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La sombra de Perejil es alargada

La llegada y expulsión de 81 inmigrantes del islote Tierra abre formidables incógnitas en el tablero de ajedrez que España y Marruecos mantienen en torno al Estrecho y las plazas de soberanía de nuestro país. El 12 de

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

La llegada y expulsión de 81 inmigrantes clandestinos del islote Tierra, frente al Peñón de Alhucemas, abre formidables incógnitas en el tablero de ajedrez que España y Marruecos mantienen en torno al Estrecho y las plazas de soberanía de nuestro país.

Ocho fueron mujeres y niños que, de momento, han encontrado refugio en España. Al resto le espera presumiblemente un largo viaje hacia lugares fronterizos de Marruecos, que no constituyen su lugar de origen, como es el caso de Argelia.

Todos estos acontecimientos, así como la apresurada ocupación y desalojo del Peñón de Vélez de la Gomera que tuvo lugar la pasada semana, se producen en vísperas de la Reunión de Alto Nivel (RAN), la cumbre bilateral que reunirá a ambos países en Rabat a principios de octubre y en cuya agenda se encuentra previsto, precisamente, la confirmación de la fecha del despliegue de un destacamento de la Guardia Civil en las Islas Chafarinas, las Jaafarías en la transcripción marroquí. Su propósito estriba en combatir el tráfico de drogas y la inmigración ilegal, ya que en los últimos meses también han llegado pequeños contingentes de personas que buscaban entrar al antiguo paraíso europeo, sin que la crisis coyuntural del primer mundo parezca disuadirles a la hora de huir de la crisis crónica de Africa.

Tras un desencuentro inicial, que motivó las protestas oficiales del ministro del Interior marroquí, Mohand Laenser, ambas partes decidieron que dicha misión se tomaba de forma conjunta y consensuada, a fin de agitar las aguas en torno a este diminuto archipiélago que reúne a las islas de Congreso, la mayor de ellas con poco más de veinticinco hectáreas, Isabel II y Rey Francisco, cuyos topónimos evocan el momento de su toma en el ecuador del siglo XIX.

En  esa pequeña crisis del mes de julio, el ministro del Interior español, Jorge Fernández Díaz, estuvo presto a resolver la crisis, quizá porque durante la pasada primavera ambos representantes gubernamentales ya se encontraron para inaugurar la comisaría conjunta del Cuerpo Nacional de Policía que funciona desde mayo con sede en Algeciras y Tánger, aunque sus resultados siguen constituyendo un misterio ante el hermetismo oficial de ambas partes en cuanto a sus primeros logros hasta la fecha.

Las Chafarinas constituyen una reserva natural y cuentan con una guarnición militar que se vería reforzada por la Guardia Civil, aunque mantendría un cierto nivel de coordinación con la Gendarmería marroquí que, sin embargo, no desembarcaría en tal controvertido confín, transitado con cierta frecuencia por gomas hinchables rígidas con hasta cuatro motores de 250 caballos cada uno.

¿Intervinieron las mafias del narcotráfico en la toma del islote Tierra para disuadir a ambos gobiernos de que les hagan la guerra juntos? Es una posibilidad, si se tiene en cuenta que la organización de los inmigrantes procedentes del sur del Sáhara es bastante precaria y no obedece, en gran medida, a las redes que controlan el tránsito marítimo entre ambas orillas del Estrecho.

La penosa situación de los congoleños, malienses, senegaleses, cameruneses, etcétera, llegados hasta las vallas fronterizas de Ceuta y de Melilla viene siendo una constante desde hace más de veinte años. Han intentado en distintas ocasiones saltar ambos perímetros fronterizos y a veces lo han logrado, incluso con perdida de vidas humanas. En la mayor parte de los casos, han terminado contratando los servicios de un barquero cuyas lanchas no siempre llegaron al otro lado de la línea de horizonte. Sin embargo, nunca, hasta hace poco, habían intentado dar el salto a la Península a través de los islotes que rodean a ambos enclaves, utilizados ocasionalmente eso sí por los narcotraficantes como guarida ocasional para sus alijos.

A esa inmigración africana, las autoridades marroquíes le han encarcelado, reprimido, marginado y expulsado puntualmente hasta las fronteras de Oujda o las del sur de dicho territorio. También se les ha utilizado como ariete humano frente a las llamadas plazas de soberanía española, que reivindica desde hace mucho.

En Melilla, esta misma semana, portavoces del Partido Populares en Libertad, que no guarda relación con el PP, asociaron la llegada de los inmigrantes clandestinos a Tierra con la ocupación simbólica del Peñón de Vélez de la Gomera por militantes del Comité de Coordinación para la Liberación de Ceuta y Melilla. Sin embargo, ya con anterioridad, se había registrado la llegada de 'espaldas mojadas' a otro de los peñones de la zona, el de Alhucemas, siendo en ese caso llevados posteriormente hasta Melilla y Almería.


 

Más allá del espeluznante drama humano, que se saldará presumiblemente con nuevas deportaciones marroquíes a ninguna parte, estriba en que por primera vez España y Marruecos toman una decisión conjunta sobre unos territorios minúsculos que siguen estando en litigio a pesar de que no formaron parte expresa del lote jurisdiccional que le correspondió a dicho país en su proceso de independencia que concluyó inicialmente en 1956 y que posteriormente llevaría a la olvidada guerra de Sidi Ifni y a la marcha verde para la ocupación del Sáhara, a partir de los acuerdos tripartitos de Madrid y de la enfermedad y muerte de Francisco Franco en 1975.

