Este artículo se publicó hace 6 años.
Literatura en los márgenes de la metrópolis

Por El Quinze
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La literatura metropolitana ha empezado a salir de su zona de confort para adentrarse en realidades no tan amables. "La escritura se está acercando a la vida rural, lo que refleja un cambio social, más que una voluntad social de hablar de las periferias", explicaba la escritora Sara Mesa en una entrevista reciente en la agencia EFE. "Hablo de la periferia porque es lo que conozco y lo hago sin tremendismo, narrando otra manera de vivir", apuntillaba. El mundo rural retratado por la escritora María Sánchez en Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019), o el último libro de Kiko Amat, Antes del huracán (Anagrama, 2018), ambientado en la periferia barcelonesa –concretamente en Sant Boi de Llobregat–, acercan al lector a realidades poco conocidas hasta hace poco.
La literatura del extrarradio tiene precedentes. Francisco Candel, escritor y periodista que a mediados del siglo pasado se empeñó en dar voz a los sin voz, se atrevió a retratar una periferia que todos conocían pero que pocos querían ver. Lo hizo con novelas como Donde la ciudad cambia su nombre (José Janés Editor, 1957), ambientada en las Casas Baratas de la Zona Franca. En sus artículos periodísticos, además, dio a conocer las condiciones de vida de los barraquistas de Montjuïc y otros colectivos desfavorecidos. Ahora, décadas después, proliferan nuevas voces que tratan de explicar esas realidades complejas de extrarradio, a menudo silenciadas por el ruido de la gran metrópolis. Los problemas no son los mismos, pero la esencia sí.
El santboiano Kiko Amat, con cinco novelas a sus espaldas, lo tiene claro: "En el último año he oído las palabras periferia y extrarradio más que en toda mi vida. Aunque este es un género de losers que no triunfa como otros, es verdad que empieza a despertar interés. Hay mucha peña educada y potencialmente lectora que viene de esas periferias y pide que se hable artísticamente de lo que pasa en ellas". En la misma línea está el escritor y traductor Toni Hill, de Cornellà de Llobregat, que mantiene que ahora se escribe más sobre el extrarradio porque esta es la primera generación consciente de ser de extrarradio. "En los 60 la gente ya vivía aquí, pero no tenía consciencia de ser de extrarradio", defiende.
Tigres de cristal (Grijalbo, 2018), la última novela de Hill, está ambientada en Sant Ildefons. "Quería usar mi barrio como material literario, así que partí del escenario. Me apetecía hablar de esa generación de migrantes que cambiaron el paisaje de las ciudades. Y también cambiaron ellos: muchos no quisieron regresar, porque empezaron a disfrutar de las ventajas de estar cerca de las ciudades", explica. Le salió una novela de culpas, de deudas pendientes. "El acoso escolar me daba pie a comparar el acoso físico en los años 70 con el acoso actual en las redes sociales. Quería hablar de cómo cambia la violencia. Vivimos en una sociedad en la que aparentemente no hay violencia, pero sí la hay, solo que no se ve. Sant Ildefons me permitía aprovechar eso", añade.
Un altavoz de generaciones silenciadas
Quienes llegaron hace décadas para habitar los extrarradios no solían gozar de unas condiciones laborales que invitasen a escribir. "Los que hemos nacido aquí y nos hemos podido liberar de la esclavitud de ese tipo de trabajos somos los que ahora hemos empezado a narrar nuestras experiencias", señala Javier Pérez Andújar. Paseos con mi madre (Tusquets, 2011), su novela icónica, es un homenaje a los bloques antiestéticos que rodearon la Barcelona preolímpica que les daba la espalda. Historias contadas desde las calles de Sant Adrià de Besòs, la orilla del río y los descampados que se utilizaban como campos de fútbol, y con unos referentes muy claros. "Marsé, Mendoza, los cómics, las revistas y la televisión", resume Pérez Andújar.
Miguel Ángel Ortiz, autor de La inmensa minoría (Literatura Random House, 2014), una novela ambientada en la Zona Franca, cree que el auge de este género se debe en gran medida al acceso a la universidad de los jóvenes del extrarradio. "Hemos estudiado más que las generaciones anteriores, así que ahora tenemos las herramientas para ser el altavoz de voces que nunca habían sido escuchadas y dar vida a lugares que quedan fuera de las guías de viaje", mantiene. "En los años 60 y 70 la literatura social ya estuvo de moda, pero con la democracia se la empezó a considerar un género menor. A veces tengo la sensación de que durante mucho tiempo se han valorado muy poco los temas sociales. Eso cambió con la crisis económica", apunta.
"Está muy bien que cada vez haya más relatos de estos territorios. Imagino que ahora hay más editoriales que permiten más disparidad de voces y que el acceso a la publicación está dejando de ser tan elitista", añade el novelista y periodista barcelonés Miqui Otero.
