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El único armario vacío de la Iglesia

Un cura expulsado por gay cree que la homofobia clerical es 'el exorcismo de un diablo interior'

ÁNGEL MUNÁRRIZ

Una bandera republicana cuelga sobre los estantes de una abigarrada repisa donde conviven el Antiguo Testamento y el Tratado de ateología, de Michel Onfray; donde se apilan el Nuevo Testamento y El Inquisidor, de Patricio Sturlese. ¿Pero dónde diablos estamos? Bienvenidos al despacho de José Mantero, el vicario de Valverde del Camino (Huelva) que, en 2002, reventó la portada de Zero con aquel “Gracias a Dios, soy gay” que le valió la suspensión ad divinis de la Iglesia católica.

A sus 46 años, Mantero vive ajeno a su propio icono. “Las ofertas editoriales por mi historia, las desestimo. Quieren la carnaza, y yo no me vendo por nada”, explica. Incluso le da cierta pereza regresar a la polémica Iglesia-homosexualidad, avivada ahora por el Vaticano al negar a los gays el sacerdocio aunque sean castos; o por Rouco Varela, que propone celebrar un referéndum sobre el matrimonio gay, o incluso por la reina y su declarada oposición a esta forma de unión.

“La homofobia de la Iglesia es el exorcismo de un diablo interior”, resume Mantero, convencido de que la “obsesión del Vaticano” esconde en realidad “un debate creciente” en un clero que teme admitir que hay “gays castos y no castos” en su seno. ¿Pero qué debate, si manda la línea dura? “Por eso”, repone. “Porque son débiles. Igual que con la reina, que ha dicho cosas que nos dañan moralmente. Los partidos han salido en tromba a defenderla, pero no haría falta si la monarquía fuera fuerte”.

Sobre las consecuencias de su salida del armario, admite que esperaba “un lento efecto en cadena” que no se produjo. “Me llamaron varios para decirme que iban a dar el paso. Y ahí siguen, con la santa hipocresía”, cuenta. Mantero se detiene en relatar dos llamadas posteriores a su bombazo. Una, con número oculto, de un cura joven “bastante picha brava” que admiraba su gesto pero no se atrevía a imitarlo porque en la Iglesia era “feliz”. Otra, de un cura sesentón. “Qué tonto eres –me dijo–, si te hubieras callado, hubieras podido vivir toda la vida tan ricamente, como hago yo”, cuenta.

Ahora Mantero, que también colecciona y restaura plumas estilográficas antiguas, se dedica sobre todo a escribir. Tiene un grupo de trabajo sobre “profundización en el laicismo”. “Ese es ahora el tema que más me interesa”, afirma. Y colabora con las publicaciones Gay Barcelona y La Democracia. Tiene escrita una novela “nada autobiográfica, pero con algún color gay”, y prevé reunir en un libro las 331 entradas de su blog, La Casulla de San Ildefonso, cerrado desde 2006 pero que no ha eliminado “para que siga jodiendo”.

En este blog, Mantero detalla su “catecismo inclusivo”. “Reúno supuestos argumentos bíblicos contra los homosexuales, que son equis, y a favor, que son el triple”, afirma.

¿Nadie se ha molestado en rebatirle? Aquí, Mantero pierde el entusiasmo que exhibía al hablar de su tema: “una sociedad cada vez más laica, de conquistas civiles como el matrimonio homosexual, que es un avance importante”. “Pero del tema de la Iglesia... Es que ya lo he dejado todo dicho en el blog”, repite. “Y además, como me dijo un día Inés Sabanés [portavoz de IU en la Asamblea de Madrid]: ‘¿Tú qué haces dando explicaciones?’ ¡Que las den ellos, los homófobos, no yo!”.

José Mantero sostiene que el clero funciona “en base a un apotegma: si nadie lo sabe, no es pecado”. Pero no es fácil la eterna doble vida. “Yo he sentido tres veces que me llamaban maricón a la cara”, cuenta. “Uno que, dos horas después de tocarme, me insultó por la calle; otro, que me lo encontré después en un bar de ambiente y se puso de toda la gama del tecnicolor”. ¿Y el tercero? “El Papa”, responde Mantero, “con su pastoral de 1986”, Homosexualitatis problema. El que quiera entender, sugiere Mantero, que entienda.

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