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El 'sueño americano' es más factible en una treintena de países que en EEUU

El sueño americano es sinónimo de progreso económico y personal. Está en el subconsciente colectivo de EEUU. En el ADN de su sociedad civil, la que piensa que desde la libertad se puede conseguir la prosperidad y el éxito. Sin embargo, hasta 31 países ofrecen más opciones de que este deseo individual se convierta en realidad que la mayor economía del mundo.

Un manifestante con un cartel que dice 'El sueño americano se ha acabado' en una concentración frente a la bolsa de Wall Street, en Nueva York. REUTERS/Shannon Stapleton

DIEGO HERRANZ

El sueño americano ha dejado de ser realista en EEUU. Al menos, no es el nirvana al que acudían millones de inmigrantes desde los comienzos del siglo XIX para buscar sus deseos de desarrollo laboral o profesional y alcanzar cotas admisibles de ingresos que les catapultara a un estatus de clase media gracias al prodigioso y fulminante ascensor social de la gran potencia emergente del planeta.

Según un amplio estudio del Banco Mundial sobre educación intergeneracional y movilidad económica que se acaba de desvelar, al menos 31 países, todos de rentas altas, ofrecen cauces e instrumentos más factibles a quienes se proponen alcanzar un futuro de prosperidad patrimonial y éxito social que la propia Tierra de las Oportunidades. El diagnóstico incluye una base de datos analítica de esta institución multilateral e indaga en el porcentaje de descendientes que han superado en el escalafón social a sus progenitores por efecto directo de sus habilidades académicas; pero también, de manera implícita, de la capacidad de la sociedad en la que ha desarrollado su trayectoria educativa para elevar su estatus socio-laboral y, por ende, sus niveles de rentas.

Uno de los parámetros que utiliza el estudio del Banco Mundial es la relación o porcentaje de hijos nacidos en el seno de familias situadas en la parte baja del escalafón social que han logrado encaramarse a los estratos más pudientes. Con el consiguiente incremento de oportunidades de ganar influencia y protagonismo social. La métrica de este cómputo estadístico es del 12,5% en el caso de EEUU. En 88 de los 135 países en los que esa relación mejora, la porción es superior a la de la mayor potencia económica. Entre ellos, figuran 31 de las 35 naciones identificadas por este organismo hermano del FMI, como de rentas altas; es decir, con la vitola oficial de potencias industrializadas. Casi todas, europeas.

Por orden decreciente, superan el registro estadounidense, Irlanda, con un 12,9% de progreso intergeneracional; Italia (13%); Hungría y Letonia (13,3%); Croacia (13,9%); Francia y Suiza, con el 14,9%; España y Polonia (15%); Austria (15,1%); Bélgica (15,3%); Finlandia (15,6%); Lituania y República Eslovaca, con un 15,7%; Noruega (15,9%); Australia (16,1%); una terna constituida por Portugal, Taiwán y Canadá, con el 16,3%; República Checa (16,7%); Israel (16,8%); Corea del Sur (17%); Holanda y Alemania (17,1%); Estonia (17,6%); Japón (18,1%); Suecia (18,5%); Reino Unido (18,6%); Eslovenia (19,2%); Dinamarca (21,1%) y Chipre, con el 22,8%.

Pérdida perceptiva del rol de clase media

Casi la mitad de los norteamericanos que ganan más de 100.000 dólares anuales piensan que son clase media. Pero se equivocan. Porque no todo es cuestión de dinero. Un reciente sondeo realizado por Business Insider y Morning Consult, entre 4.400 estadounidenses, a los que se les cuestionó sobre su situación financiera y patrimonial, su catalogación de pertenencia a una clase -pobre, trabajadora, media o alta- o la estabilidad familiar y social que, a su juicio, les otorga la inclusión o no en un determinado estrato de ingresos, teniendo en cuenta los gastos sanitarios, educativos y, en general, los niveles de vida. Y el resultado rompe el vínculo entre retribuciones salariales y desembolsos por servicios esenciales y desvela que la percepción personal es muy variable. Así, por ejemplo, el 86% de quienes ganan menos de 50.000 dólares al año piensa que es pobre; al igual que el 10% de quienes perciben entre esa cantidad y los 100.000 dólares y el 2% de los que superan esta barrera de ingresos. Por contra, en el otro lado de la balanza, un 17% dijo sentirse acomodado con menos de 50.000 dólares, casi la mitad de quienes obtienen unas bases imponibles que exceden de los 100.000 dólares, y el 34% de los que están en medio de la horquilla.

