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Acuerdo nuclear Biden tiene que decidir pronto si reactiva el acuerdo nuclear con Irán

La nueva política exterior de EEUU tendrá en Irán una de sus constantes en los próximos cuatro años. Aunque Joe Biden ha declarado su intención de volver al acuerdo nuclear de 2015, se va a encontrar con los altos obstáculos levantados por Israel y por los cargos americanos alineados con Israel. Biden tiene hasta junio para lograr su objetivo, pues los conservadores iraníes muy bien podrían ganar las elecciones previstas para entonces.

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Biden da un giro de timón.

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, despachará a Washington en los próximos días al director del Mosad, Yossi Cohen, con el fin de presentar personalmente al presidente Joe Biden sus numerosas demandas ante una eventual reanudación de las negociaciones para reimplantar el acuerdo nuclear de 2015.

Tal como Netanyahu las expuso el sábado indirectamente en el Canal 12, las demandas son inasumibles por los iraníes, pero coherentes con la voluntad del primer ministro de abortar cualquier intento de la nueva administración de llegar a una entente con Teherán.

La posición de Netanyahu es la de incorporar a las negociaciones una serie de demandas que en parte ya quiso introducir en 2015 pero que fueron desoídas por el presidente Barack Obama siendo Biden vicepresidente, lo que condujo a un ataque frontal de Netanyahu contra Obama, incluso desde el podio del Congreso de los EEUU.

Posteriormente, las demandas fueron asumidas por el presidente Donald Trump, quien en 2018 sacó a EEUU del acuerdo dejando a los europeos a dos velas. Aunque Biden ha indicado en más de una ocasión que su deseo es reanudar el acuerdo, todo indica que se trata de una misión casi imposible debido a la enorme influencia de Israel en la política americana.

Según el Canal 12, Yossi Cohen exigirá a Biden lo siguiente: 1) que Irán deje de enriquecer uranio, 2) que deje de fabricar centrífugos avanzados, 3) que deje de apoyar a grupos terroristas como Hizbolá, 4) que finalice su presencia militar en Irak, Siria y Yemen, 5) que finalice las actividades terroristas contra objetivos israelíes en el extranjero, y 6) que dé acceso completo a la Agencia Internacional para la Energía Atómica para inspeccionar su programa nuclear.

Naturalmente, Netanyahu sabe perfectamente que la mayoría de esas demandas son inasumibles, pero su intención consiste en evitar a cualquier precio un acuerdo entre Irán y Occidente, no solo la reanudación del acuerdo nuclear sino cualquier otro pacto, de cualquier naturaleza, incluida la económica.

La respuesta de Teherán podría consistir en presentar sus propias demandas, que a su vez serían inadmisibles para Netanyahu, de modo que la pelota quedaría en las manos de Biden, quien debería decidir si tira adelante el acuerdo nuclear o no, a sabiendas de que en el primer caso sufriría un tremendo desgaste a manos del lobby judío.

En este sentido, bastaría con que Teherán presentara dos contrademandas: 1) que Israel ponga fin a la brutal ocupación de los territorios palestinos y evacúe las zonas ocupadas en la guerra de 1967, incluido el Golán sirio, y 2) que Israel garantice justicia y seguridad a las minorías chiíes desparramadas por Oriente Próximo, principalmente en Bahrein, Siria, Líbano, Arabia Saudí y Yemen.

Si Netanyahu accediera, se crearía una situación que podría servir de base al entendimiento, pero se trata de una hipótesis que no entra en los planes de Netanyahu, dado que su política consiste en desestabilizar la región y no en estabilizarla. Para acabar con la hostilidad, sería preciso que Israel abandonara los territorios ocupados, algo que solo podría ocurrir si EEUU y Europa obligan por la fuerza a Israel, una circunstancia que no se vislumbra en el horizonte.

Aunque según el Canal 12 la nueva administración y Netanyahu ya se han cruzado "mensajes", el mismo medio divulgó el 21 de enero, es decir al día siguiente del juramento de Biden, una clara nota de amenaza atribuida a un alto cargo, que bien podría ser Netanyahu, advirtiendo que si Biden reanuda las negociaciones, Israel no tendría nada de qué hablar con la administración.

En la misma víspera del cambio de administración, el propio director del Mosad Yossi Cohen viajó a Washington para reunirse con el secretario de Estado saliente, Mike Pompeo, con quien se reunió de una manera discreta y sin que haya transcendido el contenido. Es evidente que Pompeo acaricia la idea de presentarse a las próximas elecciones y para ello ha cultivado con esmero todo lo tocante al estado judío.

El Nuevo secretario de Estado, Antony Blinken, declaró recientemente que consultará con "Israel y otros aliados" cualquier cuestión relacionada con el acuerdo nuclear, indicando con esas palabras que la prioridad es Israel. Si es así, se reducen las posibilidades de que prospere significativamente cualquier iniciativa en esa dirección.

Igual que en Irán hay moderados y radicales, también los hay en Estados Unidos. El propio Blinken y el consejero para la Seguridad Nacional, Jake Sullivan, que ya está en contacto con los israelíes, forman parte del sector radical, y ambos exigen que Teherán cumpla todos los requisitos del acuerdo nuclear antes de sentarse a hablar.

El profesor americano Juan Cole escribió esta semana en su blog que la actitud de Blinken y Sullivan es en el fondo similar a la de la administración Trump, y si prevalece será muy difícil reactivar el acuerdo de 2015. De hecho, está claro que si Washington, siguiendo las instrucciones de Netanyahu, introduce nuevos elementos en la negociación, será complicado reactivar el acuerdo.

Es muy probable que la decisión que tome Biden incida en las elecciones iraníes de junio, en las que según los observadores los radicales tienen grandes posibilidades de vencer. Los radicales sostienen que no vale la pena negociar con EEUU, entre otras cosas porque no pueden fiarse de la palabra de los dirigentes americanos. Si las negociaciones se demoran y los radicales ganan en junio, las posibilidades de reactivar el acuerdo desaparecerán tal como pretende Netanyahu.

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