La novela barcelonesa se ha consolidado en las últimas décadas como un género en sí mismo gracias a plumas como Mendoza, Zafón o Zanón. Pero no está tan claro que la literatura de extrarradio esté por seguir el mismo camino. Empar Fernández, que escribe sobre todo novela negra y detectivesca, no cree que exista una voluntad expresa de escribir sobre la periferia, sino escritores que desean abandonar Barcelona para explicar qué pasa al otro lado. "No creo que exista una generación, porque no estamos consolidados en ese sentido, aunque compartamos algunos rasgos: nos hemos criado en los bloques, rodeados de gente solidaria, en la vida familiar de las escaleras de vecinos", sostiene. Fernández vivió su infancia y adolescencia en el Turó de la Peira, el primer barrio de Barcelona en el que se detectó aluminosis, y ahora hace 30 años que reside en Cornellà.
Tampoco Hill opina que se den los elementos necesarios para hablar de una nueva corriente literaria. "Hay más sensibilidad para tratar ciertos temas y a algunos autores que hemos salido de allí nos preocupan. Tenemos ganas de hablar de Cornellà, de Sant Adrià o de L’Hospitalet. Pero, de mis cuatro novelas, solo una transcurre en el extrarradio. No hay tradición y, si la hubiese, justo estaría empezando", asegura Hill.
"Yo sí creo que en algún momento habrá una tradición de novela de periferia", asegura, en cambio, Kiko Amat. Y añade: "Solo espero que los que vengan no sean blandos, que expliquen las violencias de manera sangrienta y que se tire del hilo del inacabable frikismo gótico del Baix Llobregat. Solo los incapaces pueden no conectar con las historias de un territorio tan increíblemente fértil de gente destruida como este", opina.
Cada extrarradio tiene sus particularidades, pero las historias que en ellos se desarrollan tienen algunos puntos en común. "Fueron creados en la misma época. Mamma Roma, de Pasolini, podría estar rodada en Barcelona: cuenta cómo se hicieron los bloques para eliminar las barracas. Los extrarradios no los creó el franquismo, sino el capitalismo", explica Pérez Andújar, que define su obra como "umbralismo adrianense".
También Marc Moreno, escritor y editor de Llibres del Delicte, opina que "la gente en los extrarradios vive las mismas situaciones y parte de una realidad común", aunque no cree que existan "patrones literarios comunes", ya que "cada escritor o escritora hace su enfoque". Su novela más exitosa, Temps de rates (RBA, 2017), está ambientada en el barrio de la Verneda y ganó el prestigioso premio de novela negra Crims de Tinta.
Cambios por fuera, no por dentro
Toni Hill y Javier Pérez Andújar coinciden en que, aunque el extrarradio haya cambiado por fuera, los problemas de la gente siguen siendo los mismos. "Cuarenta años de ayuntamientos democráticos nos han traído aceras más anchas, guarderías municipales, ambulatorios y zonas verdes, pero la gente que sigue llegando a estos lugares sigue sin poder permitirse habitar en zonas más acomodadas. Nuestros yonquis ya no se mueren en un portal, sino en un banco al lado de un jardín", asevera Pérez Andújar. "Hay cosas que no han cambiado: los chavales siguen teniendo problemas con los estudios y para encontrar un trabajo digno, aunque también hay gente que sale de los barrios, estudia y asciende. Y esas historias tampoco se cuentan", explica por su parte Miguel Ángel Ortiz, quien añade que, si se quiere escribir sobre el extrarradio actual, tampoco se deben obviar los nuevos temas, como el de la migración procedente de otros países.
A Empar Fernández también le gustaría que la literatura actual se acercase a los barrios desde lo bueno: "Pocas veces se dice que ahí la gente es feliz, que esos son barrios cálidos en los que todos se conocen". Aunque, para Kiko Amat, "el extrarradio ni es tan temible ni es tan maravilloso". "En los años 70 y 80 era algo a medio hacer, un proceso no acabado: mi terreno de juego siempre fue un descampado. Ahora, acabado el proceso, creo que no se ha terminado bien", explica el escritor. "El extrarradio tiene un legado rico y excepcional, lleno de violencias que merecen ser escritas. La gente tiende a mirar hacia fuera, cuando tenemos historias muy cercanas mucho más interesantes que las de Brooklyn", sentencia el santboiano.
PACO CANDEL, EL PRECURSOR
Los otros catalanes, primero en forma de artículo en la revista La Jirafa y convertido luego en ensayo periodístico-sociológico, marcó un antes y un después en 1964. "Mientras los escritores de la época eludían la censura para publicar novelas de amor de la alta burguesía, Candel se preocupaba de dar voz a los desamparados, influenciado por Cesbron o Steinbeck", recuerda Pere Baltà, presidente de la Fundación Francisco Candel, que trabaja desde hace 12 años para la reivindicación de la obra del escritor. "Querían algo similar a lo que había hecho Joan Fuster en Nosaltres, els valencians, también publicado por Edicions 62, pero Candel dijo que no: no quería hacer un Nosaltres, els immigrants. Y decidió escribir un texto que daba una alternativa de convivencia y una lección magistral de respeto mutuo y dignidad", añade Baltà.