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África Sudán del Sur, penuria extrema diez años después de la independencia

Se ha cumplido una década de la independencia de Sudán del Sur, un país que figura entre los más pobres del mundo y cuyos indicadores humanitarios están por los suelos. Tras conflictos sin fin, el país intenta regularizar su vida política, un experimento para el cual no cuenta con medios económicos y está condenado al fracaso.

Mujeres de Sudán del Sur hacen fila para recibir comida enviada por Naciones Unidas.
Mujeres de Sudán del Sur hacen fila para recibir comida enviada por Naciones Unidas. AFP/Simon Wohlfahrt

Sudán del Sur obtuvo la independencia de Sudán en julio de 2011, hace ahora diez años, tras un referéndum en el que la opción de la secesión contó con casi el 99% de los votos, si bien el flamante país de 11 millones de habitantes de distintas etnias no ha logrado estabilidad y ha sido testigo de conflictos graves cuya resolución no parece próxima.

Como parte de Sudán, situado al norte, Sudán de Sur fue ocupado y administrado por egipcios y británicos hasta la independencia del conjunto de Sudán en 1956, tras la llamada primera Guerra Civil. En 1972 se formó la región autónoma del Sur de Sudán, que fue disuelta en 1983. Una segunda guerra civil concluida en 2005 restableció la autonomía y condujo a la independencia de 2011.

La independencia no estuvo exenta de conflictos. Varias potencias internacionales y regionales exacerbaron el espíritu independentista del sur para debilitar a Sudán, como fue el caso de Israel, que automáticamente reconoció al nuevo estado.

Desde algunos meses después de la independencia, Sudán del Sur ha experimentado una considerable violencia de carácter principalmente étnico, una guerra civil que se ha caracterizado por la violación sistemática de los derechos humanos, incluidas matanzas. En febrero de 2020 los líderes enfrentados Salva Kiir Mayardit y Riek Machar alcanzaron un acuerdo para formar un gobierno de coalición y permitir el regreso de los refugiados de la guerra.

Los pueblos que viven en el territorio no son árabes, aunque una parte habla un dialecto conocido como árabe de Juba y la mayoría habla más de 60 lenguas autóctonas. Al alcanzar la independencia en 2011 el primer ministro de Exteriores, Deng Alor Kuol, manifestó que la frontera directa con el mundo árabe a través del vecino del norte, y el hecho de hablar parcialmente una forma del árabe, permitiría a Sudán del Sur mantener estrechos vínculos con el mundo árabe, si bien no forma parte de la Liga Árabe.

En cuanto a su demografía, es uno de los países más jóvenes, con la mitad de la población por debajo de los 18 años de edad. La mayor parte es de religión cristiana (60,5%) y musulmana (6%), o grupos que profesan cultos autóctonos (33%). La pobreza campea a sus anchas y el 90% de la población vive con menos de un dólar al día. Sudán del Sur figura en el tercer lugar empezando por la cola en el índice de felicidad elaborado por la ONU con todos los países del mundo, y ocupa el mismo lugar en el Global Peace Index.

En realidad en cualquiera de los índices posibles, como el de salud, los indicadores de Sudán del Sur se colocan en lo más bajo de los parámetros mundiales. La mortalidad infantil es de 135 por 1.000, la mortalidad materna no se queda a la zaga y es de 2.053 mujeres por cada 100.000 nacimientos. En 2004 solo había tres cirujanos en el país, tres hospitales con condiciones mínimas, y en algunas áreas solo un médico para atender a medio millón de habitantes.

Otro problema grave es el suministro de agua. Si bien el Nilo Blanco atraviesa el país, el agua escasea más allá de la cuenca, especialmente durante las temporadas de sequía. La mitad de la población no tiene acceso a agua potable pese las numerosas organizaciones de asistencia internacionales y locales que se ocupan de ello, y los conductos que suministran agua en muchos lugares son viejos o no tienen el mantenimiento necesario.

Como si fueran pocos los problemas propios, Sudán del Sur es país de acogida de más de 200.000 refugiados procedentes de los países vecinos. La mayor parte de ellos buscaron asilo por la guerra de Darfur en Sudán, pero también hay refugiados de la República Centroafricana, Etiopía y la República Democrática del Congo.

Debido a la guerra que estalló en diciembre de 2013, más de 2,3 millones de sudaneses del sur, es decir el 20 por ciento de la población, se han visto obligados a desplazarse, bien dentro del propio país, 1,66 millones, bien a países fronterizos, el resto.

Sudán del Sur es uno de los países más subdesarrollados del mundo, apenas cuenta con infraestructuras y el analfabetismo es muy elevado, especialmente entre las mujeres. Exporta madera y posee recursos naturales de petróleo, hierro, cobre, zinc, plata, oro y diamantes, aunque la economía depende sustancialmente de la agricultura.

El petróleo se extrae de yacimientos que han estado operativos desde el siglo pasado. Sudán del Sur posee las terceras reservas de petróleo del África subsahariana, pero no ha logrado alcanzar un acuerdo con Sudán para repartirse los ingresos producidos por el oro negro. Sudán del Sur necesita las infraestructuras de Sudán para exportar su petróleo. Antes de la independencia, Sudán se quedaba con el 50% de los ingresos. Sudán del Sur quiere un acuerdo más ventajoso puesto que el 98 por ciento de su presupuesto depende del petróleo.

Pocos meses después de la independencia, suspendió la producción de petróleo, lo que condujo a una grave crisis económica. En la actualidad China es el principal inversor en el sector del petróleo de Sudán del Sur, aunque las previsiones son que la producción disminuya notablemente en los próximos años si no se encuentran nuevos yacimientos.

Aunque el 8 de mayo de 2021 el presidente Salva Kiir anunció la disolución del parlamento en cumplimiento de un acuerdo de paz que prevé el establecimiento de un órgano legislativo integrado por 550 diputados, no hay garantías de que el país experimente mejoras sustanciales en los próximos años.

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