Este artículo se publicó hace 2 años.
Reunión crucial del BCE para controlar la inflación y evitar una crisis de deuda en países como España
Las consecuencias de la guerra en Ucrania obliga al Banco Central Europeo a poner fin a su política monetaria subiendo los tipos de interés por primera vez en diez años.
María G. Zornoza
Madrid-Actualizado a
Enfriar la economía para frenar la inflación desbocada. Es el objetivo de la crucial reunión extraordinaria que celebra el jueves el Banco Central Europeo (BCE) en su sede de Frankfurt. La cita de la autoridad monetaria llega en unos días de mucha presión en el Viejo Continente. La escalada de los precios continúa imparable en la UE, que registró de media durante el mes de junio una tasa récord de inflación interanual del 9,6%. El conato de dimisión del italiano Mario Draghi aventura una época de crisis políticas. El euro ha alcanzado la paridad con el dólar por primera vez en dos décadas. Y Alemania aguanta la respiración ante la pausa del gas que recibe del Nord Stream I.
Es este contexto de volatilidad e incertidumbre el que condiciona el encuentro de la institución que lidera la francesa Christine Lagarde. El BCE, garante de preservar la estabilidad de los precios en la zona euro, se dispone a dar portazo a la estrategia monetaria que ha regido la última década. Por primera vez en once años subirán los tipos de interés, siguiendo el camino que ya han emprendido los grandes bancos del mundo, como la Reserva Federal de Estados Unidos.
La incógnita es ya cuánto. El escenario que toma más fuerza es el de un incremento de 25 puntos básicos, aunque los halcones empujan para que se imponga el umbral del 50, algo que podría ocurrir este mismo jueves o durante la próxima reunión del Consejo de Gobernadores, prevista para septiembre.
De confirmarse, el movimiento de subir los tipos de interés tendrá consecuencias inmediatas. Acceder a la liquidez será más caro y todo ello se traducirá en un aumento del coste de las hipotecas y en una mayor dificultad de las empresas para financiarse y obtener créditos en los bancos, que agudizarán el factor del riesgo.
El cierre del gas ruso llevaría a los europeos a la tercera recesión de la década
Hasta la fecha, países muy endeudados como España o Italia se beneficiaban de años de tasas de interés cero o negativas. El giro del BCE engordará la deuda y complicará el acceso de estos países a los mercados en un momento en el que los Gobiernos están aprobando un escudo social que permita aliviar la carga en los bolsillos de los más vulnerables que está dejando la guerra en Ucrania. Los estragos económicos de la guerra asoman la patita con fuerza en el terreno económico y anticipan unos meses de otoño o invierno muy duros. Fuentes diplomáticas reconocen que el cierre del grifo del gas por parte de Rusia llevaría a los europeos a la tercera recesión de la última década.
La nueva doctrina de Frankfurt no será buena para España. El país encajó en mayo un nivel récord de deuda pública, que ya asciende a 1,46 billones de euros. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ya advierte de que la deuda podría alcanzar el 140% del PIB. Esta es, de hecho, una de las preocupaciones y advertencias más recurrentes de la Comisión Europea a Madrid: el descontrol de su deuda, por lo que desde hace meses le apela a la prudencia de su desembolso público.
Todo ello reduce el margen presupuestario de los Estados, que a su vez buscan medidas para reducir el impacto de la guerra en las carteras de los ciudadanos, especialmente de los más vulnerables. Hace unas semanas, el Gobierno de Pedro Sánchez aprobó medidas en esta dirección como ayudas directas de 200 euros para las rentas más bajas o descuentos en el transporte. Como a lo largo y ancho del suelo europeo, España no está siendo ajena a las consecuencias de la guerra. Su inflación ronda ya el 10%. Los huevos son un 24% más caros que el año pasado; el pescado un 10%; la fruta un 19%; los combustibles un 40%. Según el último Eurobarómetro, siete de cada diez españoles reconocen no verse capaces de hacer frente al incremento de los precios de la energía y del gas, que pueden no haber tocado techo todavía.
Herramienta antifragmentación
No dejar atrás a los países más expuestos será la otra clave de los de Lagarde. La autoridad monetaria prevé aprobar un mecanismo antifragmentación que tiene por objetivo evitar que las primas de riesgo se disparen en aquellos países muy endeudados y no replicar los eventos de 2012. Especial revuelo genera lo acontecido en Italia. Los transalpinos están inmersos en la enésima crisis gubernamental de la última década y la caída de Draghi podría dar lugar a un escenario de alta tensión. Aunque todo apunta a que el ex banquero continuará al frente del país. Según todas las encuestas, ante un hipotético adelanto electoral, el ultraderechista Fratelli d'Italia sería el partido más votado y dejaría un panorama mucho más inestable en Roma, Frankfurt y Bruselas.
Está por ver, no obstante, cómo se articula este mecanismo llamado a evitar una crisis de deuda en Grecia, Portugal, España o Italia, los bautizados como PIGS. En ningún caso puede percibirse como una intervención política. Lo que sí se presupone ya es que para acceder a él, los países periféricos deberán cumplir una serie de condiciones todavía sin definir y que podrían estar alineadas con las marcadas por el semestre europeo.
En este contexto arriba el encuentro en la ciudad alemana. El ejercicio de funambulismo es complicado. El equilibrio pasa por frenar la inflación, que está desbocada, a través de ese aumento de tipos de interés, que si es demasiado agresivo puede poner en serio aprieto el crecimiento económico. Además, la caída de la moneda comunitaria, que por primera vez en 20 años ha alcanzado la paridad frente al dólar, ha generado un nuevo efecto adverso en la tormenta económica que se disponen a capear los de Lagarde.
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