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Spiderman asalta Vallecas

Un sabotaje en el sistema de iluminación deja en la calle a 10.000 personas, que llegaron a pagar hasta 75 euros para ver al Rayo Vallecano contra el Real Madrid

ALFREDO VARONA

El partido no se va a jugar en ninguna parte. La lluvia, que tanto temía Raúl Martín Presa, el presidente del Rayo, no va a perjudicar a sus futbolistas.

Son las 22.10 horas de la noche cuando empiezo a escribir este relato que no es la crónica del partido que pensaba hacer. Acaba de llamarme mi padre, que regresa a casa y que había pagado 75 euros por una entrada.

Tiene esas manías y una pensión que, al menos, por ahora, le permite hacer estas cosas. Nadie le ha devuelto el dinero. Tampoco se ha acercado a la taquilla a reclamarlo, porque había demasiada gente, demasiada tensión y demasiada furia.

Y el caso es que él también ha realizado un viaje absurdo desde la estación de Metro de Colombia, donde vive, hasta la de Portazgo, en la que se ubica el estadio del Rayo.

Pero no es ninguna excepción. Sólo es uno más de una manada de aficionados que se han repartido durante hora y media en la Avenida de la Albufera, en la calle Payaso Fofó, sometidos al impacto de la lluvia y de una noche que, como pasa en las películas de suspense, no ha podido defenderse del sabotaje. El partido no se ha jugado. El desorden ha sido infinito.

'Ahora, hay que hacer cola de espanto para entrar en el Metro', me explica mientras se escuchan los cánticos de los 10.000 aficionados que han ocupado la calle, las protestas frente a las taquillas, las hojas de reclamaciones mojadas por el agua. Las quejas son como un leit motiv: 'Mañana, trabajo y no puedo venir al fútbol'.

Afortunadamente, mi padre no tiene ese problema. Sus días están libres, como los de los jubilados, pero molesta. Había ido al fútbol, no al cine. 'Aún no me he tomado el bocadillo que me había preparado tu madre'. Y, en realidad,  no se sabe lo que ha pasado. Sólo se sabe que, después de meses, ha vuelto a llover en Madrid. Sin el permiso de nadie, Spiderman ha aterrizado en la capital. Se ha apropiado de uno de sus puntos neurálgicos y ha realizado 'un atentado contra nuestro estadio', según Raúl Martín Presa, presidente del Rayo, que relató un guión enfermizo.

Al parecer,  un tipo/s misterioso/s se ha subido a la cubierta del estadio y ha cortado los cables uno a uno lo que ha dejado a Vallecas en penumbra. Y, naturalmente, ha provocado algo más que el enfado de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, que acudió bien elegante. La mujer estuvo próxima al ridículo a las nueve menos cuarto cuando anunció que ese partido se iba a jugar.

Una pregunta: ¿cómo fue posible esa desinformación? A esa misma hora, Paco Jémez, el entrenador del Rayo, andaba diciendo a sus jugadores que no habría partido. Era imposible. El problema era enorme. La noticia, veinte minutos después, llegó por fin a oídos de Cifuentes. Su discurso ya fue otro: 'No ha sido posible solucionar la avería', reconoció, al fin. 'Parece ser que se trata de un sabotaje. La línea eléctrica se ha cortado por varios puntos y el partido no se celebrará hasta que la avería esté reparada'.  

Mi ordenador, afortunadamente, está libre de males, así que continúo con mi relato a las 22.25. A esta hora, los jugadores del Madrid siguen calentando en el césped para estirar las piernas. Los del Rayo, sin embargo, ya están vestidos de calle y, a diferencia de mi padre, tienen los coches esperando en el aparcamiento. Pero la sensación de extrañeza es la misma. Aquí no se salva nadie de hacer preguntas absurdas. ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Acaso estoy es una historia real?

El técnico del Rayo Paco Jémez tampoco da crédito. 'Nos vamos a casa a descansar; bueno, a descansar no, que no estamos cansados'. Aunque sólo físicamente, porque Paco tiene pinta de estar agotado de hacer y contestar preguntas, aunque, eso sí, no acepta bajo ningún concepto que el partido pueda jugarse el lunes a las cinco de la tarde. 'Imposible, entonces no podrían venir nuestros aficionados'.  Otra cosa es Mourinho, que sí está dispuesto a jugar a esa hora en la que habría luz natural y no importaría que el problema no se hubiese solucionado todavía.  El discurso de Pardeza, uno de sus directores deportivos del Madrid, lo avisó bien rápido: 'No tenemos otra fecha'.

Vallecas ya se va vaciando. El móvil de mi padre ya está fuera de cobertura, supongo que en un vagón de Metro atestado de gente. Los jugadores del Madrid también acaban de marcharse y Raúl Martín Presa, el presidente del Rayo, tiene una pinta de agobio bestial. Él no habla de sabotaje, 'sino de un atentado' y no se cansa de pedir disculpas, pero, naturalmente, se niega a que el partido puede jugarse, como quiere el Madrid, a las cinco de la tarde. '¿Y nuestros aficionados?'

La vida no está como para pedir horas extra para ir al fútbol. Pero lo cierto es que a las once menos diez de la noche, cuando la lluvia ya se ha calmado en Vallecas, la incertidumbre pesa como una losa. La avería es importante y no se sabe si podría solucionarse para el lunes a las ocho, que es la primera hora que había establecido la Federación.  Así que a Martín Presa no le queda otro remedio que seguir atendiendo a los periodistas, a sus preguntas incisivas.

'¿Cómo vamos a saber quien ha sido', replica Martín Presa. 'En las cubiertas no hay cámaras ni en el estadio del Rayo ni en las de ningún otro del mundo'. Así que no será fácil capturar a ese misterioso Spiderman, que ha provocado que esta noche se haya convertido en una perdida de tiempo. Incluso, para los jubilados...

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