Este artículo se publicó hace 3 años.
YemenYemen se desangra ambicionado por sus vecinos
La guerra de Yemen suscita una larga serie de ambiciones en distintos países de Oriente Próximo, desde Arabia Saudí a los Emiratos Árabes Unidos, desde Irán a Israel. En la víspera del cambio de presidente en Estados Unidos, los distintos agentes tratan de acceder a posiciones ventajosas, mientras que Joe Biden tendrá que ocuparse pronto de este conflicto catastrófico.
Eugenio García Gascón
Segovia-
La brutal explosión que tuvo lugar hace unos días en el aeropuerto yemení de Adén, en la que murieron 26 personas y dejó decenas de heridos, fue atribuida inicialmente a los hutíes aunque nadie la ha reivindicado todavía. Fue otro azote en un país que sufre una guerra terrible desde hace más de un lustro que ha traído un sinfín de calamidades, especialmente para la gente corriente.
Es obvio que el momento del ataque fue coordinado puesto que ocurrió coincidiendo con la llegada al aeropuerto del nuevo gobierno yemení que con anterioridad había prestado juramento al presidente Abdel Rabbu Mansur Hadi, exiliado en Riad, la capital de Arabia Saudí.
El nuevo gobierno se formó un año después de que se firmara el acuerdo de Riad entre el gobierno de Yemen reconocido internacionalmente y la organización separatista del sur del país, el Consejo de Transición del Sur, que persigue la independencia de la zona bajo su control y que en abril pasado anunció unilateralmente el establecimiento de una región autónoma.
Algunos medios recibieron con satisfacción el acuerdo, dando la impresión de que ha comenzado una nueva etapa en la sangrienta historia moderna de Yemen. Sin embargo, el acuerdo no es entre los rebeldes hutíes y el gobierno de Yemen, sino entre el gobierno y los separatistas que decidieron separarse del gobierno y combatirlo.
La limitada satisfacción también es prematura puesto que hay sectores dentro del mismo Consejo de Transición del Sur y distintas tribus locales, que están disconformes al considerar que el acuerdo atiende a los intereses de las tribus del norte y al control de los campos de petróleo y gas del sur.
Además, el acuerdo, que garantiza una generosa ayuda económica de Arabia Saudí, no prevé la evacuación de la presencia de los Emiratos Árabes Unidos de Socotra, donde los Emiratos planean establecer bases militares que permitirán a Israel controlar el acceso al mar Rojo. De hecho, distintos medios árabes y hebreos han indicado que en la zona ya se encuentra personal israelí.
El cruce de acusaciones por la explosión del aeropuerto se ha visto incrementado con la publicación en varios medios de una fotografía, inicialmente aparecida en el diario yemení Watan al Gad, del agregado militar de Yemen en los Emiratos, el general Shalal Ali Shaye, responsable de la seguridad de Adén, abandonando el aeropuerto precipitadamente en un vehículo blindado instantes antes de que se produjera el ataque.
Según la información inicial, la explosión tuvo lugar mediante un ataque coordinado de morteros, misiles y drones, material que tienen en su poder los hutíes. No obstante, ese mismo material ha sido entregado por los Emiratos Árabes Unidos al Consejo de Transición del Sur.
También se ha argumentado que los hutíes tienen que estar detrás porque son los más perjudicados por el acuerdo entre el gobierno y el Consejo de Transición del Sur. En realidad, también Irán, Qatar y Turquía han expresado su disgusto con el acuerdo, y los iraníes especialmente mantienen relaciones con los hutíes.
Se da la circunstancia de que Irán, Qatar y Turquía se enfrentan a los Emiratos de una manera clara en distintos frentes de Oriente Próximo, y que los Emiratos apoyan y arman al Consejo de Transición del Sur con el objetivo de conseguir la independencia del sur y plantar allí una presencia militar estable.
De entrada hay dos partes sospechosas de provocar la explosión de Adén, los hutíes y los emiratíes. Pero en los días siguientes al ataque algunos medios yemeníes señalaron también a Arabia Saudí, un país que está metido hasta el cuello en el conflicto y cuyos intereses son ahora distintos a los de los Emiratos, a pesar de que los dos países entraron en la guerra de la mano.
En resumen, es difícil determinar quién llevó a cabo el ataque puesto que sobran candidatos, los rumores de conspiración están a la orden del día y no faltan motivos para justificarlos. En este contexto, el presidente electo Joe Biden tomará posesión del cargo el 20 de enero y esto está alterando la sensibilidad de las potencias regionales.
Tanto los hutíes como los emiratíes y los saudíes están aprovechando los últimos días de Donald Trump para asentar sus posiciones. Aunque nadie sabe cuáles serán sus primeros pasos, Biden ya ha dejado caer que no simpatiza mucho con el príncipe saudí Mohammad bin Salman y lo más probable es que esté trazando un plan para poner fin a la guerra de Yemen.
En 2015, tras la entrada militar de Arabia Saudí en Yemen, todavía bajo el mandato de Barack Obama, el general americano Lloyd Austin declaró ante el Congreso: “Desconozco cuáles son los fines y objetivos específicos de Arabia Saudí en la guerra de Yemen, y debería conocerlos para valorar las perspectivas de éxito”. Un lustro después, podría repetir esas palabras.
El diario Haaretz se hizo eco esta semana de que Israel tiene mucho interés en lo que está sucediendo en Yemen, una circunstancia que ya han señalado numerosos medios árabes pero también hebreos. El responsable de los servicios de inteligencia hutíes, Abdullah Yahiya al Hakim, ha advertido que, tras su propio fracaso, Arabia Saudí "ha solicitado la intervención de los sionistas".
La situación de Yemen es cada día más compleja, y si Biden decide castigar a los saudíes, los emiratíes, estrechos aliados de Israel, pueden ser los más beneficiados, permitiendo que se restablezca el viejo Yemen del Sur que existió hasta la unificación ocurrida en 1990.
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