años (1981-90) y fue un tipo que le daba pausa al fútbol, capaz de hacer diferencias con la pelota.

Gallego: "Yo salía del estadio, después de los partidos, caminando con mi familia"

Vivió con la discreción de la época, sin problema para pisar la calle, “porque yo salía del estadio, después de los partidos, caminando con mi familia”. Pero su memoria no se detuvo en el tiempo. “Ahora, los jugadores son mejores de lo que eran hace 30 años”, explica . “Nadie va hacia atrás, todo evoluciona en esta vida. Y, aunque haya quienes se puedan molestar, una mayoría de los que jugaron entonces no podrían jugar hoy”.

Gallego colaboró con Camacho en la selección de China “hasta el día en el que descubrimos que ellos no querían evolucionar

Es el valor añadido de esta conversación con un hombre que se hizo mayor. “Me he adaptado a la era digital. No te queda otro remedio si quieres evolucionar”, promete hoy, a los 55 años, en una época en la que se “entretiene colaborando con Onda Cero”, mientras recupera su camino. Volvió de China, donde trabajó con Camacho en la selección “hasta el día en el que descubrimos que ellos no querían evolucionar. El margen que les dimos se había agotado. Lo único que tenían era prisa y es una pena, porque cualquier equipo europeo está como loco por contratar a un futbolista chino. Pero no puede ser, porque no dan el nivel. Necesitan alguien que les obligue a ser mejores y allí no hay competiciones de categorías inferiores”.

"Esto no es el cine"

Son los nuevos tiempos, en los que un retrato como el de Gallego escapa casi de la lógica. “Ahora, los chavales se forman en campos de hierba artificial en los que no juegan ni siquiera con las botas adecuadas. Imitan a las de sus ídolos y no se dan cuenta de que ellos las usan en hierba natural, que es muy diferente y por eso aparecen lesiones tan tempranas en las rodillas, en los tobillos…”.

Así que Gallego echa de menos sus orígenes en la Casa de Campo en la que existía una libertad inmensa. Se jugaba como se vivía “y se jugaba para ganar y para ganar tenías que saber tomar decisiones con la pelota”. Algo que en estos tiempos, en los que trabaja como analista, él ya no ve tan claro a nivel profesional ni siquiera entre algunos futbolistas del Madrid.

“Hay jugadores que no se atreven, otros que no saben o que no quieren tomar esas decisiones y eso es algo que se ve rápido, en cualquier detalle”. Quizá por eso Gallego apela a los entrenadores de su época como Molowny, Boskov o Muñoz que hablaban del fútbol como una cosa elemental, sin necesidad de encerrarse horas en despachos.

“Ahora, hay entrenadores que intentan dárselo todo masticado a los futbolistas y no se dan cuenta de que en el fútbol no hay vuelta atrás. No se pueden repetir las escenas como pasa en el cine"

“Ahora, hay entrenadores que intentan dárselo todo masticado a los futbolistas y no se dan cuenta de que en el fútbol no hay vuelta atrás. No se pueden repetir las escenas como pasa en el cine. Las decisiones se toman en un segundo. A veces, a una velocidad enorme en la que la trayectoria del balón nunca es la misma”. Pero eso ayer ya era así y Gallego supo administrar toda esa confusión. “Quizás porque desde niño me enseñaron la importancia del puesto en el que jugué”.

Gallego, el futbolista discreto

"Hay gente que me dice que si hubiera nacido unos años después podía ser multimillonario y yo les contesto que a lo mejor ni jugaba en esta época”

Fue Gallego mediocentro en los ochenta, un tipo sereno y cerebral, que ahora llena de razones esta conversación. A los 55 años, sigue teniendo “mentalidad de jugador”, le cuesta menos “ponerse en la piel de Modric que en la de Benítez” y asegura que no valdría “para entrenador de profesionales ni de amateurs, a lo sumo de niños”. Su forma de ser no se negocia ni hoy ni ayer, alejado casi siempre del foco. “Yo viví acorde a mi época. Hay gente que me dice que si hubiera nacido unos años después podía ser multimillonario y yo les contesto que a lo mejor ni jugaba en esta época”.

“Vi que jugar en el Madrid requería mucho poder emocional, porque el público del Bernabéu siempre ha sido muy directo"

La diferencia es que él jugó dos Mundiales (España 82 y México 86) lo que le dio autoridad para toda la vida. Tuvo cabeza para interpretar lo que significaba bajar a Chamartín. “Vi que jugar en el Madrid requería mucho poder emocional, porque el público del Bernabéu siempre ha sido muy directo. Ha distinguido entre los jugadores que tenían y los que no tenían condiciones para jugar en el Madrid”, añade sin alejarse de la realidad. “Una cosa es haber estado en el Madrid y otra haber jugado en el Madrid”.

Pero esa sospecha no pesa sobre él, que superó los 400 partidos con la propaganda justa. Tenía fama de soso, que fue el apodo que ahora figura en su biografía y que ya no se estila en esta época. “Es posible que yo no fuese un buen relaciones públicas. Pude dejar cortada a mucha gente pero nunca traté mal a nadie. Y, a pesar de no ser ese buen relaciones públicas, sí valoro lo que me dejó el fútbol, veo que me permitió conocer a mucha gente, a mucho empresario, y eso enriquece y te sitúa socialmente”.

De ahí que hoy no se arrepienta de nada, “no tengo nada de lo que arrepentirme”, sin necesidad de engañarse de nada. “Desde que me retiré me ha sido difícil encontrar algo que me llenase tanto como el fútbol, porque aquello era tan excitante, sólo recordar esos partidos frente al Barcelona de Maradona… Pero la vida pasa y cada uno tiene que aceptar su puesto en la sociedad”, explica 30 años después.

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