"El 86% de quienes ganan menos de 50.000 dólares al año piensa que es pobre"

Sin embargo, la clase media es la que más diferencias de niveles de ingresos y de percepción de pertenencia a un estrato social manifiesta. Se consideran incluidos en este estadio, al que aspira el sueño americano, el 36% de quienes tienen un poder adquisitivo inferior a los 50.000 dólares; el 42% de los que superan los 100.000 y la mitad de quienes ganan entre ambas cotas. De los que superan los 100.000 dólares de ingresos, el 36% piensa que forman parte de la clase alta.

Las distintas valoraciones de estos tres estadios tienen su origen en los costes de la vida y en el grado de endeudamiento adquirido por los ciudadanos y familias estadounidenses. Factores que se consideran determinantes en el sentimiento de autoproclamarse más o menos pudiente o, por contra, más o menos desfavorecido; de igual forma que cuenta la capacidad financiera para aupar a sus descendientes a categorías sociales con mayores cotas de prosperidad. Los avances en el salto intergeneracional, del que se ocupa el estudio del Banco Mundial, está en la misma longitud de onda que la presión económica a la que se ve sometida la sociedad civil americana y, en especial, su capacidad para sufragar costes imprevistos, como los servicios sanitarios, o para acometer deudas como la estudiantil o la adquirida por la compra de una vivienda.

Otro informe, del Pew Research Center constata que la clase media estadounidense está en fase de contracción y afirma que los incrementos salariales registrados en los últimos años no están en sintonía con el “aumento exponencial” de los costes de vida, matiza Andy Josuweit, consejero delegado de Student Loan Hero, una web de financiación personal, que participó en este estudio y que sitúa la losa de endeudamiento de los estudiantes americanos al concluir sus trayectoria académica -de 1,7 billones de dólares, por encima del PIB español- como uno de los motivos de que gran parte de la conciencia colectiva del país haya abandonado su sueño americano.

Los incrementos salariales no están en sintonía con el aumento de los costes de vida

Cerca del 70% de la clase trabajadora tiene, además, una deuda crediticia notable -el 65%, tanto de la más pobre, como de la considerada media por su nivel de ingresos- frente a algo más de la mitad de quienes se encuentran instalados en el estrato más alto de rentas. El peso de los préstamos académicos es más acuciante entre las familias con dificultades para llegar a fin de mes. Y lo que es peor. Se está trasladando al conjunto de la vida laboral. Porque casi la mitad de las clases más pobres no esperan poder adquirir un inmueble en propiedad, frente al 37% de la clase media y el 9% del estadio más alto. Y porque la mayoría de los más desfavorecidos en ingresos no creen que puedan iniciar su jubilación en una banda temprana de retiro -que identifican entre los 65 y 70 años-, lejos de la edad que tienen en mente los estadounidenses con ingresos elevados -a los 55 años- que, además, admiten abiertamente que su estabilidad financiera es más sólida que la de hace diez años.

La brecha de desigualdad se deteriora

Las ratios de desigualdad social en EEUU aumentaron “significativamente” en 2018, acaba de certificar la Oficina del Censo, institución federal. Sus datos revelan que el Índice Gini, el más fiable barómetro para medir la distribución de la riqueza individual, saltó del nivel 0,482 en 2017 al 0,485 el pasado ejercicio. Este método, internacionalmente aceptado, considera próximo a la igualdad, a la justicia social, los marcadores más próximos a cero y, en consecuencia, relega en su radiografía a las posiciones menos redistributivas los registros más cercanos a uno.

El estudio se basa en una amplia encuesta sobre el estado financiero de los hogares americanos y resulta ser el primero bajo la rebaja impositiva de la Administración Trump, que no pocos economistas reconocen que favorecen a los grandes patrimonios. Sin embargo, la lectura de los datos refleja que el empeoramiento de la distribución de la riqueza en la mayor economía del planeta lleva ya varios decenios en marcha. Hasta el punto de que EEUU es el más desigual de todos los países industrializados. Una tendencia que, además, persiste y se perpetúa tanto en épocas de recesión económica como de bonanza. Y bajo administraciones de distintos signos políticos, apunta este organismo. El asunto es ya de tal gravedad que algunos candidatos demócratas a la Casa Blanca como Elizabeth Warren o Bernie Sanders, han prometido suturar la brecha de desigualdad con medidas como la elevación de la presión fiscal a los altos patrimonios o un nuevo impuesto sobre las transacciones financieras para dar cobertura federal a mecanismos legislativos que eviten este alarmante diferencial de rentas.

Cinco estados -California, Connecticut, Florida, Louisiana y Nueva York, demás del Distrito de Columbia y Puerto Rico- presentan un índice Gini por encima de la media federal y 36 territorios estatales evolucionan por debajo del promedio del conjunto del país.

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