Rabat no olvida su proyecto de Gran Marruecos, enunciado desde hace mucho, y que incluiría la integridad territorial de su país, con Ceuta, Melilla y los peñones y las islas adyacentes. Una 'causa santa', según puede leerse en la tinta fresca del diario L'Opinion, en una posición refrendada desde los años 60 del siglo pasado por la Organización de la Unidad Africana o por la Liga Arabe, en aras de 'acabar con el colonialismo español en Marruecos'.

La chusca guerra del islote de Perejil llevó a reforzar la vigilancia militar española de los islotes de Tierra y Mar, cubriéndolos de alambre de espino para evitar otras tentaciones de anexión por parte de bañistas marroquíes que simplemente se encaramaban a dicha posesión. Todo ello ocurría durante el verano de 2002 y tenía como horizonte esa reivindicación, pero como cabeza de puente hacia Ceuta, ya que se encuentra situado a tres kilómetros de dicha plaza y a trescientos metros de la localidad marroquí de Benyunes. Una ubicación hasta cierto punto similar a la de Tierra, apenas a treinta metros de la costa marroquí y a cien kilómetros al oeste de Melilla.

A pesar de distintas medidas de protección legal por parte española, esos enclaves se encuentran en una situación tan indefinida desde el punto de vista de la soberanía que en la crisis de Perejil hizo falta la intervención directa de Colin Powell, entonces secretario de Estado de EEUU, a quien despertaron a las tantas de la madrugada para decirle que dos de sus principales aliados en la región, en vísperas de la guerra de Irak, se estaban peleando por un minúsculo punto en el mapa.

¿Por qué no dirimió esa cuestión la OTAN? Porque sencillamente no puede. Y, de hecho, ni dicha organización, ni la Unión Europea Occidental aceptaron amparar la posición española en dicha zona. Menos ahora con la construcción de la superbase estadounidense de Tan Tan, en Marruecos.

En su momento, Hasán II reclamó que se abriera una 'célula de reflexión' entre España y Marruecos, aquellos dos pueblos 'condenados a entenderse', en torno a este contencioso en el que la causa marroquí puede tener a la geografía de su parte pero a los acuerdos internacionales en contra. Esa hipótesis, rechazada en su día por el Gobierno español en tiempos en que Felipe González ocupaba la Presidencia, vuelve a estar latente en un escrito hecho público por Abdesslam Boutayeb, presidente del Centro de la Memoria Común hispano-marroquí, que ha propuesto la creación de 'una comisión independiente de la verdad, justicia y construcción del futuro, integrada por expertos' de uno y de otro país, para dirimir este tipo de tensiones.

Así que, durante los primeros días de octubre, Madrid y Rabat pisaron huevos para evitar entrar en esta crisis como elefante en cacharrería. La cogestión de la salida de los inmigrantes del islote Tierra es cierto que guarda relación de los compromisos que Marruecos ha adquirido con la Unión Europea en materia de lucha contra la inmigración clandestina, pero también es verdad que cooperar en esta materia sobre un territorio tan disputado obligaba a ambas partes a renunciar en cierta medida a posiciones categóricas sobre la titularidad de islotes y peñascos.


 

Es probable que en ese clima de buenas relaciones estratégicas entre España y Marruecos pudiera llegarse a un consenso sobre dichos peñones. El problema, sin embargo y según diversos especialistas en la cuestión, estribaría en que Rabat no se quedaría satisfecho con dicha conquista sino que podría plantear la cesión a su soberanía de Ceuta y Melilla, o incluso, como se ha planteado en alguna ocasión, la de las Islas Canarias, como ámbito de ese Gran Marruecos que el Istiqlal, el partido nacionalista del país vecino, reclama desde antes de la independencia colonial frente a Francia y a España. No obstante, nunca ha existido una reivindicación oficial marroquí de ese otro archipiélago occidental, de historia y orografía bien diferentes.

Sin embargo, Chafarinas, Alhucemas, Vélez de la Gomera, o los islotes de Perejil, Tierra, Mar y algún otro peñasco, no se encuentran expresamente protegidos bajo el paraguas del artículo 137 de la Constitución Española de 1978, dentro del Título VIII De la Organización Territorial del Estado.

Esto es, no se encuentran oficialmente asignados a municipios, provincias o comunidades y ciudades autónomas, a pesar de que en su momento se llegó a reclamar que Perejil se incorporara al estatuto de Ceuta y aún se pide que los otros lugares pasen a depender del estatuto de Melilla.

De hecho, la isla de Alborán y el islote de Nube, que guardan más proximidad con la costa africana que con la española, se encuentran adscritos a la provincia de Almería. Y cabe recordar que antes del actual ordenamiento constitucional, Ceuta se encontraba adscrita a la provincia de Cádiz y Melilla a la de Málaga.

Las capitanía marítima y comandancia militar de Melilla guarda, sin embargo, jurisdicción castrense sobre ese extraño y minúsculo archipiélago. Así, el Peñón de Vélez (fotogalería) viene guarnecido por un destacamento del Grupo de Regulares de Melilla 52 (GRM52), el Archipiélago de Alhucemas, por un destacamento del Regimiento de Artillería Mixto Nº 32 (RAMIX 32) y en las Islas Chafarinas radica un destacamento del Tercio Gran Capitán I de la Legión (TGC I). No ocurre así con Perejil, desde el célebre conflicto; tierra de nadie para entendernos.

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